sábado, 31 de diciembre de 2016

Los cincuenta que se vienen

Ya mañana será 2017. Y con ese día se iniciará el año en el que cumpliré medio siglo de vida si es que llego hasta agosto.
Y ambas cosas deben ser revisadas por esta pensadora de chichinabo que escribe en este blog.
En un año acabado en 7 nací, y con muchas dificultades para mi alimentación, salí adelante.
Desde entonces como todos y cada uno de los que posáis vuestros ojos en estas líneas, me dediqué vivir, a veces bien, a veces mal. Amando y siendo amada. Reconociendo y siendo reconocida.
He transitado por esta vida desde que fui concebida hace ya un poco más de 50 años. Tal día como hoy ya sería noticia para mis padres..."Otra vez embarazada, y van siete. Esta vez toca niño", pensarían mis progenitores... Pero fui mujer en casi todos los aspectos externos e internos. Y digo en "casi todos" porque hay una parte de mí en la que me siento con características masculinas en el sentido social de esa palabra. Y ni es bueno, ni es malo, pero forma parte de mí y me hace sentir humana, a secas.
Cuando llegas a estas fechas de fin de año y de comienzo de otro en el que de nuevo redondearás cifra tratas de pensar en qué hiciste los últimos 10 años que fuese importante para ti. Miro atrás y veo a una mujer que ha tenido que enfrentarse a muchas dificultades, que ha tenido que pelear y defenderse para sobrevivir, que ha amado profundamente y se ha sentido muy querida por muchos y buenos amigos (permitidme usar el masculino para referirme a hombres y mujeres, tal y como aprendí, que ya bastante me satura el "todos y todas" en el trabajo).
En esencia todas las dificultades han sido experiencias de aprendizaje y muchas de ellas están recogidas en este blog que ya tiene 8 años de vida...
Hoy soy una mujer con la maleta cargada de cosas buenas, que ha sabido sobreponerse a momentos de dureza y ha perdonado lo que se podía perdonar. Por el camino perdí familia, unas por muerte física y otras por muertes emocionales, perdí amigos que decidieron seguir senderos divergentes al mío pero a los que no supe retener... Y tuve que dejarlos ir.
Y para compensar esas pérdidas la vida me regaló amistades nuevas y pude conocer a familia que, aun cercana en sangre, era lejana en distancia. Y esas almas que aparecieron son más compatibles conmigo que las que marcharon, porque no llegaron cargadas de artificios, sino con su propio camino transitado y sus experiencias vividas, libres de prejuicios y dispuestas a dar y recibir amor.
En el cómputo global de la vida no me puedo quejar, sería ingrata e injusta. Valoro cada instante de mi vida porque soy consciente de que soy una privilegiada del primer mundo a la que no le falta nada de lo esencial.
A 2017 quiero pedirle lo que todos deseamos. Que cada ser humano tenga una guerra consigo mismo en la que la parte buena venza a la mala y todos nos demos cuenta de que es más constructivo amar y respetar que luchar por imponer ideas, religiones, opciones sexuales, tendencias en general. Solo así llegaría el equilibrio.
2016 quedará marcado en el calendario porque nacieron mis sobrinos, hubo reencuentros maravillosos, viví momentos de felicidad plena y aprendí muchas cosas nuevas.
2017 viene cargado de cosas buenas. Ya lo veréis...

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Y cuando pasan 9 años y no te olvido

Ya hace 9 años de aquella mañana fría de noviembre en la que tu cuerpo se paró para siempre.
Y se fue solo el cuerpo, porque tu corazón, desde ese mismo momento, convertido en amor puro, comenzó a besar nuestras almas desde dentro, llenándonos de un calor desconocido para muchos hasta ese momento.
Y volviste a renacer en el hombre fuerte, recio y amoroso que siempre habías sido. Tras unos años presa en un cuerpo que ya no respondía, tu alma, ya liberada, comenzó de nuevo a cabalgar haciendo que muchos despertásemos de ese letargo humano que nos apartaba de nuestra esencia divina.
Y en el despertar de la conciencia estaban muchas respuestas que ya dejaste entreveradas en tus escritos. Respuestas sobre quienes somos, sobre la inconmensurable fuerza del amor como motor de cambio, sobre nuestra verdadera naturaleza de almas inmortales.
Y me abriste también la mente, viendo más,  justo cuando mis ojos físicos dejaban de ver.
Y aunque hoy me dijeron que nunca podré volver a ver todo nítido, ni en tres dimensiones, sin embargo me siento afortunada por ser capaz de ver con los ojos del interior cosas que personas con una vista física envidiable son incapaces de ver.
Y sé que en todo este proceso eras tú, papá, el guía que siempre me acompañaba. Porque tus palabras inmortales me llegaron en los momentos en los que más las necesitaba, porque tu voz potente y amorosa se reproduce en mi mente para transmitirme la serenidad que a veces me cuesta mantener, porque me das esperanza para seguir esperando que ese cambio vital en positivo se acabará materializando.
Hoy quería volver a recordarte, papá querido. Porque soy la mitad de ti y me sigues haciendo falta.
Ah, y me niego a que descanses en paz. Como alma amorosa que eres te pido, te suplico, que sigas cuidando de mi, que me protejas de los desamores de cualquier tipo que me ronden y que me infundas las fuerzas y ganas de poder imitar al menos un poco de la imagen que fuiste. Con todo mi amor, te recuerdo siempre. Irene.

