viernes, 5 de junio de 2015

Abriendo mi conciencia (Recuperando entradas que me impresionan. Junio de 2013)

Ayer, hablando con una muy sabia amiga fui consciente de muchas cosas nuevas que han ampliado mi visión de quien soy.
Mi amiga me explicó usando un ejemplo muy gráfico cual es el origen de nuestra esencia y qué significa el concepto de que "todos somos uno".
Integrar en la vida material esa evidencia hace que todo se trastoque, puesto que hay que replantear nuevas formas de relacionarse no con tus "semejantes" sino con tus "iguales", tus otros "yo", partes de un todo infinito del que todos compartimos una pequeña parte con todas las cualidades de lo general.
Manoli usó el ejemplo del mar. No sé si eso surgió de su propia cabeza o esa similitud ya existía pero debo reconocer que, de repente, me abrió los ojos, esos que siempre se abren como platos hacia el interior cuando algo me impacta.
Entrar a valorar que apenas somos un recipiente, con forma de Irene, que contiene la esencia del todo, todos sus componentes, su recuerdos, sus vivencias, sus virtudes, al igual que un tarro lleno de agual del mar conserva en su interior la esencia del gran océano, su sabor, sus nutrientes, sus componentes químicos...
Es tanto agua de mar la que permanece en movimiento sobre la mayor parte de la tierra, como la que atesoro en un antiguo bote de miel o en una botella de plástico.
Si llenásemos miles de botes de agua, el mar apenas lo notaría y seguiría siendo impresionante. Y cada uno de esos botes conservaría en su interior la esencia de todo.
De la misma manera, todos formamos parte de la misma esencia divina y somos los recipientes que contienen una parte idéntica en su integridad, de ese TODO infinito.
Por eso desde todos los sistemas de creencias se opta por orientarnos a mirar hacia adentro, mediante la oración (que realizamos en silencio), mediante la meditación o mediante la toma de "conciencia" de quienes somos.
Hace unos meses hablé de la "magia de las regresiones" al estar convencida de que mucho de los recuerdos que afloraban durante la meditación se correspondían a vivencias despertadas de vidas pasadas. NO puedo decir que ahora no crea que algo vivencié con claridad transparente, pero la charla con Manoli también me abrió una posibilidad alternativa y plausible que integrasen esos recuerdos con mi existencia actual.
Si realmente yo soy una parte idéntica a la esencia divina de la que procedo, esos recuerdos pueden ser colectivos y todos podemos, de alguna manera, "enchufarnos", mediante la meditación, a la fuente y recordar esas vivencias como propias. Es como si yo, al ser un recipiente de agua de mar, pidiera un análisis químico y descubriera que tengo componentes dentro de mí que me informan del paso del agua que me llena por otras latitudes del planeta, insertándose en sus moléculas toda la información.
Pero ese reconocimiento de mi esencia divina me abre un campo infinito de posibilidades.
De otra manera, al mirar a mi semejante (igual, en realidad, si concebimos esta nueva visión) debo ser consciente que todos provenimos de lo mismo y contenemos la misma esencia. Y que en cierta medida todo lo que en él no me gusta está, de la misma manera, en mí porque somos uno.
Y por eso en el ejercicio del perdón que algunas religiones establecen como máquinas limpiadoras de conciencia, lo que realmente conseguimos es limpiar aquella parte de nosotros que vemos reflejadas en el otro, como recordatorio constante de que lo que no me gusta de la otra persona es lo que habita en mí que debo autoperdonarme.
Ahora toca digerir todo esto. ¡No está siendo fácil despertar!

Un Viernes Santo que llora (Recordando entradas cuya relectura me impresiona. Publicado en marzo de 2013).

