martes, 24 de abril de 2012

Los dos mundos


¿Cuántas veces, desde que escribo este blog, habrán pasado por mi cabeza ideas relativas a la dualidad en que vivimos todo los seres humanos?. He intentado tratar ese tema varias veces pero nunca sé muy bien como orientar el comienzo de la entrada para llegar al centro de mi disertación interior.
Y es por ahí por donde va el tema en cuestión. Yo ¿quién soy?. ¿Soy esa Irene que la gente conoce, esa que se preocupa por estar más o menos gorda, o por conservar una sonrisa en mi cara aunque todo me vaya mal o soy la otra? ¿Quién es la otra?. Supongo que la otra soy YO, la verdadera, la que solo conoce mi propio interior. Esa Irene que discute, que llora interiormente, que anhela, que sueña y no consigue cumplir sus sueños.
Y ¿cuál de las dos Irenes es la auténtica?. Yo digo que la verdadera es la de dentro y entonces ¿porqué me oculto?. Muchas veces me sorprenden mis amigos cuando me dan una visión de mí misma que me resulta extraña. Incluso cuando leo cosas que escribí hace muchos años y que conservo en folios amarilleados por el paso del tiempo, me analizo y me pregunto si yo era aquella mujer que esas líneas reflejan o soy solo, y exclusivamente, la Irene que habita dentro ahora, en este mismo instante.
Porque si algo me ha enseñado la vida es que solo existe el presente, como regalo, como realidad, solo el hoy, el estar sentada frente a mi ordenador un martes de feria casi de madrugada porque mi cabeza necesita vaciarse.
Y entonces me digo a mí misma: "Irene, es hora de conocerse y de verbalizar ese conocimiento". Hacerlo no es tan difícil, o al menos eso cuentan.
El cómo también lo sé, pero me resulta difícil llevarlo a cabo porque me requiere desconectarme de lo externo, del mátrix donde vivimos, para mirar hacia adentro, al lugar donde verdaderamente habito. ¿Meditando?. Tan fácil de decir y tan complicado de hacer.
Meditar, apagar la mente, buscarse dentro, conectar con el alma, indagar en nuestro "disco duro" para saber quienes somos verdaderamente. Muy, pero que muy complicado.
No hace mucho comentaba que había "permiso para hablar" pero creo que todavía nos invade un miedo a que nos tomen por "locos". No me caracterizo mucho por ocultar las cosas "extraordinarias" que me suceden a veces. Acontecimientos realmente maravillosos que surgen durante una meditación y que me hacen ver quién soy yo ancestralmente. Se lo cuento a quien sé que no me tomará por loca pero hay veces en que yo misma llego a cuestionar mi cordura cuando defiendo lo que he visto con suma claridad, pero que se sale de todos los cánones de racionalidad que rigen nuestra vida en este holograma.
Y es una vuelta a empezar. No hablar es ocultar. No hablar es no comunicar. No hablar es no evolucionar.
Muchas veces me he preguntado cuál sería mi plan de vida, ese que me trajo a esta existencia para mi propia evolución. He creído saberlo en algunos momentos en los que he percibido que soy mucho más que yo misma en este presente. Soy tantas vivencias pasadas que llegan como recuerdos oníricos o adquiridos con la meditación...Pero la realidad, mi realidad, como un lingote de plomo cae sobre mí y me dice que por ahí no voy a llegar a nada. Que lo que tenga que ser será, pero supongo que tengo que dar mis pasos, aunque es casi seguro que tropezaré varias veces antes de tomar el rumbo perfecto.
En fin. Una vez más comienzo mi disertación y no llego a ningún punto. Al menos hoy me he atrevido a mover el pie hacia el interior y espero que este camino sea fructífero y consiga llegar a alguna meta. Me voy a trabajar. Besos y buen martes...

viernes, 20 de abril de 2012

Algún día escribiré un relato que podría comenzar así

Sentada en un ciber de Valencia repasaba el último año de su vida. Sus sentimientos la habían cambiado profundamente y el despertar la había llevado a la convicción de que la vida ya no iba a ser la misma que antes.
Abrió el Google Docs para empezar a escribir y un torrente de lágrimas desbarató el maquillaje de sus ojos en hilos negros que ensuciaban sus mejillas rosadas del sol de la playa.
Colocó sus dedos sobre un teclado amarillento y dejó que su mente los guiases en una sucesión de movimientos que poco a poco daban forma a un texto donde iban desgranándose sus pensamientos.

jueves, 19 de abril de 2012

Devolver una sonrisa


Hoy me siento exultante. Algo desde mi interior me vuelve a indicar que he hecho lo correcto a pesar de que en un momento dado de mi vida pudieron hacerme creer que ese camino era el equivocado.
Pero no. Esta vez lo sentí brotar del interior como algo imponente, con una certeza casi sobrenatural de que no me estaba equivocando y que era el camino, el único camino que quedaba por tomar. Y lo tomé.
Me eché la manta a la cabeza y me lancé a una piscina sin siquiera mirar si había o no agua. Porque en esa piscina vi a alguien que se ahogaba sin remedio y los flotadores que yo vi que se lanzaban estaban agujereados y el hundimiento estaba prácticamente asegurado. Me lancé. Con el convencimiento de que aunque fuera por un momento podría aportar una bocanada de aire puro a ese cuerpo para que tomase las fuerzas suficientes para sacar la cabeza un poco y volver a respirar por sí mismo.
Y en insuflar ese aire no solo ha traído esa reacción esperada, sino que un salvavidas de bastante entidad, que incluso podríamos llamar balsa, se acercó tanto que también ha recibido el mismo aire y ha decidido respirar al unísono con el candidato al ahogamiento.
Ahora sé que he mostrado un camino alternativo y me siento radiante, feliz como hacía mucho que no me sentía y con la sensación de que hay algo, ese algo que siempre me ronda, que me obliga a volver mi vista hacia el interior y tomar las riendas para retomar el camino que sin querer he ido abandonando.
Y ese camino, una vez más, se llama Reiki. Una energía desbordante de amor que hace brotar unas lágrimas sanadoras, desbloqueador de emociones ancladas en nuestro interior como arena cristalizada en una manguera de jardín que necesita del grifo a presión para comenzar a brotar el agua, acompañada de restos...
Ayer conseguí mucho más de lo esperado cuando me lancé a la piscina. El reiki obró el milagro y yo, muda espectadora del mismo dejaba que mis propias lágrimas se unieran en aquella melodía de amor. Doy gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de haber sido testigo de su gracia una vez más.