viernes, 19 de agosto de 2016

Este tsunami que me arrastra

Hoy fue un día increíble. De esos en los que te atrapan las presencias y te duelen las ausencias. Y aunque de esas ha habido pocas de alguna manera te recreas en pararte por ellas en vez de dejarte arrastrar por el tsunami de cariño y atenciones del que he sido partícipe.
Y en resumen destacar que este cumpleaños estuve en Pinilla, acompañada una vez más de queridos y apreciados amigos. Abrumada por la cantidad de gente que se paró a llamarme, a escribirme... Como nunca antes.
No sé si se hace por inercia, pero yo solo le escribo a quien aprecio y entiendo que los demás lo hacen de la misma manera. Por eso hoy me siento inmensa, plena, flipada...
Más allá de ello si hiciera un resumen de este año he de destacar que fue año de desenterrar emociones, de conocer a personas nuevas, de amar a muchas nuevas amistades, año en el que en el trabajo fui feliz casi todo el tiempo, vivir con mi madre me enriqueció de muchas maneras. Muchos reencuentros del pasado y muchas ilusiones imaginadas.
Para el último tramo de la cuarentena me pido amarme de una vez por todas como amo a muchas personas que están en mi vida. Creo que ya hice méritos para ser muy amada y en vista de que hay facetas en las que nunca voy a ganar, mejor que sea yo la que me brinde ese amor incondicional. También me pido aprender a desapegarme, dejar marchar sin que me duela, perseguir solo lo que esté en mi mano...
Mando mi deseo al universo y confío plenamente en que al ser parte de él me recompensará.

jueves, 21 de julio de 2016

Dos capítulos sobre Khalil

Visto que será difícil acabar esa novela interminable os comparto el fragmento sobre la vida de uno de mis muchos protagonistas. Acepto críticas.

"Mirando el firmamento trató de contar las estrellas que brillaban en la noche. Tal y como le había enseñado su abuelo en el norte se encontraba Sirio, una estrella que servía de guía para encontrar un grupo de luces que formaban un cinturón al que llamaban constelación de Orión. Y desde allí, cada muchos años un grupo de estrellas se dejaba ver, y muchas cosas cambiaban...

Pero no era en esa época del año cuando encontraría el rastro de las Pléyades en el cielo.

En el desierto  arábigo las noches eran frescas y eso le obligaba a llevar una túnica blanca de manga larga. Bajo la misma  unos pantalones holgados le protegían de posibles picaduras de insectos, así como de los roces que el cabalgar sobre el camello durante horas, acompañando a las grandes caravanas de comerciantes, le producían.

Esa noche la jaima del jefe permanecía iluminada. Unas antorchas encendidas, habian sido clavadas a poco más de un metro de la entrada de la misma. Hombres vestidos igual que Khalil entraban y salían sin cesar, rompiendo el silencio del desierto.  Esperaba ser convocado de un momento a otro para ser informado de lo que ocurría.

Su propia tienda, donde compartía lecho con su esposa, Azhar (flores) y sus hijas Fátima y Salma (paz), había vivido unos momentos tensos cuando él decidió salir del oasis para observar el cielo.

Mientras pensaba, alguien lo llamó por su nombre y se acercó a la jaima principal.

Días antes habían llegado a la zona y había ayudado a su montaje. Habían extendido el gran toldo en el suelo en dirección contraria al viento, fuerte en el desierto. Unos postes habían sido anudados por cuerdas para darle tensión al toldo y después había sostenido uno de los postes centrales tras haberlo elevado a la altura justa.

Al entrar esa noche en la tienda comprobó cómo habían sido colocados unos cerramientos de un tejido hecho de pelo de cabra y de lanas decoradas. En el techo, varias bandas de color oscuro servían de refuerzo al ser estiradas y ancladas en el suelo.

Aunque la noche era muy fría en el exterior, la jaima permanecía confortablemente cálida. Las telas habían sido recubiertas con almagre y grasa, lo cual servía para protegerlas del sol y de la lluvia, aunque esta era bastante escasa en la zona.

Un fuego crepitaba en el centro de la jaima, iluminando el espacio con una luz anaranjada que era reflejaba por los distintos objetos metálicos dispersos por la tienda. Sobre una mesa baja, una tetera de bronce humeaba y el olor del té inundaba toda la estancia.

La gran tienda del jefe estaba decorada con alfombras realizadas con pedazos de distintos tipos de pieles. Unas lámparas de aceite, colocadas en los cuatro puntos cardinales, iluminaban las zonas más oscuras de la tienda, allí donde no llegaba la luz de la hoguera.

Junto al fuego, sentado sobre un cojín, estaba el jefe de la tribu. Tenía las piernas cruzadas y  los dedos de las manos unidos por pares, formando un rombo con los dedos pulgar e índice. Apoyaba su frente en la conjunción de ambos dedos índices y aparentemente estaba dormido.

Esperó a que el jefe saliese de su estado meditativo observando las llamas de la hoguera que atemperaba la jaima. Imaginó unos seres diminutos danzando al son del crepitar como duendecillos salvajes que avivaban la luz.

Se sintió observado. Levantó la vista pero la intensidad de la luz de la hoguera lo había dejado  momentáneamente ciego. Poco a poco la silueta negra de su jefe fue tomando color a medida que los ojos se acostumbraban de nuevo a las sombras. Unos ojos grandes y grises le acogieron con inmenso respeto. Se sintió abrazado desde el interior porque esos portales hacia al alma le transmitían un calor mucho más intenso que el del fuego al que había estado observando.

