sábado, 30 de enero de 2016

La Rabia (Trabajo en el aula)

Hoy les propuse a mis alumnos un reto: tenían que elegir un tema que les surgiera del corazón para que escribiesen sobre él, utilizando metáforas tal y como yo suelo hacer con ellos al explicarles o cuando escribo algo.
A cambio ellos me decían un tema del que quisieran que yo escribiese y así todos, en silencio, tratábamos nuestros temas asignados desde el respeto y la sensibilidad.
 Aquí lo que yo escribí en cinco minutos. Creo que ellos se esforzarán más la próxima vez pero ya van saliendo escritos muy bonitos y, sobre todo, empiezan a darse cuenta de que estudiar Lengua no consiste en aprenderse de memoria la teoría, sino en aplicarla para expresarnos, tanto por escrito como oralmente.

LA RABIA (tema propuesto por mis alumnos para mí)

De repente la sangre hierve. En tus sienes el calor se expande hacia los ojos y aprietas los labios para reprimir las lágrimas.
Como el niño que no puede evitar llorar cuando su globo favorito se explota, o se marcha volando al infinito, la rabia te posee desde lo más profundo cuando no puedes comprender el dolor que se expande por el mundo.
Siento rabia cuando tratan de imponerme ideas que no me resuenan en el corazón.
Siento rabia cuando veo la cara famélica o helada de un pequeño inocente que acaba de ser rescatado de la muerte.
Siento rabia cuando trato de abrir mi corazón al mundo y la mediocridad no le da el valor que tiene.
Ante esto ¿qué puedo hacer?
Quizás baste solo con respirar profundamente y resignarme porque soy solo una persona más, de entre sietemil millones de personas.
O puedo gritar en mil foros, ser altavoz de las injusticias, aclamar por el respeto a nuestros semejantes y a nuestro mundo.
¿Qué pasará cuando ya no sienta rabia?
¿Me habré anestesiado contra el dolor ajeno?
No quiero convertirme en un ser insensible y por eso me sigo sintiendo viva cuando esa emoción me invade en algunas ocasiones.
¿Es negativo? No lo creo
Solo lo es cuando quien siente rabia la fundamenta en el odio hacia otras personas, quien se enrabieta por la falta de cosas materiales que no son necesarias ni esenciales.
Solo esa rabia es despreciable.
Sentirla por el dolor del prójimo es tan loable como sentir amor.

viernes, 29 de enero de 2016

Palabras que hieren de muerte

Hoy quería reflexionar sobre esas palabras que a veces se pronuncian, se oyen, se escriben o se leen que son como puñales afilados que se clavan en el alma.
¿Cuántas veces en la vida habremos experimentado ese dolor agudo y persistente por unas palabras mal elegidas que solo buscaban provocarnos tristeza y malestar?
Y no pasa. La mente, perversa e infinita, no es capaz de olvidar del todo. Recurrentemente vuelve a traer a la memoria ese momento inmóvil en el que las palabras fueron pronunciadas, escritas o gritadas. Y el dolor se repite tal y como se sintió esa primera vez.
¿Y la terapia? Quizás el olvido, el perdón, la distancia o las siempre sanadoras lágrimas.
Hay un dicho popular que dice que las palabras se las lleva el viento, como a las nubes. Pero al igual que éstas dejan huella en forma de charcos, riegan los campos y propician la vida, las palabras pueden dejar sonrisas, esperanzas e ilusiones.
Mas también como aquellas provocan inundaciones, ocultan el sol o potencian la tristeza, hay palabras que destrozan almas, rasgan la sonrisa en rictus severos y muelen el corazón.
Por eso hay que ser conscientes de que cuando nuestra mente idea palabras hirientes hemos de saber dominarlas para no dejar cicatrices imborrables en las personas a las que queremos. Porque la hoja arrugada, como también recoge el acerbo popular, jamás vuelve a su estado original por mucho que la planchemos y un corazón maltratado por el puñal de las palabras nunca latirá con la misma fuerza.

sábado, 23 de enero de 2016

El libro de mi vida

Hoy pensé en la similitud que hay entre mi vida y un gran libro.
Mi vida es un libro en el que algunas páginas han quedado marcadas con leves esquinas dobladas y otras, simplemente, son páginas de contenidos intrascendentes.
Hay momentos en los que me ha costado mucho trabajo tragar capítulos de mi libro. Son esos capítulos en los que la trama se enrevesaba tanto que no sabía si debía volver a leerlos o pasar al siguiente sin que acabase de comprender la trama del anterior.
Últimamente trato de pasar páginas rápidamente, porque he decidido que ya había perdido demasiado tiempo mirando algunas que no me aportaban mucho.  Y era mejor avanzar.
La decisión de tomar la esquina, asir con fuerza y girar hacia el futuro no es tan fácil como parece. Pero se hace. Ante mí, nuevas páginas con tanto por leer...
Algunas de estas nuevas páginas han resultado interesantes, porque aparecían nuevos personajes, se retomaban tramas anteriores y las historias se iban completando, cerrando, o abriendo a nuevas aventuras.
Es curioso como cada nuevo capítulo te hace revivir momentos ya vividos: sensaciones, sentimientos, emociones, alegrías, penas, esperanzas, ilusiones, tragedias, dolor, sueños...
Como si viviésemos en un bucle constante las nuevas tramas te hacen revivir momentos que pensabas olvidados para siempre. Los buenos. Los malos.
No sé cuántas páginas le quedan a mi libro. Igual muchas, igual pocas. Quizás hoy estoy escribiendo un epílogo y ni siquiera soy consciente. Pero aún así reflexiono sobre ello.
Solo quiero que en las páginas que me quedan por leer, en las historias que se entrecrucen en mi vida, haya siempre una voluntad de ser feliz, de sentir intensamente el amor, la amistad, la alegría, el agradecimiento, dando cabida a todo lo bueno que se haya podido escribir en todos los libros de todas las personas que forman parte de mi existencia.
Hoy paso otra página más. Sé que vendrán algunas dolorosas. Están en mi libro como están en el libro de otras personas, pero no tengo intención de leer atropelladamente para adelantarme al sufrimiento.
¿Qué me regalará hoy? No lo sé, pero ahí está la belleza de este libro: que nunca sabes qué hay al otro lado de este momento.