miércoles, 30 de junio de 2010

Fin de ciclo

Algo hay en la boca del estómago que no me deja tragar. No identifico lo que significa pero presiento que algo va a pasar. No sé si a mí o a alguien conocido, pero esa sensación incómoda, de medio ahogo sigue persistentemente alejándome de mis obligaciones. Quizás es la sensación de la inminencia de un cambio. El ciclo de estudios está pronto a acabarse y de repente vuelvo a levantarme. Tras meses sentada, sin apenas actividad social o física que fuera más allá de teclear frente a la pantalla, y con la sensación de pensar que este año ha pasado volando, siento que la vida me está preparando algo nuevo. Me entran ganas de reírme, porque todavía todo no ha acabado. Me falta enfrentarme directamente a mi futuro y los miedos se van apoderando de mí cual plaga indestructible.
Cuántas veces en mi vida me he convertido en mi propia enemiga...Muchas. Anteponiendo tantas cosas a mí misma que cuando era consciente ya era demasiado tarde. Llevo luchando contra esa sensación todos estos meses en que mi mente me llevaba una y otra vez hacia el lugar que me dañaba, donde todas mis ilusiones laborales se habían frustrado. Físicamente mi cuerpo lo rechazaba. Era imposible acercarme, pero mi mente iba una y otra vez allí. Sentía el desprecio, la mentira, la desazón, la desilusión que mis compañeros me brindaban. Y siempre con la sensación de que yo no hice nada malo, nada de nada. No sé porqué hoy siento esto. Quizás porque quedan posibilidades, tanto para que me marche, como para que vuelva, y mi cerebro trata de enfrentarse ante ambas realidades.

Supongo que la vida me prepara un fin de ciclo, tanto positivo como negativo. Y ahí estaré de nuevo, tratando de sacar todo lo positivo que se pueda, porque hasta de un lodazal podemos extraer agua para beber, y archilla para crear...

domingo, 27 de junio de 2010

El azar

Estadísticamente no era posible. Tenía mucho de mi parte para que la suerte me acompañase, pero no lo hizo. La bolita no salió. Es más, no salió ninguna de las 23 bolitas que representaban los temas que yo dominaba. Y cuando eso pasó sentí como el corazón se me salía del pecho. No me lo podía creer. Tantas veces jugué con las bolitas en casa y siempre se asomaba una de las mías a saludarme y hoy, cuando más lo necesitaba, ninguna de las otras bolitas gemelas, aun extrañas, quiso saber de mí.
Pero esta vez no apareció la Irene derrotista. No. No desistí porque llevaba mucho tiempo de mi vida dedicado a ese momento y ninguna bolita iba a decirme a mí que había desperdiciado tantas horas de pasar con mis hijos porque ella, hoy, no quería verme la cara.

Y he escrito y he sacado todo lo que verdaderamente sabía. Se supone que esa prueba valora los conocimientos, y he sido consciente de que los tenía ahí dentro. El resultado ya no depende de mí. Este solo es el primer paso. En pocos días seré yo la única responsable. Habrá más bolitas, pero será de nuevo mi ilusión la que consiga que nada me derrumbe.

viernes, 18 de junio de 2010

La semilla o el fruto

¿Es la semilla la que hace al fruto, o es el fruto el que le da sentido a la semilla?. Está claro que sin una buena semilla raramente nacerán frutos aceptables.
Para forjar una personalidad que nos haga sentir orgullosos de nosotros mismos debemos mirar qué semillas sembraron en nuestra vida y qué parte de dichas semillas dejamos enraizar y fructificar. El resultado es nuestro presente y el fruto somos cada uno de nosotros.
Tras unos meses apartada de la docencia por diversos motivos hoy quería hablar de las semillas que planté a lo largo de mi carrera. Siempre puse mucho amor en cada uno de los proyectos de vida que pasaron por mis manos y procuré guardar para cada uno de mis alumnos y alumnas una semilla que los convirtiese en buenas personas. Puedo sentirme orgullosa porque los años me han demostrado que supe hacer mucho más que transmitir conocimientos a los chicos y chicas que me tocaron en suerte.
A veces, hasta cuando creemos que el suelo no es fértil porque las semillas que se sembraron antes que las tuyas no fructificaron, es necesario intentarlo. He visto florecer chicos y chicas en el transcurso de un año escolar. Eran alumnos a los que se les daba por perdido porque su actitud, su vida, su inseguridad o su falta de ilusión le señalaban como "Sin solución". Y esos chicos para mí eran retos. Fracasé en muchas ocasiones, pero hubo triunfos, triunfos maravillosos de los que siempre me sentiré orgullosa.
Pronto a terminar el curso quería dedicarle esta entrada a todos los seres humanos que me aportaron su inocencia, que aprendieron conmigo a crecer, que compartieron sus dudas y miedos conmigo y que me han hecho sentir una persona realizada.
Un abrazo muy especial para los que se marchan este año del colegio. Siempre os tendré en mi corazón.