— Siéntate Kalhil — le pidió el jefe señalando hacia un puff que se encontraba frente a él.— Es mejor que estés cómodo puesto que lo que tenemos que hablar es algo muy serio y necesito toda la atención de tu mente. Cuando el cuerpo siente incomodidad manda reclamos a la mente para que le prestemos atención y no podemos negársela. Eso nos hace olvidarnos de lo importante que es nuestro interior. Nos distraemos continuamente y no dejamos hablar a nuestra esencia. Hoy necesito que estés aquí en tu presencia global.

Kalhil se acercó al lugar señalado. Un puff de piel circular, bicolor,  de base en color arena y decorado con pieles cortadas en rombo y teñidas en terracota, y  que habían sido pintados con ribetes dorados,  le sirvió de asiento. Se colocó con la espalda recta y las piernas cruzadas a la altura de los tobillos y centró toda su atención en las palabras que empezaban a brotar de los labios del jefe del clan.

— Hijo — dijo. A Kalhil le sorprendió que su padre utilizase la expresión. Desde que había adquirido su mayoría de edad, hacía ya más de 15 años,  su padre lo había tratado como a un hombre más de la tribu. La relación paterno-filial había pasado a un segundo plano y él mismo había perdido la costumbre de llamarlo Ab Bahir lo que indicaba el grado de parentesco. Desde hacía mucho que lo llamaba Shayj Bahir, o jefe Bahir y la distancia se había incrementado entre ellos.  — La situación está cada vez peor. Desde la muerte de Selim las relaciones con la coalición de tribus y el nuevo sultán nos están comprometiendo.

Kalhil recordó la reunión que habían tenido unos años antes en la que el shayj Bahir, su propio padre, les había contado las condiciones que se habían pactado con el sultán Selim I, una vez que éste se proclamó a sí mismo como el Jadim ul Haremeyn, «El Criado de los Dos Sagrados Lugares Santos», en vez de Hakim ul Haremeyn, «El Gobernador de los Dos Sagrados Lugares Santos». Aunque la tribu de Kalhil no había abrazado la religión musulmana, como sus vecinos del desierto, seguía adorando la kaaba o piedra sagrada, que se encontraba en La Meca. Ello los había comprometido políticamente con el sultán, que podía reclamar su ayuda en cualquier circunstancia si así lo requería.

— Soliman ha incrementado la presión hacia las tribus del desierto. Nos reclama que intervengamos en las campañas que están llevando a cabo contra los persas. Las tribus del norte que apoyan al imperio se niegan a someterse al sultán y éste está planeando una gran ofensiva — se mesó, nervioso, la barba y mirándolo fijamente continuó — También tiene una guerra abierta con los cristianos del poniente, que siguen mandando caballeros para acabar con el Islam y Solimán los repele. No quiere dejarlos recuperar Jerusalem.

— ¿Qué es lo que quiere de nosotros Shayj? ¿Porqué denotas tanta preocupación? — la actividad de las manos del jefe delataba el malestar que le provocaba reconocer ante su hijo mayor la gravedad del tema. — No será para tanto. Cuénteme qué es lo que piensa que podemos hacer.

Tomó el puff con las manos y se acercó a su padre. Soltando el asiento en el suelo, se arrodilló a los pies de Bahir y lo abrazó fuertemente. Como solo sabe hacer un hijo a un padre. Bahir, sorprendido a la par que agradecido le devolvió el abrazo."

miércoles, 20 de julio de 2016

Una novela que nunca acaba

Ya existe una novela llamada "La historia interminable", por lo que no voy a repetir ese nombre para mi propia historia.
En los últimos meses han pasado muchas cosas en mi vida: experiencias nuevas, nuevas amistades, sincronicidades increíbles, talleres que me hicieron crecer, repetición de escenas del pasado; unas buenas, otras malas. Y con todo ello ha surgido una nueva Irene. Quizás esta versión no es la mejor que haya sido en mi vida, pero al menos he sido consciente de que las experiencias vividas en mi pasado fueron grandes aprendizajes y la gestión de mis crisis vivenciales ha mejorado considerablemente.
Hoy siento que debo seguir cerrando etapas, aunque duelan, porque hay historias que no merecen la pena ser revividas. Poner el alma y el corazón al desnudo es un riesgo que a estas alturas de la vida cuesta correr.
Es mi historia sin fin. La novela que nunca terminó de ser escrita y que quedará eternamente entre mis borradores. Tenía un final listo para ser escrito.
Como Neo en Mátrix quería que mi protagonista despertarse tras estar dormido durante toda su existencia sin saberlo.
 Fui desconectando cables, insuflando aliento a unos pulmones que ni se atrevían a respirar, configurando un futuro para mis protagonistas que fuese digno de la mejor novela de amor que se haya escrito.
Pero mi teclado se bloqueó. Cada vez las teclas estaban más duras, se petrificaban y sentía que esa historia no podía ser escrita porque los protagonistas se negaban a ser despertados. Su mátrix era lo suficientemente aceptable como no para arriesgarse siquiera a respirar la realidad, no fuera a ser que ese aire nuevo provocase la muerte.
Así que aparqué la novela. Dejé de imaginar diálogos, situaciones, momentos de amor y de abrazos. Dejé que los sueños siguiesen siendo sueños y que la mátrix  fuese el hogar de mis protagonistas.
No sé si algún día mi histora conseguirá su final. No sé si me quedan ganas de escribir sobre personajes tan carentes de ganas de vivir. Cada línea que escribí supuso mucho esfuerzo vital, tiempo de mi vida que se fue. Mas lo invertí pensando que toda la historia merecía un final feliz. Ahora reconozco que se me acabó la imaginación, a medio camino de mi novela y no sé qué giro darle ya a la trama.
Mejor dejarla cocer otros tantos años y si el universo algún día me sorprende con un arranque de imaginación volver a ella. Pero para ello debería reilusionarme y hoy lo veo difícil.
Ahí queda mi historia, en pausa indefinida, carente de un final feliz, tal y como yo soñaba. ¿dónde quedó la creatividad que me embargaba al sentir mis dedos el teclado? Quizás es la hora de volver a estas reflexiones y abandonar el gran proyecto de la novela que siempre será una historia interminable.

