miércoles, 21 de diciembre de 2011

Deseos de futuro

Cuando el año está a punto de acabar llega la hora, como siempre, de hacer análisis de lo que ha supuesto este 2011 para mí. Y no es fácil hacerlo, por muchas razones que no puedo comentar por estos foros, pero aún así voy a tratar de valorar todo lo bueno que estos casi 365 días ha aportado a mi vida.
El año comenzó con una certeza clara de que las cosas cambiarían. 2010 me había despedido con un mensaje claro de que en la vida las cosas no son lo que parecen y que hay que mirar al frente y dejar que todo fluya. Y eso hice.
Y las cosas fluyeron y algo en mi interior fue cambiando radicalmente. Necesitaba dar un giro a mi vida y la vida me dio el giro que necesitaba. Desde el interior anhelé y conseguí algunas cosas que venía soñando desde hacía mucho tiempo.
Tomé decisiones dolorosas pero que me hicieron más consciente, más valiente, más independiente y aprendí a trasladar el amor que siempre brindaba a quien no lo merecía, hacia mí misma.

Aprendí a quererme y a querer a muchas personas más que me aportaban, a su vez, su cariño de forma desinteresada y fui consciente de que hemos de ser algo más egoístas a la hora de amar. No cabe darlo todo a cambio de nada y eso es lo que yo venía haciendo durante muchos años en mi vida.
Mi transformación interior fue acompañada por una transformación física que hacía que recuperase a la Irene que se había ocultado durante mucho tiempo de ella misma, de mí misma, quiero decir. Tras una gran masa de grasa se ocultaba una mujer mucho más bella y rica que comenzó a darse cuenta de que podía brillar por sí sola y que nada ni nadie podía volver mate mi brillo si yo no lo permitía. Me lustré como una lámpara maravillosa y de mi interior fueron saliendo genios que aportaban a mi existencia aquellos deseos ocultos que pugnaban por salir.
Y desde esa transformación fui abriendo mi alma a la vida. Fui consciente de mi verdadera identidad, de mi condición de ser inmortal y me acerqué mucho más a ese fragmento de Dios que habita dentro de mí y al mismo tiempo me hace ser parte de un todo, único.
Recordar quien he sido ha sido fundamental para entender que solo estoy de paso, y que la felicidad está en cada minuto que vivo día a día. Que no consigo nada quejándome de mi realidad si no soy el motor que la mueve y que para ello debo arrancar cada mañana para que todo funcione mejor.
Aprendí a que soy la única responsable de mi vida y que el amor, el perdón, la responsabilidad personal y el interés hacia los demás son las fuentes de energía que deben movilizar mi existencia.
He aprendido que la vida es como una gran espiral que en determinados momentos te acerca o te aleja de aquellos a los que amas o que te dañan. Que unas veces estás arriba y otras abajo pero que siempre debemos mirar hacia el centro, hacia el interior, y que nuestra fe en nosotros mismos hará que lo malo pase pronto y que lo bueno permanezca el mayor tiempo posible.
Despido el año con críticas hacia mí misma, porque ahora me doy cuenta de que he desoído a mi corazón en algunos asuntos y he vuelto a cometer los mismos errores. Se va el año de los gemelos, el 11, el 44, y entra en mi vida el 2012. Solo espero que en las decisiones tomadas en estos días pueda asentar la ilusión para un año que se prevee de cambios importantes para la humanidad, pero no cambios catastróficos, como algunos tratan de decir, sino cambios interiores. Despertares de conciencia que harán que todo sea mejor. Espero que este año sea el inicio de algo bueno que me haga llevar a cabo, por fin, mi proyecto de vida...tan lejos ahora...

