domingo, 19 de agosto de 2018

Abrumada no... Lo siguiente

He utilizado una expresión que me da una mijilla de coraje como título de este escrito.  Pero es que realmente expresa lo que siento. Y es que ayer,  día en el que cumplí 51 años, los mensajes que recibí deseándome felicidad y buenaventura superaron con creces todas mis expectativas. Y no solo por el número de personas que durante unos segundos,  minutos u horas me prestaron atención sino por el contenido de algunos de esos mensajes,  comentarios,  llamadas telefónicas o charlas.  Fueron realmente bombas emocionales que me llegaron a lo más profundo del alma. 
Y hoy,  en plena resaca emocional solo se me ocurre lanzar un GRACIAS al universo por hacerme tan afortunada.  Porque como decía ayer soy rica por los amigos que tengo,  pero también por ese gran grupo de antiguos alumnos que a veces me sonrojan con sus recuerdos sobre lo que signifiqué para ellos como profesora,  y que siempre me hacen soltar lágrimas de emoción.  Y por mis antiguas compañeras de la infancia,  o amigos de la universidad.  Locos que comparten mis aficiones de lectura,  ocio,  evolución espiritual,  dietas,  juergas,  paseos por la sierra,  hermanos y hermanas de sangre o de vivencias,  familia de diario o de la que vive conmigo a través de las redes sociales... Es tal el amor que se puede llegar a sentir de esta manera que no puedo sentirme avergonzada de ser una fiel usuaria de las redes sociales.
Porque aunque puedan ser objeto de críticas por el hecho de airear mucho de cada uno,  la generosidad de mis amigos virtuales permite que sobrevivan relaciones que podrían haber desaparecido de mi vida hace muchos años.  Y al final de este recorrido he entendido que todas y cada una de las personas que están en mi vida,  tanto a diario como ocasionalmente en trato personal o virtual,  han aportado experiencias a mi existencia.  Y antes o después encuentro en cada una de estas personas que me regalan sus experiencias un aprendizaje,  aportan alegría cuando estoy triste,  reclaman una ayuda que puedo aportarles,  evolucionan a la par que yo.
En una estimación aproximada más de 250 personas me dedicaron ayer su tiempo y me transmitieron su cariño por lo que por muy larga que sea esta entrada no llegaré a expresar con palabras la intensidad de lo que siento.  A todas y a todos solo me resta deciros que os quiero mucho porque cada palabra que me dedicasteis agranda mi corazón y realmente cada deseo de felicidad que me regalasteis se ha multiplicado en mí y SOY MUY FELIZ.  GRACIAS INFINITAS.

jueves, 26 de julio de 2018

En mis sueños

Esos demonios que te invaden cuando ves la vida pasar ante ti y sigues anclada a una realidad que no es la que deseas.  Esas ilusiones que se sueñan cada noche y se desvanecen al amanecer.  Esa fantasía utópica que emerge de unos ojos que te esquivan,  o te buscan,  o te anhelan,  pero se cierran inevitablemente...
Esa lejanía intocable que los dedos solo rozan en la imaginación porque las barreras de la realidad son traslúcidas pero inquebrantables.  Lo ves,  pero no te dejan sentirlo.
Cuando llegue la hora de despertar no quedarán las sombras de los sueños soñados y olvidados. Quedará la sensación dulce y amarga,  de lo que pudo ser soñado aunque no se traspasase la frontera de la conciencia...

sábado, 2 de junio de 2018

La cadena de los infelices

Soy el penúltimo eslabón de una larga cadena de infelices.  Y en mi puesto debo lamentar ser el motivo de la infelicidad del último eslabón  de la cadena.  No quiero ser la causa del dolor de nadie pero lamentablemente mi deseo de estar con el eslabón antepenúltimo hace que sea una cuestión inevitable 
Sin embargo he usado una gran lima para desgajarme del motivo de mi pena y cada rascar que muevo desangra mi alma con lamentos de despedida.
Pero ¿por qué no soltar la cadena en su inicio?
¿Por qué todos los eslabones anteriores aguantan el vivir encadenados con almas a las que traicionan,  a las que dejaron  de amar tiempo atrás simplemente porque tienen un miedo paralizante?  No son conscientes de la fugacidad de la vida.  No entienden que el presente está hecho para ser vivido,  no es una mera expectativa. Y mucho peor,  no se dan cuenta de que su inmovilidad arrastra tras de sí una cadena de dolor. 
Así que ahí estamos todos y cada uno de los eslabones: esperando.
Unos esperan que los hijos crezcan; otros que las circunstancias cambien,  trabajo,  traslados,  horarios; algunos desean que sea el eslabón que los aprisiona el que tome la decisión de romper esa cadena pero, desgraciadamente, la mayoría utiliza fixos infantiles ,  adhesivos inmorales,  chantajes emocionales para mantener esa situación que ahoga las esperanzas de la felicidad de todos los demás.
Es el miedo el mayor soldador de eslabones: miedo a ser tildado de traidor o traidora,  miedo a perder el sustento,  miedo a perder a unos hijos que tratan a diario versiones del amor absolutamente tóxicas,  miedo a que la apuesta salga mal y haya que empezar de cero.
¿En qué mundo vivimos?¿Es necesario que perpetuemos eternamente esos traumas familiares que obligaban a 'aguantar',  a 'tragar',  a tolerar lo intolerable simplemente porque no nos atrevemos a romper unas cadenas que sólo perviven dentro de nosotros?
Soy el penúltimo eslabón.  El que quiere ser libre.  El que anhela al anterior y respeta al posterior.  El que pide perdón por querer que toda la cadena se rompa y desde la libertad se pueda elegir qué,  cómo y con quién rehacer los lazos.
Mas no tengo fuerzas,  apenas la de mis palabras.  No soy cizalla que pueda cortar los fríos eslabones de esta cadena de infelicidad. 
Si acaso mando este mensaje al universo para que si llega a otro de los eslabones se dé cuenta de que su frustración e indecisión destruye las ilusiones y las vidas de todas las demás piezas.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Identificando la realidad