domingo, 12 de junio de 2016

Crónica de un desprecio anunciado

Explicaba lo acontecido a quien bien me conoce y me recordó el libro de García Márquez "Crónica de una muerte anunciada" en el que Santiago no se entera de que va a morir hasta segundos antes de su muerte. Todo el pueblo sabía que moriría menos él.
Así me vi yo el otro día. Sorprendida de vivir rodeada de personas que no sienten el más mínimo aprecio por mí, que durante un número de días indeterminado para mí se cruzaron conmigo y nada me dijeron. Y cuando todo pasó no sabía bien como reaccionar.
Para muchos yo sería la que se negaba a participar porque soy poco colaborativa; para otros ni siquiera existo puesto que ya hace mucho que me recluyeron en mi cueva, pero la realidad es que yo nada sabía.
Después muchos me vinieron a preguntar y yo fui diciendo la verdad o mintiendo, dependiendo de quien viniese la pregunta. ¿Tenía sentido hacer otra cosa?
Sin embargo la marea vino después. Quien me conoce bien me hizo ver mi valía y me regalaron toneladas de amor. Un reconocimiento que me llega mucho más adentro que unos aplausos momentáneos. Fueron aplausos gestados durante años, de personas que sí saben quien soy yo, a veces hasta me conocen más que yo a mí misma, y las lágrimas de emoción perdurarán en el tiempo porque ese amor recibido sí es imperecedero.
Y quiero dar las gracias a los unos y a los otros. Unos por hacerme ver qué lugar ocupo en esa faceta de mi vida, otros por compensar con creces la sensación de sentirme humillada. Y curiosamente no me siento así. Me alegro de que disfrutasen, de que se sintiesen protagonistas, de que hiciesen reír a muchas personas, aunque yo no estuviese. Hace mucho que perdoné esas mentiras que sobre mí se vertieron (y lamentablemente se vertirán), esos desprecios que solo me producen pena y vergüenza ajena, y también superé la sensación de sentirme invisible para la mayoría.
Soy feliz en este estado. No quiero más. Soy visible para quien me quiere y ese grupo es infinitamente mayor que el otro.
Quería agradecer especialmente sus palabras a una amiga fotógrafa que más que nadie me hizo entender quien soy. Gracias guapa, esta entrada va por ti.

martes, 22 de marzo de 2016

Microrrelato de 2012

Hoy me puse a  revisar los cientos de emails que nunca borré y entre ellos encontré un microrrelato que me encargaron a finales de 2012. Es curioso que aparezca ahora que tanto hago trabajando con la Ley de la Atracción. Lo comparto porque creo que nunca lo publiqué y a mí me ha gustado.
ENCUENTRO EN LA PLAYA

El vislumbrar su manto color canela hace que mi corazón acelere el ritmo de mis piernas para llegar a la playa. Entre el batir de sus latidos que retumban en mis oídos, el sonido del mar, salvaje, va penetrando poco a poco en una melodía inacabable.
Hundo mis pies en la arena, y el fluir de su calor por entre mis dedos acrecienta la sensación de presencia. Aquí y ahora. Todo es posible.
Guío mis pasos hacia el agua. La espuma blanca de las olas se diluye en la orilla besando con timidez la arena seca y cálida, tornándola firme y fresca.
Miro al horizonte y el sol, cada vez más tímido, aún irradia sus rayos en un cielo azul que anuncia una puesta de sol anaranjada.
Algunas personas pasean en paralelo a la costa. Otras simplemente se sientan a la orilla a observar el vaivén de las olas en su perpetuo caminar. Un chico corre por el margen del agua. Algo cae.

—¡ Perdona! — grito — se te ha caído algo.

El chico se gira sobre sí mismo y unos grandes ojos verdes, enmarcados por unas largas pestañas me miran con extrañeza.

— ¿Me hablas a mí? — me responde con una respiración jadeante y entrecortada

Me impacta esa mirada y solo se me ocurre una cosa: «Tengo que retenerlo como sea»

— Es que me parece que esto es tuyo — digo. « Piensa Brenda, piensa...que se te va».

He recogido un papel de color amarillo que tiene algo anotado. Si no me hubiese dado cuenta el agua lo habría engullido y el chico no se habría dado ni cuenta. No creo en las casualidades y por eso busco en mi cerebro la fórmula para conseguir que éste se pare y me acompañe en el paseo vespertino.

Le alargo el brazo para entregarle el papel y él se queda mirándome a los ojos sin prestar atención a mi brazo extendido.