jueves, 17 de junio de 2010

Mi padre: El poeta


















Mi padre fue un poeta maravilloso. Sus escritos en general rebosaban de musicalidad aunque fuesen escritos en prosa. Pero su capacidad para versar el espacio, los sentimientos y las creencias, era absolutamente increíble y asombrosa.
Escribió unos romances sobre su pueblo natal que describían con precisión matemática los colores y los olores de la Pinilla de los años 30. Sus poemas de amor a mi madre eran una mezcla entre pasión y misticismo difícil de explicar pero que consiguen un estremecimiento desde lo más profundo imposibles de reproducir por cualquier persona que se considere a sí misma poeta.

Hoy he compartido uno de mis tesoros. Mi padre me dedicó un poema. Para mí es uno de los regalos más bonitos y emocionantes que he recibido en mi vida y me gusta compartirlo. Este poema, dedicado a mi nombre, tuvo dos versiones el mismo día. La primera me la firmó mi padre y me la regaló emocionado. Un rato después me vino con otro folio y me dijo que había cambiado algunos versos porque me describían mejor. Conservo ambos ejemplares porque durante su creación mi padre me dedicó sus pensamientos.
No es que me pretenda protagonista de nada insertando en mi blog algo tan especial para mí. Compartir lo que siento se ha convertido en un lujo para mí. Cada vez que me enfrento a esta hoja es como si tuviese un reto nuevo que compartir con las personas que aprecio y que se pasan por este rinconcito de mi corazón.
La segunda versión es la siguiente. Espero que os guste.

















Tienes nombre de Irene-Margarita
Y eres Paz y eres Joya y eres flores...
Y eres cofre de inéditos primores,
y eres llama, que siempre resucita.

Tu radiante mirada precipita
ceño abierto de luces y colores,
e insuflando de tu alma los ardores,
a celestes almenas nos invita.

En tu frente anidó la luz del cielo
y relumbra en la niña de tus ojos,
amapola encendida en los rastrojos,

que flameas triunfante en recio suelo.
Joya y paz en el cáliz de una flor...
¡Primoroso regalo del amor!
Buenaventura García García
Sevilla 4 de marzo de 1990