Es muy común en mí utilizar metáforas a la hora de expresar lo que siento.  En estos días en los que trato de sacar una espina de mi alma es recurrente que mi cabeza vaya creando por minutos miles de recursos lingüísticos para verbalizar unas emociones que ya fueron ampliamente expresadas por el ser humano desde que se desarrolló la escritura.  Así que soy consciente de que no hago nada nuevo,  ni lejanamente innovador: solo trato de sanarme a mí misma liberando a mi interior de unos sentimientos que ni siquiera debería tener.  Es así de simple.
Y como en esa realidad hay implicadas muchas personas reales el recurrir a la metáfora  me ayuda a no interferir directamente en la vida de algunas de ellas,  y,  por otro lado,  no coarta mi libertad de desahogo.  Así de simple,  repito.
Y aunque lo repito no me lo creo ni yo.  Porque solo yo sé realmente lo que se cuece dentro de mí,  la que ha vivido la experiencia,  y la que sé qué y a quién dejo atrás.  Sé que soy la única que tiene conciencia de lo que representaba esa conexión de almas que ningún otro ojo humano era capaz de percibir. 
Porque hay emociones,  interacciones y conexiones que solo pueden sentir los ojos que se reconocen tras mucho tiempo imaginándose.   Y nada,  ni nadie, posee el verbo suficiente para expresarlo,  porque entramos en una dimensión en la que las palabras sobran.
Es duro sentirse parte de un par y aún así saber que el otro lado todavía no ha despertado.  Y tú sientes que tienes la llave del  despertador,  pero sabes que no eres quien para activarlo aunque lo desees con todo tu ser,  porque las circunstancias no son las adecuadas para un sano despertar.
Pero también sabes que necesitas avanzar y tu par sigue anclado en su realidad,  y te impide dar los pasos que tu alma te reclama y entras en un gran dilema...¿y si tampoco te toca en esta vida? ¿y si simplemente has reconocido a tu alma gemela para que no olvides que de verdad existe pero no estáis preparadas aún?
Para superar las respuestas que me plantea mi alma debería creer que de verdad tras esta vida tendré otras en las que quizás,  sólo quizás,  nos reencontraremos.
Pero ¿y mientras tanto? ¿He de esperar como llevo haciendo años o debo desapegarme y seguir mi camino cargando la mochila de la desilusión?  
No soy quien para despertar a nadie,  no soy quien para vapulear almas que quieren permanecer dormidas,  ancladas a la ficción de la mátrix,  sumisas a la realidad de su presente...

martes, 29 de mayo de 2018

El efecto mariposa

Dicen que cualquier cosa que ocurra en cualquier lugar del mundo, por muy insignificante que sea, puede repercutir de alguna manera en otro lugar del planeta.
Quizás pensar que eso puede pasar en nuestro entorno y de una manera decisiva, es soñar despierto siempre que pensemos que son las decisiones que tomamos las que se asemejan al aleteo de la mariposa.
Dentro de esa teoría del caos que llaman "el efecto mariposa" si un simple aleteo puede desencadenar un huracán ¿por qué he de descartar que una idea, vivida con intensidad, cargada de una energía poderosa no pueda desencadenar una transformación global en mi vida?
Sé que una vez más busco bases donde asentar un resquicio de esperanza, aun cuando es lo primero que descarté al soltar las manos de mis ilusiones.
Aleteo con mis brazos, soplo con la bocanada amplia de mi corazón, activo el flujo de energía con toda la fuerza de mis ganas y aún así me embarga la certeza de que nada cambiará.
¿ Por qué es tan difícil?¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que lo injusto ha de reinar?
Pienso en esas almas anodinas que no perciben la verdad, en esos sueños que se sueñan en paralelo y que jamás se tocan.
"A" ama a "B" y B" ama a  "C"" que ama a "D". Y aunque "D" ame a "A" o a "B" o a "C" está fuera de cualquier posibilidad que los dos sean felices porque todos los demás están encorsetados en un abecedario que tiene un orden establecido y a nadie se le puede ocurrir cambiar el orden de las letras.
Y mientras tanto el vivir el ahora va resultando cada vez más penoso, más insulso, y siento que se van apagando las bombillas, como las luciérnagas que ven llegar el amanecer.
Los colores que dibujaban las alas se difuminan con el batir desesperado de las mías imaginarias.
No soy una mariposa, pero quisiera serlo durante unos instantes. Porque necesito ese soplo imperceptible que provoque el huracán,  esa revolución global que haga saltar los cerrojos, anule los miedos, apueste y gane.

domingo, 27 de mayo de 2018

Cuando te obligas a decir adiós

Es esta una confesión difícil de hacer y aun así me siento obligada a hacerla.  Por supuesto que emplearé las metáforas que me son propias y quien quiera entender entenderá.
No es mi intención dañar a nadie ni destrozar las vidas fingidas de muchas personas,  pero llega un momento en la vida en la que no queda más remedio que volver la espalda a lo que sientes desde lo más profundo de tu alma y decides cambiar el rumbo.
Y hoy ese día en el que me reencuentro con el Reiki y lo aplico a mi propia sanación.  Al ser la única responsable de  todo lo vivido trataré de perdonarme todos los errores cometidos,  todas las ilusiones vertidas donde no había espacio,  y miraré hacia otro lado.  No se puede esperar más.  Y aunque la esperanza es lo único que siempre permanece,  hay situaciones que hieren tanto que mejor es no esperar.