— Muchas gracias — responde — no era algo muy importante. No hasta ahora — enfatiza—  pero me alegro de haber cogido esa nota justo antes de salir. De no haberla llevado no se habría caído, y me habría privado de la oportunidad que me brinda ahora la vida.

— ¿Cómo dices? — apenas me puedo creer que esto esté sucediendo. Deseaba encontrar una excusa para retenerlo y él se retiene solo ante mí — ¿No era importante y aún así estás contento de que te haya interrumpido en tu sesión de deporte?

— Cada tarde salgo a correr a esta misma hora — suspira. Su respiración va retornando a la normalidad y se va acompasando al ritmo que marcan las olas.
Estamos frente a frente. Dos desconocidos que se acaban de mirar a los ojos y que están buscando excusas para permanecer juntos.

— ¿Puedo acompañarte? — me pregunta sin más — ya he perdido el ritmo de la carrera y me apetece más disfrutar del espectáculo que se anuncia para hoy.

— Claro, la playa es de todos y me parece bien pasear en compañía — las palabras no han terminado de salir de mi boca y ya estoy arrepentida por lo dicho — Eh...quiero decir, que sí, claro..que será un placer pasear contigo.

— ¿Sabes una cosa? Yo no  creo en las casualidades y sé que hoy estábamos destinados a conocernos

— ¡Qué casualidad! — rectifico — oh, no...casualidad no...¡Qué!...¿qué?. Es que yo pienso exactamente lo mismo, que la casualidad no existe, pero casualmente hoy hemos coincidido, estamos coincidiendo...y no encuentro las palabras para definir lo que acaba de pasar, lo que pasa...

— ¡Ja, ja, ja! — ríe con dulzura — eres adorable. Ese titubeo que acompaña a la firmeza de tus ideas es una mezcla perfecta para unos ojos tan hermosos y una luz tan intrigante.

— Creo que se llama sincronicidad o algo así...— trato de reponerme del impacto de estas palabras — tener en el pensamiento algo, o pensar en alguien y de repente todo permite que lo que imaginaste se manifieste en tu mundo físico.

— ¿Quieres decir con eso que ya habías pensado en mi? — sonríe burlonamente y el sol, anaranjado, se refleja en el fondo de sus preciosos ojos verdes. La playa se torna cada vez más gris pero la chispa que ha surgido ilumina casi tanto como el sol.

— Solo digo que venía pensando en lo bonito que sería ver la puesta de sol acompañada de alguien agradable, y aquí estás tú. No sé si esto será sincronicidad o casualidad, o causalidad, o el destino, o son cosas de la ley de la gravedad que hizo caer ese papelito...quién lo sabe. El caso es que aquí llevamos ya un rato...un rato muy agradable por cierto

— Cierta vez leí que la sincronicidad se confunde con la magia. Hablamos de momentos mágicos cuando somos conscientes de que lo que nos está pasando es la respuesta a nuestros deseos más profundos. Sentimos que algo sobrenatural está ayudando a nuestros sueños a materializarse. Como si un mago azul, como el de Aladdin, estuviese esperando a que le mandásemos un pensamiento para hacerlo realidad mediante la magia.— Me toma de la mano — y hoy el mago se ha materializado en un posit, cuadrado y amarillo con una información intrascendente pero que ha permitido que entablemos esta conversación.

— ¿Entonces crees en la magia?¿Piensas realmente que hay algo que permite que los sueños se hagan realidad solo por el hecho de soñarlos? — por un momento miro al mar e imagino que por entre la espuma de las olas se asoma Neptuno para guiñarme un ojo lleno de complicidad — ¿Te puedo preguntar una cosa?

Me doy cuenta de que ha seguido el recorrido de mi mirada hacia el mar y siento cierto rubor al imaginar la cara que habré puesto al descubrir al dios del mar lanzándome tal gesto de complicidad.

— Pregunta lo que quieras — titubea — ¿Me has dicho tu nombre?

— No, no te lo he dicho, perdona, soy Brenda ¿cómo te llamas tú? — quiero mantener firmeza pero poco a poco voy sintiendo como mis piernas se hunden más y más en la arena — pero ten en cuenta que desde el momento en que me digas tu nombre dejaremos de ser desconocidos.

— Acepto el reto de convertirme en un conocido— sonríe con la sonrisa más radiante que he visto jamás — soy Pedro — dice sin más — y ahora...lanza tu pregunta...¿después puedo preguntar yo?

— Claro — respondo — A ver, si el mago de Aladdin apareciese ante ti ¿qué le pedirías?

Se ha quedado muy pensativo. Su mirada ha viajado en un momento hacia la raya del sol que presto a morir regala ya sus últimos destellos en el mar, hacia la arena de la duna que se oscurece por momentos, y hacia mí.

— No es una pregunta fácil la que haces, amiga Brenda.. Imagino que lo que te responda será fundamental para que avances en el conocimiento de este, hasta hace unos minutos, desconocido de la playa. Si te soy completamente sincero puedo llegar a resultarte absurdamente mentiroso o idealista pero lo cierto es que sí hay sueños que me gustaría ver realizados, sea con la ayuda de ese divertido y maravilloso mago, o sea por la transformación completa del ser humano.

No sé qué es lo que está pasando, pero por momentos, voy sintiendo que una gran fuerza me va subyugando con las palabras de mi recién estrenado amigo. Intuyo que va a decir algo interesante, algo sorprendente, algo mágico...¡claro!...¿cómo no?