miércoles, 16 de junio de 2010

El pasado siempre vuelve

En los últimos meses en los que la vida, como siempre, trae cambios, he sentido como el pasado volvía a mí. No solo porque intencionadamente haya hecho un esfuerzo por recordar acontecimientos de mi vida en el ámbito personal, sino porque las circunstancias me han traído mucho del pasado.
Lo último es el posible reencuentro con mis compañeros de facultad. Decenas de caras se reparten por las cientos de fotos que conservo y apenas soy capaz de recordar los nombres de todos aquellos compañeros con los que compartí muchos años de vida estudiantil, muchas tardes de cervecitas, un viaje de fin de carrera a Madeira, y otras excursiones como las visitas a Gibraltar o Córdoba.
Se diluyeron con el tiempo y solo he conseguido rescatar de mi memoria a los que han seguido participando de mi vida todos estos años. Pero me ilusiona.
Siempre le digo a mis exalumnos que llegan a la Universidad que disfruten de esa época porque es una de las más divertidas y bonitas de la vida. Y claro, esta reflexión, una vez más, se contradice conmigo misma ya que considero que la adolescencia es una época maravillosa para vivir, y también la madurez.
Una vez más la realidad me demuestra que cada momento de la vida es único y por lo tanto hay que saber disfrutar de ese instante porque nunca volverá a repetirse. Es el paso de los años el que nos hace conscientes de esa realidad. El pasado no vuelve pero las personas conforman una memoria colectiva que puede volver a viajar a tiempos pretéritos.
Si finalmente la cena con mis compañeros de promoción de la Facultad de Derecho se lleva a cabo, esa capacidad de remontar a fines de los ochenta hará rebrotar recuerdos a todos los presentes. Recordaremos el día que le regalamos una mascota de caza a Jordano Barea. Los exámenes orales de derecho romano de López Rosa, o las tortas para entrar y examinarse con el anciano y ocurrente Navarrete de Penal. Otros muchos recordarán a otros profesores porque esa promoción tenía muchos grupos, tanto en público, como en privado y empresa, fruto de la prolífica generación del 67 que encontrábamos en Derecho una carrera con muchas salidas. Será el momento de analizar si aquellas expectativas de 1985 se cumplieron. Muchos acabaron siendo funcionarios, otros montaron su despacho y son abogados de prestigio. Algunos otros son procuradores, jueces y fiscales. Si nos encontramos seguro que juntamos muchos kilos de más y muchos pelos de menos, pero nos volveremos a ver como éramos, con 22 años, cuando acabamos la vida estudiantil y nos vimos enfrentados a un futuro incierto.
Era en la antigua Real Fábrica de Tabacos donde se encontraba nuestra facultad, un edificio impresionante que siempre parecía vacío a pesar de las cientos de personas que estudiábamos bajo su techo. Allí sí nos dejaban tirarnos en el cesped a tomar el sol en primavera y por las tardes era muy agradable pasar por la cafetería, frente a la papelería Minerva, para tomarnos un café con los compañeros.
La promoción del 85-90 de Derecho dejó grandes personas y procuraré disfrutar de ellas ese día como si de una vuelta real al pasado se tratase...

lunes, 14 de junio de 2010

Imaginación


Al cerrar los ojos todo es posible. De repente puedes estar en el otro lado del mundo porque tu imaginación te da la capacidad de viajar, instantánea y gratuitamente a donde quieras. Y además puedes convertirte en lo que quieras. ¿Quieres ser la emperatriz de China, aunque China ya no tenga emperadores?...Puedes serlo. No hay límites para la imaginación. Esa capacidad de crear imágenes en nuestra mente es la riqueza del ser humano, que nos hace ricos en vivencias inventadas, que nos ilusionan.
Siempre soñamos con un mundo mejor. Lo imaginamos y la fuerza de nuestra imaginación puede hacer que se haga realidad. No cabe descartar esas ilusiones porque en la perseverancia del ser humano se ha progresado hasta donde estamos. ¿Es este un mundo mejor? ¿Comparado con cual?. Hasta en esas respuesta cada ser humano imagina algo distinto. No dudo que habrá millones de personas que envidian mi forma de vivir. Quizás yo envidie la forma en la que viven otros, y eso será porque creemos que nuestra vida no es lo suficientemente buena y debemos de cambiarla para que mejore.
En el equilibrio entre los sueños, los viajes con nuestra imaginación y la aceptación de nuestra propia vida estará la clave para sentirnos felices y realizados.

sábado, 12 de junio de 2010

El ave fenix

Hace unos meses escribí una entrada que se llamaba "Mis recuerdos". En ella hacía un repaso a mis primeros recuerdos y a medida que iba repasándolos el escrito se alargaba cada vez más porque unos iban generando otros y me resultaba imposible cerrarlos. Supongo que todo tenía que ver con que todavía estoy viva y los recuerdos de entonces han hecho a la Irene que soy hoy y era inevitable que se enlazasen entre sí.
Tras publicar esa entrada fui consciente de que la larga gestación de aquel post se debía a que contenía muchas heridas que era necesario que sanara antes de publicar ante el mundo virtual los secretos de mi ser.
Y comencé un proceso de sanación interior. A pesar de arriesgarme a que dicha palabra se relacione con esoterismos y cosas raras, la verdad es que mi interior sufrió tal catarsis que la Irene que renació era una mujer mucho más segura, más fuerte y con una capacidad de amar mucho más profunda y sincera.
Desalojé mi interior de todo lo negativo que había anidado a lo largo de la vida. De todas aquellas cosas que había hecho y que me hacían esconderme ante mí misma. Perdoné mi interior y mi pasado y aprendí a aceptarme como soy, con mis defectos y con mis virtudes.
Con esa transformación interior entendí que podía emprender nuevos retos en mi vida. Debía dejar atrás el pasado cómodo, todo aquello que me había sido dado sin esfuerzo, y emprender un camino nuevo empezando desde cero.
Restos de aquella Irene han seguido apareciendo y supongo que es inevitable que sigan surgiendo a lo largo de toda mi vida, y me hacen dudar de mí misma mucho más a menudo de lo que me gusta, pero es un proceso con el que aprenderé a convivir.
Sin embargo nunca me había sentido tan capaz en mi vida, tan valiosa, tan íntegra y sincera. El futuro es para mí, ahora, una página en blanco, como lo es el lienzo que supone cada entrada en mi blog, y me siento dispuesta a escribir en ese futuro con una letra más bonita, más legible y mucho más trabajada. Cual ave fenix estoy dispuesta a resurgir de mis cenizas...

