lunes, 24 de abril de 2023

Cuando el alma se vacía

Estamos en plena Feria de abril y yo estoy en casa por encadenar dos accidentes que me han impedido moverme con la libertad que me caracteriza. Primero uno de tráfico que me ha obligado a hacer rehabilitación durante más de un mes y después una desafortunada caída que dejó mis tobillos hinchados y doloridos. 

Así que casi que he tenido que aprender a andar poco a poco, dando pasos cautelosos, medidos y pensados. Porque ningún paso podía darse a la ligera si no era absolutamente necesario, ya que iba en contra de la recuperación de mi autonomía personal y física.

Y, como a todo, trato de sacarle una enseñanza y un significado y no es nada fácil de admitir que ambos accidentes conllevan un cambio drástico y definitivo en mi vida. 

Trato de buscarle el sentido a todo, a esos cambios que, inevitablemente, la vida siempre trae: unos muy sutiles que te van transformando poco a poco por dentro, y otros brutalmente radicales que hacen que todo se derrumbe y busques desesperadamente resquicios de luz que te permitan buscar salidas que, de primeras, no se encuentran.

Intento entender a la mujer que se está gestando en esta etapa de madurez personal y profesional. Trato de encajar la posibilidad de emprender otros caminos que empiezo a dibujar en mi imaginación, viéndome en otros lugares, haciendo cosas nuevas, emprendiendo e ilusionándome con actividades creativas que me hagan sentir verdaderamente útil. Y no me acobardo. Ni siquiera cuando ese camino lo siga haciendo sola.

Porque a nivel emocional también siento que es hora de pensar en ir tirando la toalla, en dejar ir unos sentimientos que siempre han supuesto una entrega incondicional a cambio de aceptar mil condiciones que no dejaban de ser migajitas de amor. Un amor lindo, sí, pero demasiado difícil de aceptar.

Hace doce años comencé a escribir una novela que fue avanzando poco a poco a medida que yo evolucionabla, porque era un reflejo de mí misma, de mi alma eterna que trataba de traer desde lo más profundo de mi ser los recuerdos de experiencias vividas con anterioridad a ser quien soy y así aprender a gestionar al ser humano que me tocó ser en esta vida. ¡Y vaya que sí que he aprendido...!

El análisis de esos recuerdos que surgían tras bucear en mi más profunda memoria fue desgranando y descodificando  a la persona que soy hoy en día y me ha hecho comprender tantas facetas de mi vida actual que es abrumador. 


Dibujé la vida de James y con él descubrí muchos secretos del siglo XIX. Quedé abrumada por su desgracia personal y por su creatividad; me sorprendieron la abundancia material de su vida, por sus esfuerzos por innovar y triunfar. Lloré por la soledad de su muerte y por la  resistencia de su corazón ante su amor oculto. Aprendí a amar y a odiar todo lo que esa existencia me aportó. 

Esbocé la corta y desgraciada vida de Calisto, ese niño griego que no veía salida en una vida condicionada por los convencionalismos sociales de una sociedad, aparentemente avanzada pero que no lo dejaba amar, paradójicamente, a un igual por no ser igual...

Reviví las atormentadas vidas de Aiyana y Sara, cada cual desde su mundo: la sociedad Inca prehispánica y la Edad Media castellana. Dos mujeres que amaron y lucharon contra la sociedad en las que le tocó vivir.

Y con Khalil aprendí uno de los mensajes más bonitos desde el desierto arábigo: el del amor incondicional y eterno.

Con ellos vacié mi alma completamente y creé a Lucía un alter ego que no pasó por lo que yo sí pasé, porque a ella quise darle otra existencia menos traumática aunque amó a quien yo amé y sufrió lo que yo sufrí.

Porque todos ellos eran yo misma y desde la memoria y la creatividad quise construir una historia que sacara a la luz quien fui para descubrir quien soy. 

Y aunque esas historias aún no están concluidas creo que era necesaria esta exposición pública que hago hoy para poder terminarlas. Porque si todos éramos el mismo alma, es necesario que yo haga las trancisiones de una vida a otra picando los billetes de mis personajes. No sé si realmente estoy preparada para hacerlo, porque a todos los descubrí, de todos aprendí, y a todos los amé... y que trancisionen implica matarlos para que esa esencia inmaterial que habitaba en esas existencias, pasen a la siguiente...