— Mi gran deseo — dice girándose  hacia mí. No para de acariciar mis ojos con una mirada que va adquiriendo, con la presencia de la noche, la tonalidad del musgo navideño — es que en el mundo nadie sufra. Y fíjate que no digo que salvemos el planeta, o que erradiquemos el hambre o que amemos a nuestros semejantes. Solo pido que no haya sufrimiento. Y con ello creo que lo abarco todo. No se sufre si no falta el alimento, si no falta el amor, si podemos observar nuestro entorno y verlo sano y sostenible, si la enfermedad no nos ataca, ni se arrima a nuestros semejantes.  No se sufre si el amor nos acompaña, si participamos en la felicidad de los demás, si respetamos nuestro cuerpo y nuestra mente. Ese es mi deseo.

— Es tarde, Pedro — Necesito salir de aquí porque es imposible que lo que oigo pueda ser cierto — si te parece seguimos con nuestra conversación en otro momento. Se está haciendo de noche y no quiero que se preocupen en casa. Ya nos vemos...

—  Ya ves, Brenda — un destello de tristeza comienza a nublar unos ojos que se vuelven cada vez más negros — los sueños no son magia, porque de serlos el sol se habría esperado un poco más para evitar el sufrimiento que tu marcha me produce.

Un escalofrío recorre mi cuerpo y dirijo mis pasos hacia el paseo marítimo. Al fondo, la luz mortecina de las farolas indica que la magia se acaba y que lo que empezó por el capricho de un posit amarillo finalice con el sueño más maravilloso que algún ser humano pudo imaginar.

sábado, 19 de marzo de 2016

El último segundo

Lo que dista la vida de la muerte es una distancia imperceptible, un instante ínfimo, un flash instantáneo. 
Ahora estamos vivos, imaginamos proyectos, soñamos dormidos...y despiertos y en una imperceptible inmensidad todo ese presente ha terminado.
Como dijo Jorge Manrique "Despierte el alma dormida"... Mas que despierte antes de cruzar al otro lado. puesto que el alma no muere, solo duerme en cuanto ocupa el cuerpo vivo. Si despertase y se diese cuenta de su inmortalidad el mundo entero cambiaría.
Aprenderíamos la lección del amor incondicional. Aprenderíamos que estamos jugando un juego de roles y que en la próxima partida nos puede tocar ser el niño refugiado que morirá en una orilla cualquiera, o la mujer maltratada que no ve más allá de la prisión de su cocina, o el transexual que vive preso en un cuerpo que no reconoce, o...¡hay tantos personajes en este juego!
Lo absurdo es creernos inmortales en nuestra mortalidad. Lo inmortal solo obtiene el pleno entendimiento en cuanto suelta su materialidad. O cuando despierta en vida y es consciente de que ésta es apenas un instante elegido para adquirir nuevas experiencias con las que seguir avanzando.
Hoy le dedico mi entrada a esa compañera de una amiga que ayer, al cruzar un ceda el paso, encontró que era el camino hacia la laguna Estigia, donde el barco de Caronte la esperaba. Aún estará dormida, porque no esperaría regresar tan pronto y sin prepararse, pero pronto será consciente de su inmortalidad y decidirá que rol quiere en la próxima partida. Descansa en paz...o no?

martes, 16 de febrero de 2016

Impaciencia

Saber esperar es un arte que tampoco domino, como no sé ni pintar, ni componer.
A veces me cuesta ser paciente. Soy impulsiva porque quiero vivir ya, mi presente, como si la vida se me fuese a pasar si no la viviese de un sorbo inmediatamente.
Siento como el tiempo pasa tan veloz y apenas hago nada de lo que deseo, que cuando siento una oportunidad delante quiero cogerla captarla, sentirla y vivirla: Carpe diem.
Mas también eso produce tal frustración que no sé cómo encajar en una vida tan simple como la mía toda la emoción que busco.
Impaciencia, cruel, ¡no me domines!. Las cosas pasarán cuando deban de pasar y solo me queda asumirlo.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Y la vida me regala otro momento inolvidable

Yo tenía 6 años.
Acostumbrada a estar rodeada de hermanos el estar en aquel colegio sola me hacía sentir extraña. Solo fue un año de mi vida, pero nunca podré olvidar aquella mañana.
Vinieron a buscarme. Vino mi hermano y ya en sí eso era una novedad.
Habías nacido ese 15 de octubre.
El pequeño Álvaro cumplía ese mismo día 5 años y viniste a regalarnos a todos tu presencia.
"Parece china" fue lo que pensamos o dijimos los dos pequeños cuando te vimos.
Una carita sonrosada con unos ojos rasgados fue lo primero que vimos de ti.

Hoy, 42 años y unos meses después de aquella mañana, vuelvo a sentir la ilusión de una niña pequeña al pensar que en breve serás madre por primera vez.