jueves, 10 de junio de 2010

Recuerdos de un verano en Pinilla

Quedábamos a las cinco de la tarde en el ayuntamiento. La hora elegida se justificaba porque en aquellos días todos los niños cumplíamos rigurosamente con las dos horas de digestión y antes nuestros padres no nos dejaba ir a bañarnos. El grupo de niños de entre 10 y 13 años podía variar, pero, como hormiguitas comenzábamos a formar una larga línea que partía hacia el río. El camino bajo el sol de la tarde nos calentaba lo suficiente para desear meternos en las gélidas aguas del Lozoya. El paseo hacia nuestro destino era simplemente maravilloso. Orientábamos nuestros pasos hacia el pantano para acortar el camino hacia la poza. Las veredas dibujadas a fuerza de mucho pasar nos marcaban el camino a seguir. Así, en fila india, conseguíamos sortear los cardos que picaban nuestras piernas desnudas, aunque a veces, alguna vaca desaprensiva, soltaba sus restos sobre aquel caminito estrecho que utilizábamos.
Era una auténtica carrera de obstáculos. Cuando el pantano crecía mucho por haber sido un invierno especialmente lluvioso y las nieves del Peñalara todavía soltaban jugo en agosto, nos obligaba a dar un rodeo que era posible que nos acabase costando algún arañazo nuevo al tener que cruzar por zonas de zarzas. Lo normal, sin embargo, era cruzar por una valla de piedras que tenía estratégicamente colocadas algunas para que pudiésemos colocar nuestros pies y saltar al otro lado. Como hormiguitas saltarinas, el grupo de niños saltábamos hacia un prado libre de excrementos, en el que los domingos se plantaban muchos domingueros a tomar el sol.
Nuestro camino seguía atravesando un pequeño arroyo, paralelo al río, por un pequeño puentecito de apenas dos palmos de anchura y un metro de altura, que estaba hecho con un par de vigas de obra unidas por cemento. Siempre me dio un poco de miedo cruzar aquel puentecito, pero yo, con mis doce o trece años, ya no tenía edad de acobardarme ante un reto que ahora veo tan ridículo.
Así llegábamos a las presillas. Cuando era pequeña aprendí a nadar en esas aguas y me gustaba mucho ver a las truchas intentar subir por las esclusas que estaban en la presa para dicho cometido. Siempre me sorprendió ese hecho, porque no entendía como unos pequeños peces eran capaces de saber por dónde tenían que subir.
Pero esas presillas ya eran demasiado poco emocionantes para el grupo de muchachos y muchachas que nos reuníamos. Nuestro objetivo era la poza. Esa poza de aguas cristalinas y heladas que cada día mostraban una cara diferente. Al menos yo lo recuerdo así. Para llegar todavía teníamos que pasar con una puerta de troncos que era obligatorio cerrar y nos obligábamos a no respirar durante el caminito que serpenteaba a través de una vegetación exhuberante. Árboles caídos que saltar, flores y hierbas. El no respirar era por las ortigas, que podían dejar nuestras piernas doloridas y llenas de erupciones y unos a otros nos decíamos que sin respirar evitábamos esos efectos.

