sábado, 2 de junio de 2018

La cadena de los infelices

Soy el penúltimo eslabón de una larga cadena de infelices.  Y en mi puesto debo lamentar ser el motivo de la infelicidad del último eslabón  de la cadena.  No quiero ser la causa del dolor de nadie pero lamentablemente mi deseo de estar con el eslabón antepenúltimo hace que sea una cuestión inevitable 
Sin embargo he usado una gran lima para desgajarme del motivo de mi pena y cada rascar que muevo desangra mi alma con lamentos de despedida.
Pero ¿por qué no soltar la cadena en su inicio?
¿Por qué todos los eslabones anteriores aguantan el vivir encadenados con almas a las que traicionan,  a las que dejaron  de amar tiempo atrás simplemente porque tienen un miedo paralizante?  No son conscientes de la fugacidad de la vida.  No entienden que el presente está hecho para ser vivido,  no es una mera expectativa. Y mucho peor,  no se dan cuenta de que su inmovilidad arrastra tras de sí una cadena de dolor. 
Así que ahí estamos todos y cada uno de los eslabones: esperando.
Unos esperan que los hijos crezcan; otros que las circunstancias cambien,  trabajo,  traslados,  horarios; algunos desean que sea el eslabón que los aprisiona el que tome la decisión de romper esa cadena pero, desgraciadamente, la mayoría utiliza fixos infantiles ,  adhesivos inmorales,  chantajes emocionales para mantener esa situación que ahoga las esperanzas de la felicidad de todos los demás.
Es el miedo el mayor soldador de eslabones: miedo a ser tildado de traidor o traidora,  miedo a perder el sustento,  miedo a perder a unos hijos que tratan a diario versiones del amor absolutamente tóxicas,  miedo a que la apuesta salga mal y haya que empezar de cero.
¿En qué mundo vivimos?¿Es necesario que perpetuemos eternamente esos traumas familiares que obligaban a 'aguantar',  a 'tragar',  a tolerar lo intolerable simplemente porque no nos atrevemos a romper unas cadenas que sólo perviven dentro de nosotros?
Soy el penúltimo eslabón.  El que quiere ser libre.  El que anhela al anterior y respeta al posterior.  El que pide perdón por querer que toda la cadena se rompa y desde la libertad se pueda elegir qué,  cómo y con quién rehacer los lazos.
Mas no tengo fuerzas,  apenas la de mis palabras.  No soy cizalla que pueda cortar los fríos eslabones de esta cadena de infelicidad. 
Si acaso mando este mensaje al universo para que si llega a otro de los eslabones se dé cuenta de que su frustración e indecisión destruye las ilusiones y las vidas de todas las demás piezas.