En estos días de vacaciones cabría darle más tiempo al trabajo interior, aprovechar que no hay que madrugar para trabajar y dedicarse a meditar, a la introspección más dedicada.
Y sin embargo no estoy haciendo nada de ello. Se me acumulan los deberes en ese tema.
Varios libros me miran de soslayo desde encima de la cómoda y me recriminan que no los abra. Fueron regalos, o comprados con mucha ansia, y sin embargo, ahora los esquivo. Sé que los mensajes que contienen me van a remover por dentro y no estoy segura de estar preparada para ese vapuleo.
También tengo deberes para llevar a cabo la biodescodificación de una parte de mi vida. Muy necesario para mí para romper lazos dañinos que me vienen adosados desde la cuna, la tarea que me han encomendada me resultará muy liberadora, pero no saco las fuerzas suficientes para emprenderla.
Son días de lejanías impuestas que hacen replantearse, una vez más, qué camino tomar. Días de cercanías dolorosas que fustigan un alma que ya no sabe dónde ni cómo esconderse. Días de luchas perdidas entre la mente y la voluntad sin saber porqué.
Hoy es Viernes Santo. El cielo llora por la muerte de un ser excepcional que nos empeñamos en matar año tras año. Y no lo deseo. Quiero que esté siempre vivo, en mi corazón, en mi ser, en mi vida.
Esta Semana Santa he lucido orgullosa en mi solapa un niño Jesús que me regalaron hace unos días. Anacronismo, lo sé. Pero si me preguntaban decía que prefería recordar a ese Jesús vivo y niño, lleno de esperanzas de un cambio positivo que a un Jesús clavado en una cruz, alabando una muerte humana que anunciaba redención. Y el ser humano no se ha redimido.
Porque en estos días he visto tantas fotos de injusticias sociales, hipocresías aceptadas, que algo dentro de mí se rebela completamente.
Nos empeñamos en parecer seres estupendos en estas celebraciones religiosas. Tanta energía malgastada en  florituras materiales, sin reconocer el verdadero mensaje que todo esto lleva.
Nos olvidamos que todo esto llevaba implícito un único mensaje, el del amor incondicional, el que pregona la  recién estrenada Era Acuario, esa en la que nos hemos metido de lleno y que cientos de síntomas físicos está acarreando a quien no vibra a su son.
Mi cabeza, una vez más, no entiende nada de lo que escribo, quizás guiada por una fuerza que está más alojada en mi pecho que en mi mente. Quiero gritar a los cuatros vientos unas verdades que siento pero que también yo soy incapaz de cumplir.
Porque toda mi vida es un caos, de principio a fin, sin orden ni concierto, porque no brota, no soy capaz de materializar la simpleza de mi interior, de ese amor sin condiciones que sé que nace en mí y se nutre de la energía de mi corazón, pero no sé expresar. Está abotargado, no puede salir. Prefiere perderse en actividades inútiles para no enfrentar que para andar hay que empezar dando un paso.
Hoy es Viernes Santo, y lo único bueno es que en breve llega la Resurrección, la que todos hemos vivido cientos de veces y hemos olvidado.
Muchas veces me pregunto que qué pasaría si, de repente, todos recordásemos TODO. Sería una auténtica locura, pero la fuerza de la sabiduría reconocida nos haría replantearnos todo lo que esta existencia física conlleva. Sabríamos que hemos sido Ángeles y Demonios muchas veces, que hemos matado injustamente y hemos sido muertos de la misma manera, que hemos amado y odiado, sido mártires y verdugos, mujeres y hombres, justos e injustos. Sabríamos que esas lecciones nos han hecho tal y como somos en este espacio temporal que llamamos presente. Y empezaríamos a darnos cuenta de que nada es como es porque sí, sino que todo tiene un sentido más allá del sentido que nuestra mente le da. Que hemos aprendido muchas lecciones antes de ser como somos y que si no queremos asimilar las enseñanzas, repetiremos curso una y otra vez y nunca avanzaremos. Volveremos a sentir esos Dejavus que nos hacen sentir que "esto ya lo he vivido antes" pero volveremos a caer en la trampa.
¿Será que es tan difícil despertar?. Somos apenas hologramas que interactuamos en una realidad que nuestras mentes crean y que podemos cambiar si lo intentamos, si ponemos toda la intención y el pensamiento. Todo podría ser mejor.
La pena es que nuestras energías se dispersan, son utilizadas por algunos para manejarnos como marionetas. Nos programan desde sillones invisibles y como muñecos bailamos el son que nos tocan.
No sé si vapuleando a nuestras conciencias seremos capaces de mirar hacia arriba y atisbar esos hilos que nos mueven y tiremos con fuerza para arrancarlos de cuajo de una vez por todas.
Creo que el proceso es único, despertar, ser conscientes y comenzar a caminar sin hilos, de ningún tipo, sin creencias impuestas, sin materialidad absoluta, sin  la conciencia atrapada en un mundo que creemos que no podemos cambiar. Solo hay que empezar a pegar codazos al vecino y hacerle ver que podemos, que solo hay que empezar a pensar para pasar a la acción.
Hoy es Viernes Santo y he escrito guiada, una vez más, por algo que no sé concretar. Se ve que el director de mi obra de teatro está hoy sembrado y ha dedidido mover los hilitos que manejan mis dedos para que me salga esta parrafada.
Que disfrutéis del día de descanso.