jueves, 8 de diciembre de 2011

En otros ojos


Tras los ojos está el alma. Son los ojos la puerta de entrada hacia lo más personal y en ellos consigo ver al ser adimensional que habita dentro.
Popularmente se dice que los ojos son el espejo del alma y yo defiendo que son más bien los cristales transparentes hacia la misma. Un espejo puede distorsionar porque la imagen que refleja es exactamente eso, un reflejo, con la izquierda en la derecha y la derecha en su contraria. No, no son un reflejo, son una mirilla coloreada de múltiples tonalidades, hacia el ser inmaterial y eterno que ocupa el cuerpo que los lleva.
Unos ojos pueden mostrarte un alma maravillosa y al conocerlos sientes una paz inusitada y placentera que te hace sentir bien con la persona dueña de los mismos.
Otros, sin embargo, te producen desasosiego y un rechazo irracional te hace huir de los mismos. Algo, incomprensible, te hace sentir un malestar interior hacia ese alma que habita ese cuerpo que, aparentemente, puede ser estupendo, pero los ojos te transmiten miedo, inseguridad, cautela...
Creo que a todos nos ha pasado alguna vez. Hemos amado instantáneamente al conocer a alguien. El mirarlo o mirarla a los ojos nos ha hecho vibrar el corazón desde lo más profundo. Nos hemos enamorado de esa persona instantáneamente, como si nuestra alma la hubiera reconocido y de repente se hubiera reencontrado a través de los ojos.
Y ese amor que se siente no tiene porqué ser un amor hombre-mujer porque el amor va mucho más allá de una mera atracción física. Puedes amar mucho a alguien de tu mismo sexo y se convierte en tu mejor amiga. O a alguien del sexo opuesto sin que ese amor implique algún tipo de contacto sexual. El amor es mucho más. Es un reconocimiento de unas almas que coinciden en un punto crucial para ellas. Y probablemente todo cambie en la vida física de esas almas desde que se encuentran.
También sucede lo contrario. Conoces a alguien e instantáneamente te cae mal. Ningún motivo objetivo te da las razones para que sientas esa sensación tan desagradable pero sabes que hay algo que no te cuadra en ese ser humano y tiendes a separarte de él. Consigues superar esa sensación y hasta interactúas con ese ser humano durante años, hasta que la vida te da la respuesta a aquella primera impresión. Al final no te habías equivocado y ese alma acabó demostrando, con sus actos intervivos, que tu primera impresión, al mirar aquellos ojos por primera vez, era acertada. Es algo que vas aprendiendo con las experiencias vitales.
Por ello me gusta mirar a los ojos. Quien esquiva los míos no quiere ser conocido, descubierto o teme expresar mucho más de lo que quiere. Pero yo reclamo. Me niego a dejar que se me niegue mirar por esa escotilla. Me es necesario, vital, insustituible.
Lo que sí debo aprender es a cerrar mi boca ante las impresiones que unos ojos pueden causar en mí y a disfrazar mi semblante cuando una mirada me atraviesa el pecho en cualquiera de las dos impresiones. Si amo, me protejo, si siento angustia, me protejo aún más...
Aquí queda mi reflexión sobre los ojos, sobre la inmaterialidad e inmortalidad del alma y sobre mí. En mi caso solo tengo operativa una puerta hacia el alma, ya que mi ojo izquierdo campa a sus anchas hace mucho y no consigo enfocarlo de ninguna de las maneras. Creo que este blog trata de suplir su falta dejando que vea mucho más allá de lo que mi ojo derecho, el bueno, me permita ver...

Cánticos en la madrugada

Un mástil de bandera caracoleando en el aire. El aire de la noche se agita a su paso y un frío cortante se acerca a besar las caras emocionadas del público. El olor a dama de noche acompaña la copa de vino, solera, que nos han servido en una bodeguita cercana. En lo alto del pedestal Don Juan Tenorio, abrigado con la capa de tuno, escucha con atención los acordes que varias decenas de voces masculinas le dedican esta noche.