La emoción nace desde lo más profundo, de ese lugar donde el amor es infinito y que se desborda en momentos como estos.
Valentina está al nacer, en horas, en días...pero pronto podré volver a experimentar esa sensación que me embargó hace ya cuatro décadas.
Y me siento inmensamente feliz porque ha sido una niña muy soñada, muy deseada.
De alguna manera siento que, aunque yo solo soy una tía más de las muchas que esta niña tendrá al nacer, algo he aportado a que estuviese aquí, tan cerca de nosotros.
En estos últimos años he trabajado tanto con la bioneuroemoción, la biodescodificación, los duelos familiares, las constelaciones..., en un intento de liberar a mi familia de las cargas de nuestros ancestros, que de alguna forma he contribuido a facilitar que los impedimentos que se arrastraban se fuesen disolviendo en el olvido.
Siento que esta niña va a ser un alma nueva, increíblemente bella por dentro, libre de todas las cargas que hemos ido arrastrando muchos miembros de la familia. Esas cargas que por una serie de circunstancias no nos competían de una forma directa, pero que por fidelidad al clan familiar íbamos incorporando a nuestros "discos duros", con programas dañinos que se ejecutaban cuando alguna similitud con actuaciones pasadas se repetía...para sanar, para reparar y tristemente también para sufrir...
Eso queda atrás.
Ahora solo deseo que Valentina nazca pronto, sana, bella, radiante guerrera del amor. Y que sea receptora, a su vez, de todo el amor de esta familia que pone sus esperanzas en que crezca feliz.
A ti, queridísima Beatriz, te deseo toda la fuerza necesaria para hacer un trabajo de parto que sea aceptablemente fácil, aunque parir no lo es. Te deseo mucha paciencia para reajustar tus hormonas que andarán muy locas durante semanas. Te deseo clarividencia para vislumbrar qué quiere de ti tu hija cuando quiera comunicarse de la única manera que ella sabe, llorando. Te deseo mucho amor.
A veces quisiera poder dominar las palabras para expresar lo increíblemente feliz que estoy imaginando a mi padre, en otro plano, viendo como una heredera de su clan, ahora libre de ataduras, echa a andar en esta nueva experiencia humana.
Valentina, querida, estamos esperándote.

viernes, 5 de febrero de 2016

La Tristeza (Tema propuesto por alumnos)

¿Porqué me siento triste si quiero que la alegría inunde mi corazón cada minuto de mi vida:
¿Porqué existe la tristeza?
Porque a veces el corazón necesita sentirse oprimido para comprender y reconocer el valor de todo lo bueno de la vida.
La tristeza es una gran maestra que nos visita algunas veces para enseñarnos a valorar todo lo bueno que nos rodea.
 A veces en la vida vivimos como si tuviésemos permanentemente una venda en los ojos. Nos quejamos por pequeñas tonterías porque no somos capaces de ver la gran inmensidad que nos rodea.
Y viene la tristeza, acompañada de un momento trágico de nuestra existencia, y nos quita ese pañuelo que no nos deja ver.
Y sin ese impedimento nos empezamos a dar cuenta de cuán afortunado éramos y no lo valorábamos.
Teníamos amor, amigos, sonrisas, personas que nos aportaban su tiempo...y no los veíamos
Solo cuando somos conscientes de esa gran fortuna que nos rodea empezamos a valorar la vida, y a veces es ella, "la tristeza", la que permite que finalmente despertemos.
No es malo, pues, estar a veces triste. Esa profesora nos enseña cada vez que nos olvidamos de dar las gracias a la vida por todo lo bueno que nos regala.
Una vez que ese aprendizaje se inserta para siempre en nuestro corazón la tristeza vendrá cada vez menos, y las circunstancias tristes se verán como lecciones, que se aprenden, que se agradecen y ya solo toca que retornen la alegría y las ganas de vivir.
No hace mucho escribí sobre la metáfora de mi vida equiparándola con un libro. ¿Cómo insertar este capítulo en él?
Hay momentos en los que el capítulo "Toca estar triste" aparece irremediablemente.
Es cuando pierdes a un ser querido, sientes una gran decepción porque alguien a quien quieres te abandona, te hiere, te defrauda.
En ese momento es cuando debemos pararnos, reflexionar, llorar y después dejar paso al sol, a la alegría, al agradecimiento porque hemos de comprender que no existiría el crecimiento personal sin esas lecciones que duelen en la vida.
Pero si la voluntad de salir cuanto antes de esa emoción se impone, pronto volveremos a sonreir. Debemos trascender al dolor, aceptándolo como necesario, pero no volviéndonos esclavos de él.
Las personas que no quieren superar la tristeza son aquellas que se deprimen y solo quieren ver el mal en los demás. Se reconcomen en su dolor y se sienten las únicas protagonistas de su tragedia, como si nadie más en el mundo hubiese perdido un ser querido, por muerte, por abandono, por enfado...
Así que, cuando la tristeza te embargue, inicia un diálogo interior con ella y dile claramente, mirándole a esos ojos sin vendas:
"Te agradezco todo lo que tu presencia me ha enseñado. Soy un buen alumno y he aprendido a ver todo lo bueno que tengo a mi alrededor. Agradezco la vida que tengo y el amor que me rodea. Puedes marcharte"

sábado, 30 de enero de 2016

La Rabia (Trabajo en el aula)

Hoy les propuse a mis alumnos un reto: tenían que elegir un tema que les surgiera del corazón para que escribiesen sobre él, utilizando metáforas tal y como yo suelo hacer con ellos al explicarles o cuando escribo algo.
A cambio ellos me decían un tema del que quisieran que yo escribiese y así todos, en silencio, tratábamos nuestros temas asignados desde el respeto y la sensibilidad.
 Aquí lo que yo escribí en cinco minutos. Creo que ellos se esforzarán más la próxima vez pero ya van saliendo escritos muy bonitos y, sobre todo, empiezan a darse cuenta de que estudiar Lengua no consiste en aprenderse de memoria la teoría, sino en aplicarla para expresarnos, tanto por escrito como oralmente.