miércoles, 3 de junio de 2015

Robo

Menudo tema me ha sugerido hoy Camelia para que escriba: "Robo". A ver qué sale...
Lo primero que me sugiere la palabra "robo" es cuando te roban el corazón y diluyes tu voluntad a las peticiones, a los anhelos o deseos de otra persona que se convierte en dueña absoluta de algo que considerabas exclusivamente tuyo y ya no lo es...
Podemos robar o que nos roben una sonrisa cuando, aun conteniendo las emociones en situaciones vitales, alguien consigue que tus labios reaccionen involuntariamente y tus comisuras se eleven.  Aunque los aprietes para dominarlos...resulta imposible reprimir la emoción que provoca el sonreír y terminas dándote por vencido. Vuelves a perder algo que creías tuyo: el control sobre ti mismo.
Nos roban un beso cuando en el ardor de la mirada imaginas a tu lengua pasando sobre tus labios y tu pareja es capaz de leer tus pensamientos y refresca esos labios que hablan sin preguntar. Este es un robo consentido, por lo que técnicamente es un hurto.
Ya entiendo que con la elección de este tema se debían referir al "robo" material que nos rodea en esta sociedad, pero ya me conocéis y me resulta más fácil hablar desde el corazón que es mucho más subjetivo.
Pero voy a tomar el toro por los cuernos ( cuernos de los muchos cabritos que nos roban cada día) y trataré el tema desde esa perspectiva.
¿Qué es lo que nos roban esas personas que elegimos para que gestionen los dineros que les entregamos, fruto de nuestro trabajo?
Para empezar nos roban la confianza. Nos roban la esperanza, las ilusiones. Nos quitan la fe ciega que presuponíamos en el ser humano.
Cuando se descubre un caso de robo "material" asociado a la desvergüenza del político de turno,  gran parte de la población mata en su interior muchos sueños que le contaron cuando, inocente confió su voto en esos ladrones de guante blanco.
Me gusta pensar en que, antes o después, el karma devolverá a esas personas parte de lo que han hecho y pagarán cada céntimo que tomaron sin deber.
Cuando una sociedad aplaude la indecencia, la superficialidad de meterse en vidas ajenas, la ignorancia; cuando tolera el maltrato, la violencia; cuando se valora más a un futbolista que a un profesor; cuando ignora su propia historia...ha sido despojada de su esencia. Se le han robado sus orígenes.
Lo más triste es que no existe organismo al que acudir para denunciar estos robos y me resisto cada minuto a ser yo la víctima de ese tipo de latrocinios.
Hoy el tema me resonaba poéticamente en los inicios de este escrito, y me encrespaba y desolaba en estas últimas líneas. 
A veces los retos me roban la creatividad...

martes, 2 de junio de 2015

Empatizar con uno mismo

Me ves. Aparentemente serena. La voz no me tiembla. Suena fuerte, con energía. El discurso regala mensajes; el poema, melodioso, provoca sonrisas veladas.
Desde mi atalaya todo es diferente. La boca está seca. El estómago se contrae y produce murmullos callados que alteran el espíritu. Quieres oír y huir. Pero permaneces clavada en la silla sosteniendo una sonrisa que ni siquiera eres consciente de haber dibujado en tu cara.
Si miro a mi izquierda siento la energía del cariño de mis amigas. Su presencia me recarga. Sé que haga lo que haga reconocerán mi esfuerzo y eso me tranquiliza. Empatizan  conmigo, me sonríen...
Y llega mi hora.
Comienzo la lectura. Me oigo a mí misma por megafonía. No me reconozco, pero debo ser yo puesto que el discurso me suena. Casi me lo sé de memoria...
Y llegan esos fragmentos donde me equivoco ¿es eso un móvil? ¡Me cago en to lo que se menea!.¡Es un móvil sonando!
Me hago la sorda... Total...tengo a alguien importante a mi izquierda y quedaría realmente mal si suelto un improperio ahora. Mantengo el tipo junto a la señora. Sinceramente ni sé su nombre ni su cargo. Solo sé que se ha equivocado al escribir mi nombre y se lo he tenido que decir antes de que me presentara y ni siquiera yo fuese yo. Lo que me faltaba. Tuneo en aspecto y en nombre, no reconozco mi voz, ni sé qué hago mirando a más de 300 personas desde un cerro alto y lejano...
La mano tiembla. En la columna hormiguea el miedo. Suenan alarmas.
¡Colapso, colapso!
Entonces se produce algo curioso...empatizo conmigo misma. Estoy abajo y también veo a Irene en la mesa. Y me pongo en su lugar. Le infundo ánimos.
-Respira hondo- le susurro al oído- lo estás haciendo bien. No hay temor, no cabe la confusión.
Y en ese diálogo interno las palabras fluyen.
- ¡Cuantas eses me salen!- pienso mientras dejo a mi cerebro tomar las riendas- ¡si parezco de Pinilla!.
¡Vuelve al acto, inconsciente! ¿No ves que hay muchos ojos mirándote?
He terminado la prosa - descubro. Lo difícil ya pasó- me regocijo de repente- el poema es pan comido.
Y miro a Elena. Me sonríe. Me pongo en su lugar..."Van a leer un poema que me han dedicado exclusivamente a mí en un acto público. ¿Cuántas veces ocurrirá eso en mi vida?"
Vive el momento, Elena. Tú eres la responsable de mis sudores fríos al sugerir que algunos de los padres o madres escribiésemos algo para hoy. Me tocaste la vena ególatra y ahora la vena aórtica está a punto de estallar por eso...
Respiro profundamente y me relajo.
Como en el final de un parto, siento un gran alivio cuando entono el ultimo verso. Hecho está... Facio factum est.