He vuelto a vivir la magia de una noche que había olvidado. Tras más de 20 años viviendo este evento lejos del centro de Sevilla, he recuperado el estremecimiento que los cánticos nocturnos de los tunos ante la imagen de la Inmaculada Concepción me producen. Y en la plaza del Tenorio, en el lateral de los Jardines de Murillo, en la acogedora plaza de Santa Marta, sentada en la base de piedra que sostiene la cruz, o en los distintos rincones del barrio de Santa Cruz de Sevilla he vuelto a disfrutar de una jornada inolvidable. Ni el frío cortante de la noche, ni el dolor agudo de mis desacostumbrados pies ante la elección del coqueteo antes que la comodidad, han podido evitar que la noche pasada haya sido emocionante para mí. He cantado, he observado a miles de hombres que durante una noche se nan volcado en entonar canciones para todos, con emoción, con alegría, con pasión.
Me he regocijado ante unas letras profundas, que me evocaban historias de amor, de ilusión, alegría...
Y he sido una vez más consciente de todo lo que pasaba, de lo que veía, de lo que sentía, olía o escuchaba. Los trajes intemporales de unos tunos que se alejaban definitivamente de la imagen del estudiante universitario que yo recordaba. Eran los mismos de siempre, los que yo veía hace 25 años, hombres entrados en la cincuentena que se resisten a que una tradición tan bonita se pierda ante la desidia de la mayoría de los estudiantes universitarios de hoy. De estos alumnos de ahora que prefieren disfrutar de una botellona bien servida en cualquier aparcamiento de Sevilla que renunciar a sus herrajes auriculares o labiales, para mostrar la imagen de un estudiante encapado, con lazos de colores, bordados por la novia o la madre, o pantalones bombachos de terciopelo.
Solo algunos más jóvenes se han atrevido a apuntarse a la tuna que les corresponde. Casi imberbes sus ropajes los señalan como novatos, pero en la pasión de su cantar se vislumbra la savia nueva que mantendrá esta tradición tan sevillana, uno más, sin duda de nuestros tesoros inmateriales.
Debo repetir, cámara en mano, el próximo año. Recuperar una velada mágica desde todos los ángulos (excepto el del dolor de pies). Disfrutar del tonteo que unos tunos bien cargados de efluvios etílicos se esfuerzan por superar. Reír ante los piropos de unos jóvenes espontáneos que han adquirido la vestimenta de algún otro tuno veterano que entrado en las carnes de la edad tuvo que renunciar a ella y adquirir algo más holgado que les permitiese seguir, una año más, cantándole a los sevillanos.

Estos primeros, ni saben cantar como los auténticos, ni bailan la pandereta con la misma gracia de los veteranos, pero se esfuerzan por participar colándose en las plazas en los interludios oficiales, para amenizar a un público que vitorea cualquier intento.
La noche ha sido mágica y si no la recomiendo a todos mis seguidores, es porque si se llena más, me quedaré sin poder disfrutar tan cerquita de esta joya sevillana. Cada año, la noche del 7 de diciembre...

martes, 6 de diciembre de 2011

Respuestas encontradas

A veces no sé porqué me sorprendo de las cosas que me va plantando la vida delante de los ojos. Ya debería estar acostumbrada porque voy predicando que todo pasa por algo, que no existen las casualidades sino las causalidades y aún así pasan cosas que me dejan sorprendida irremediablemente.
Hoy ha vuelto a pasar, con personas de un pasado muy pasado que me han dado respuestas a preguntas que yo me hacía hace apenas unos días. Las casualidades, o causalidades, han permitido que intuiciones que sentía se hayan convertido para mí, desde hoy, en certezas absolutas, dolorosas ciertamente, pero al menos me aclaran muchas cosas.
Y esas informaciones recibidas me hacen encontrarme, de nuevo, en una encrucijada vital para mí. Por un lado el corazón me pide que intervenga, que acuda a un lugar para hacer algo, porque el mismo hecho de conocer lo que ocurre me obliga, por el amor sentido hacia esa persona a tratar de ayudarla.
Por otro lado la razón, la gente que me quiere y sobre todo los antecedentes me frenan. Mi mente a veces estúpida pero otras muchas veces sabia, me dice que no sea tonta. Que ya me llevé un palo por meterme donde no me llamaban en este mismo asunto y que debo dejar que sean las personas las que pasen por sus etapas vitales y si deben volver a mi vida lo harán a su debido momento.

Así que ahí estoy. Queriendo intervenir con mi lápiz en la mano para poder cerrar este círculo que siempre me hiere, porque recordar a esta persona me hace, por un lado sonreir, ante las miles de experiencias vividas junto a ella, y por otro entristecerme al saber que está pasando por lo mismo que yo ya viví pero no quiso recibir un apoyo que yo sí añoré en el momento en el que estaba hundida.
Ahora ya sé su realidad. La vida me la mostró y solo quiero que pueda ver con más claridad el camino que debo tomar porque me parece muy absurdo que en mi corazón sienta un amor inmenso por personas a las que ni siquiera conozco y unas ganas de ayudar a los demás, y no pueda hacerlo con alguien a quien quiero desde siempre y que sé que necesita ayuda.
Supongo que son lecciones que debo aprender, pero cuesta mantenerse latente.