LA RABIA (tema propuesto por mis alumnos para mí)

De repente la sangre hierve. En tus sienes el calor se expande hacia los ojos y aprietas los labios para reprimir las lágrimas.
Como el niño que no puede evitar llorar cuando su globo favorito se explota, o se marcha volando al infinito, la rabia te posee desde lo más profundo cuando no puedes comprender el dolor que se expande por el mundo.
Siento rabia cuando tratan de imponerme ideas que no me resuenan en el corazón.
Siento rabia cuando veo la cara famélica o helada de un pequeño inocente que acaba de ser rescatado de la muerte.
Siento rabia cuando trato de abrir mi corazón al mundo y la mediocridad no le da el valor que tiene.
Ante esto ¿qué puedo hacer?
Quizás baste solo con respirar profundamente y resignarme porque soy solo una persona más, de entre sietemil millones de personas.
O puedo gritar en mil foros, ser altavoz de las injusticias, aclamar por el respeto a nuestros semejantes y a nuestro mundo.
¿Qué pasará cuando ya no sienta rabia?
¿Me habré anestesiado contra el dolor ajeno?
No quiero convertirme en un ser insensible y por eso me sigo sintiendo viva cuando esa emoción me invade en algunas ocasiones.
¿Es negativo? No lo creo
Solo lo es cuando quien siente rabia la fundamenta en el odio hacia otras personas, quien se enrabieta por la falta de cosas materiales que no son necesarias ni esenciales.
Solo esa rabia es despreciable.
Sentirla por el dolor del prójimo es tan loable como sentir amor.

viernes, 29 de enero de 2016

Palabras que hieren de muerte

Hoy quería reflexionar sobre esas palabras que a veces se pronuncian, se oyen, se escriben o se leen que son como puñales afilados que se clavan en el alma.
¿Cuántas veces en la vida habremos experimentado ese dolor agudo y persistente por unas palabras mal elegidas que solo buscaban provocarnos tristeza y malestar?
Y no pasa. La mente, perversa e infinita, no es capaz de olvidar del todo. Recurrentemente vuelve a traer a la memoria ese momento inmóvil en el que las palabras fueron pronunciadas, escritas o gritadas. Y el dolor se repite tal y como se sintió esa primera vez.
¿Y la terapia? Quizás el olvido, el perdón, la distancia o las siempre sanadoras lágrimas.
Hay un dicho popular que dice que las palabras se las lleva el viento, como a las nubes. Pero al igual que éstas dejan huella en forma de charcos, riegan los campos y propician la vida, las palabras pueden dejar sonrisas, esperanzas e ilusiones.
Mas también como aquellas provocan inundaciones, ocultan el sol o potencian la tristeza, hay palabras que destrozan almas, rasgan la sonrisa en rictus severos y muelen el corazón.
Por eso hay que ser conscientes de que cuando nuestra mente idea palabras hirientes hemos de saber dominarlas para no dejar cicatrices imborrables en las personas a las que queremos. Porque la hoja arrugada, como también recoge el acerbo popular, jamás vuelve a su estado original por mucho que la planchemos y un corazón maltratado por el puñal de las palabras nunca latirá con la misma fuerza.

sábado, 23 de enero de 2016

El libro de mi vida

Hoy pensé en la similitud que hay entre mi vida y un gran libro.
Mi vida es un libro en el que algunas páginas han quedado marcadas con leves esquinas dobladas y otras, simplemente, son páginas de contenidos intrascendentes.
Hay momentos en los que me ha costado mucho trabajo tragar capítulos de mi libro. Son esos capítulos en los que la trama se enrevesaba tanto que no sabía si debía volver a leerlos o pasar al siguiente sin que acabase de comprender la trama del anterior.
Últimamente trato de pasar páginas rápidamente, porque he decidido que ya había perdido demasiado tiempo mirando algunas que no me aportaban mucho.  Y era mejor avanzar.
La decisión de tomar la esquina, asir con fuerza y girar hacia el futuro no es tan fácil como parece. Pero se hace. Ante mí, nuevas páginas con tanto por leer...
Algunas de estas nuevas páginas han resultado interesantes, porque aparecían nuevos personajes, se retomaban tramas anteriores y las historias se iban completando, cerrando, o abriendo a nuevas aventuras.
Es curioso como cada nuevo capítulo te hace revivir momentos ya vividos: sensaciones, sentimientos, emociones, alegrías, penas, esperanzas, ilusiones, tragedias, dolor, sueños...
Como si viviésemos en un bucle constante las nuevas tramas te hacen revivir momentos que pensabas olvidados para siempre. Los buenos. Los malos.
No sé cuántas páginas le quedan a mi libro. Igual muchas, igual pocas. Quizás hoy estoy escribiendo un epílogo y ni siquiera soy consciente. Pero aún así reflexiono sobre ello.
Solo quiero que en las páginas que me quedan por leer, en las historias que se entrecrucen en mi vida, haya siempre una voluntad de ser feliz, de sentir intensamente el amor, la amistad, la alegría, el agradecimiento, dando cabida a todo lo bueno que se haya podido escribir en todos los libros de todas las personas que forman parte de mi existencia.
Hoy paso otra página más. Sé que vendrán algunas dolorosas. Están en mi libro como están en el libro de otras personas, pero no tengo intención de leer atropelladamente para adelantarme al sufrimiento.
¿Qué me regalará hoy? No lo sé, pero ahí está la belleza de este libro: que nunca sabes qué hay al otro lado de este momento.