sábado, 31 de diciembre de 2022

El ocaso


Hay días en la vida que uno no quiere que lleguen nunca. Son los días que marcan el final de alguna historia bonita, ya sea de amor, amistad, laboral o muy personal. Y esos días marcan para siempre, porque los inicios y los ocasos del día son los momentos más bellos, los que empujan al observador a reflexionar sobre los dilemas vitales, lo que nos hacen ser distintos y los que se recuerdan. Y las rupturas forman parte el ocaso de la realidad del amor. 

Acaba un año, 2022, con sus luces y sus sombras, un año en el que trataba de renovarme cada amanecer, insertando ilusión a cada cosa que me tocaba hacer. Algunos sueños se hicieron realildad, como trasladar la ventana al pasado que rescaté de la casa de mi madre, o la prácticamente recuperación de la visión de mi ojo izquierdo y recuperar las 3D. Quizás mis ojos, esos que dan título a mi blog, ya ven mucho más de lo meramente físico y toca tomar decisiones duras, de esas que rasgan el alma en lo más profundo, de esas que desbaratan los sueños y las muchas ilusiones que aún no se cumplieron.

Y hoy 31 de diciembre es el fin de un año de doble dígito 22, una secuencia numerológica que, en mi caso, siempre ha estado relacionado con los gemelos.  Y con el alma gemela, esa que está ahí aunque nunca te pertenezca, esa que te completa en la distancia y el en tiempo, esa que vive sin saber que lo es.

Y ahí se queda todo en el 22, un año sin un paso más en un sueño que sé que no se cumplirá porque cuando las almas siguen dormidas se dejan guiar por los pactos tóxicos que hicieron y no reaccionan. Y mientras, la vida sigue, continúa de camino hacia su propio ocaso y miras a tu alrededor y te das cuenta de que te vas quedando solo aunque estés rodeado de personas, porque están quienes no quieres y no están los que sí quieres que estén. 

Y no llega la explosión que arrastra al cambio, porque los miedos encadenan la voluntad. Y se acaban las lágrimas porque todas las apuestas acabaron en cero. 

Adiós a 2022, adiós a todos aquellos que quedaron en la cuneta de mi vida, Deseo que 2023 renueve las ilusiones y que consigamos que más sueños se conviertan en realidad. Empieza un nuevo amanecer.


jueves, 18 de agosto de 2022

Mis 55

Destrozar un lienzo en blanco cuando la mente es un caos de ideas desorganizadas pugnando por recolocarse para expresar algo coherente, es una responsabilidad importante, por mucho que el tapiz de mi escritura sea virtual y exista la opción de borrarlo todo y dejarlo igualmente impecable. Pero le vamos a dar la oportunidad a mis ideas de ir saliendo una a una porque hoy es un día importante. Siempre lo es cuando cumplo años y es bueno que me pare a reflexionar un poco sobre mi vida. 
Este año ha sido duro. Las pérdidas han dolido en el alma y he tratado de reconstruirme porque necesitaba ser fuerte y pilar de otras vidas cercanas. Siento que ahora camino más sola pero menos miedosa y reconozco que tras los palos añadidos parte de la Irene que era, dejó de ser.
Sé que es momento de cerrar ciclos que comenzaron hace décadas, despedirse de personas en vida porque los caminos tienen que separarse necesariamente para que logremos cierta sensación de felicidad y libertad. Se dio mucho y se agotó todo.
He llegado a la cifra sin retorno. Hasta ayer si invertía las cifras de mis años podía imaginarme más joven al jugar con los números. Hoy entré en los 55 y ese juego ya no vale. Voy camino de la madurez, antesala de la ancianidad y es momento que retome las riendas de mi vida sola. 
Mis hijos casi vuelan solos y el nido se está vaciando casi sin darme cuenta. Y es cuestión de tiempo, de poco tiempo, que deba acostumbrarme a una vida distinta: tiempo para reencontrarme conmigo misma con mis amigas con mi novela, con mis reflexiones. Porque esto de la vida va tan deprisa que no queda tiempo para perderlo. Feliz cumpleaños a mí misma. Bienvenida a la nueva vida.