domingo, 4 de diciembre de 2011

En ese rincón siempre queda sitio



Siempre he sabido que en un lugar de este corazón que últimamente voy redescubriendo había un rincón muy grande donde ubicar a mis amigos. La entrada a ese espacio del lugar más importante de mi interior no ha sido muy grande y por ello no son muchas las personas que han llegado a ocupar un lugar allí. Los que lo consiguieron se convirtieron en esas elecciones de mi vida de las que siempre me he sentido orgullosa y que han conformado un ramillete de amigos y amigas que elegí durante todo mi camino vital.
De cada uno de ellos tengo recuerdos maravillosos que marcaron un momento importante para mí y por eso se quedaron.
Ya en los momentos de comenzar a escribir este blog, hace más de dos años, dediqué una entrada a Mis amigos. Desde aquel momento muchas cosas habrían de pasar en mi vida pero pude hacer un repaso de los amigos que siempre me acompañaron y a los que había reservado, para siempre, un lugar en mi corazón. Y eso que entonces no era tan consciente de lo que implicaba esa propia palabra "corazón", sede de un alma de la que he tomado consciencia hace relativamente poco tiempo.
En aquella entrada también reconocía que había que aprovechar cada momento porque había amigos que podías perder en cualquier momento, a veces por situaciones tristes y otras sin razón alguna.
Y como en estos días han pasado cosas que van relacionadas precisamente por una de estas pérdidas aprovecho la ocasión para expresar qué se siente cuando pasa precisamente eso. ¿Qué sientes cuando alguien que ha ocupado un lugar especial en tu corazón de repente desaparece?
Esta situación se me ha dado en los últimos tres años en dos ocasiones. Y si hay una palabra que defina claramente qué se siente ante esto solo se me ocurre la palabra dolor.
El dolor agarrota tu corazón ante una pérdida que no comprendes. El silencio, la sensación de fracaso personal, la impotencia, la desilusión, la reorganización vital y finalmente la aceptación.
Mucho he pasado en estos años y he aprendido que hay personas que aparecen en nuestra vida porque tienen una función que cumplir y que, una vez que han cumplido dicha función, simplemente desaparecen.
Hasta llegar a encajar mi realidad con esta sentencia que últimamente leo en muchos lugares fue una tortura recordar a esas personas sin que esa sensación de agarrotamiento en el alma no me paralizase desde lo más profundo.
Una de estas personas desapareció simplemente. Comenzó a esquivarme y yo no conseguía comprender porqué. Es más, en un primer momento no podía creerme que eso estuviese pasando, por lo que insistí durante un tiempo, tratando de contactar a ver si aclaraba las cosas. Pero no pude.
Y la tristeza se alojó en mi garganta. Tragué esa pena y el dolor se extendió a mi pecho. Pasado un tiempo pregunté a quien me podría ezplicar pero nadie supo qué decirme. Trataba con otras personas el tema y muchos me decían que no me preocupase, que yo era muy importante y que si las personas se alejaban de mí sería porque no debían estar en mi vida, pero yo seguí sin comprender.
Lo malo de perder a una amiga así es que no lo olvidas fácilmente. Los sueños te la recuerdan muchas veces y el dolor vuelve y vuelve.
El día que España jugaba la final de la Copa del Mundo yo escribía esta otra entrada de tono político y reflexionaba sobre lo que había unido a los españoles. Es día recibo un sms en mi móvil de alguien que me saluda y desea que España gane el mundial. Pregunto a mi remitente que quien es...y es ella...Y siento que mi corazón se alegra tan intensamente que en ese momento todo lo demás pasa a ser secundario. Me siento feliz porque esa amiga perdida se ha acordado de mí en un día trascendental y que quedará para siempre en la memoria de todos...Respondo al sms con esta misma idea...pero nada...
Ahora, hoy, reflexiono sobre esto porque esta querida amiga ha vuelto a mi vida, solo virtualmente, pero ha tomado la iniciativa de contactar y ahora no sé cómo actuar. Una alegría renovada me ha llenado, pero tengo tantas preguntas que hacer, tantas cosas que decir, que no sé cómo actuar...Solo se me ha ocurrido escribir esta entrada para que pueda comprender qué pensamientos han llenado mi cabeza durante todos estos años.
Si de algo me ha servido todo esto ha sido para decirle a todos los demás amigos que conservo, que si alguna vez le hago algo que les duela, que por favor me lo digan inmediatamente, me perdonen y lo hablemos, porque no podría soportar otra vez el dolor del abandono sin sentido.
Pero mi alegría es tan parcial...porque esta amiga no fue la única que perdí. La otra era aún más antigua, con más vivencias, más historias en común. Pero al menos sé que a ella la perdí por algo en concreto, un malentendido ante mi intención de ayudarla al pensar que estaba pasando por un mal momento...Me equivoqué porque no hay que ofrecer una ayuda que no se ha reclamado. Yo no podía pretender hacer lo que a mí me hubiese gustado que hicieran conmigo si estuviese pasando un mal momento.
Así que con la experiencia previa esta vez no he insistido. Simplemente he aceptado que no me quieran en su vida y dejo vivir.
Ahí queda esta reflexión de hoy. A ti, amiga, decirte que estoy feliz por haberte reencontrado aunque solo sea virtualmente. Que mi corazón nunca dejó de quererte y no ocupó el lugar que te reservé hace ya 15 años con un sentimiento diferente al del cariño y que me gustaría que algún día pudiésemos hablar directamente sobre todo esto. Si te herí espero que me perdones, del dolor que experimenté por todo esto, yo te perdono.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Hablar con mi interior


A veces quisiera poder hablar con el corazón. Obligar a que mi mente estúpida se olvidase por un momento de mí y dejar hablar a mi esencia, a mi verdadera naturaleza desde esos otros ojos que no se ven, que se intuyen y que se reprimen continuamente.
Cuando me enfoco dentro de mí toda la perspectiva vital desaparece. Mi vida se convierte en algo que va más allá que alimentar mi cuerpo físico o manifestarme en mi entorno exterior.
Todo se magnifica cuando se produce ese encuentro con ese rincón luminoso y divino que habita dentro de mí y que raras veces dejo asomarse al exterior.
Y es una pena que esta represión se produzca casi de cotidiano, porque cuando conecto ambas realidades es cuando comienzo a sentir que soy feliz plenamente, a pesar de la sencillez de mi vida o de los escasos momentos en los que puedo dimensionar de verdad quien soy yo.
Es cierto que cuando conecto con esa Irene profunda parezco una auténtica majara, porque hablo en unos sentidos que solo yo comprendo, por la sencilla razón de que todos mis sentimientos, mis emociones, mis vivencias y las irradiaciones que trato de transmitir deben pasar por el filtro previo de esta mente humana que debe de formar palabras para plasmar en un procesador de textos algo tan inmaterial como lo que experimento. Pero aún así no renuncio a tratar de expresar esta sensación tan bella y profunda que como una luz arrebatadora trata de salir por mi pecho.
Hoy me llegó un video sobre el timo, lo que algunos llaman la glándula de la felicidad y se proponían unos ejercicios para activar este trocito de nuestro cuerpo, que es tan desconocido y olvidado que resulta asombroso que pueda hacer cambiar la perspectiva de todo...
Y es ese momento en el que me doy cuenta de que la parte del cuerpo donde reside ese interior del que hablo debe acurrucarse muy cerca de ese órgano físico y que es junto a él y al corazón donde yo me señalo cuando hablo de mí, de mi yo, de Irene, de quien soy. Es ahí donde reside mi alma, no en mi mente vagabunda e indisciplinada, y es ahí donde me tengo que obligar a mirar cada vez que sienta que algo no funciona en mi vida.
Ahí mismo reside la fuente inagotable del amor, donde se siente el desamor y donde se añora el amor que no se tiene. Se siente el encogimiento del dolor, o la expansión que da la alegría ante unas palabras deseadas o una mirada añorada. Es ahí donde valoras que a veces quince minutos felices en una vida pueden compensar muchos días de vacío, porque en ese escaso tiempo el amor llena esa parte del interior que las experiencias externas van vaciando poco a poco. Como en un surtidor de energía global, esos momentos robados a uno mismo completan un círculo que es imposible de cerrar, limitando mis deseos, de hace unas semanas, de ir cerrándolos. Porque a veces esos círculos que se completan pero no se cierran dan sentido a toda la espiral en la que se convierte la vida.
Sé que muchos sueños se quedarán sin cumplir, quizás porque no se desean con el interior o porque en la intención que se pone al soñarlos siempre queda un resquicio de duda y esa falta de convencimiento da al traste con su consecución. Pero en soñarlos se crean realidades que pueden llegar a materializarse si se van formando en la esencia y se van trasladando hacia la mente, y de ahí hacia la vida física.
En algunos aspectos sí estoy logrando mis objetivos, a pesar de que me juego mucho con ello, pero me siento feliz por dejar que esa parte de mi interior, tan bella, tan plena y tan real, esté conectando, por fin, con mi mente (dejemos de llamarla estúpida) para transmitirlo hacia afuera.