Y por fin llegábamos. Se abría un claro en ese bosque y la poza, bañada por un sol radiante, nos brindaba sus aguas para pasar una tarde estupenda. Colocábamos nuestras toallas en un prado cercano y corríamos, valientes, a zambullirnos en las frías aguas del Lozoya que por aquellos tiempos corrían limpias y tranquilas.
Tras el chapuzón que podía durar un minuto o media hora (dependiendo de lo fría que corriese el agua esa tarde) nos poníamos a jugar, a las cartas, a los dados. Si el grupo era muy numeroso intentábamos hacer la pirámide de "Con ocho basta" una serie de televisión que echaban en aquellas fechas y que solía acabar con un montón de niños y niños desparramados por el prado y muertos de risa.
La tarde se hacía corta, porque, en poco tiempo, cuando el sol comenzaba a bajar los mosquitos hacían acto de presencia. Si un día nos retrasábamos un poco podíamos llegar a casa llenos de picaduras, o de las ortigas o de los mosquitos, así que en el momento en que uno daba la voz de alarma todos nos preparábamos, recogíamos nuestras cosas y hacíamos el camino de vuelta.
No sé porqué hoy recordé estas tardes de verano. He vuelto a ver a mis amigos de entonces y mi mente da para recordar muchos de los nombres. Nico, Dani, Julia, Ángel Luis, Carlos, Yolanda, Margarita, Pedro, Gema, Merche, Mario, Óscar, Marijuli, Pepito, Carolina, Chichus, Roberto, Macu, Luis, César, Alex, Pablo, Angelito, Beatriz, Almudena, Blanca... y otros muchos. Ahora somos todos cuarentones, e incluso algunos ya no están, pero estoy segura de que ellos recuerdan aquellos días de los veranos de fines de los setenta y principios de los ochenta con el mismo cariño que yo. Va por vosotros.

miércoles, 9 de junio de 2010

Desde el corazón. Para tí, muchacha enamorada.

Una vez más la página en blanco se presenta ante mí desafiándome a que la rasgue y saque de ella algo digno de ser leído. Una vez más me siento con ganas pero incapaz de buscar algo sobre lo que escribir. Pero hoy he tomado el camino más corto. Me encontré virtualmente con alguien y le pedí que me sugiriese un tema sobre el que escribir. En un primer momento, y desconcertada me dijo...¿yoooo??? Y yo, rápida cual correcaminos le cogí la palabra...¿quieres que escriba sobre tí?...Ahí va la pelota...Noooo.."mejor escribe de amor"...De amor ya he escrito en este blog- contesté-pero voy a ver como conjugo esos dos temas..tú y el amor...
Y desde ese hilito conductor trataré de tirar para satisfacerme una vez más a mí misma en el momento que sea capaz de darle a "publicar entrada".

¿Quién no recuerda su primer amor?
Cuanto nos gustaría viajar en el tiempo...Al menos yo siempre he soñado con ello. A lo largo de mi vida he tenido la certeza absurda de que antes o después volvería a pasar por todos los momentos que he vivido para revisarlos una vez más. Cuando hablan de la muerte los que supuestamente vuelven, siempre cuentan que la vida te pasa como una película rápidamente y vuelves a sentir todas las cosas que sentiste durante todos los años que viviste. Quizás ese momento es el que siempre ha llegado a mi mente de alguna manera y siempre sé que volveré a ser feliz en el momento en que vuelva a pasar por mi adolescencia y vuelva a sentir aquel primer amor.
Nunca más he vuelto a sentir mis piernas temblando como flanes bailones al ver a un ser humano, como cuando mi primer amor llegó a mi vida. Ese palpitar desbocado del corazón que pelea por salirse del pecho ante una sonrisa robada desde una esquina en un vistazo fugaz y sonrojado. Esa felicidad desbordante que se dibuja en una cara que acaba doliendo de tanto sonreir cuando sientes que está ahí, que también puede sentir algo especial por tí...Y ese dolor profundo y amargo, inconsolable, que llega al mismo corazón cuando sabes, sientes, presientes o constatas que ese amor nunca será para tí. El primer amor es una confluencia de nuevos sentimientos brutales, salvajes, indómitos, fugaces y perpetuos...Y cuando llega en la adolescencia el primer amor te convierte en insegura y te bloquea tanto que eres incapaz de pronunciar palabras coherentes ante la persona que es el motor de tu existencia.
Y aquí llego yo hoy. Mi niña me lo planteó y yo le dedico esta entrada. Se lo dije. Desde mis 42 años la lancé. Le pedí seguridad para irradiarla. Está enamorada y no sabe cómo hacérselo saber a su primer amor. Y lo le he dicho...quiérete a tí misma mucho y siéntete la más bella, la más valiosa. Cuando te sientas así lo vas a transmitir y habla con él. No busques intermediarios que no sean tus ojos o tus labios. Mira a tu amor a los suyos y susúrrale lo que sientes...No sé si será un buen consejo para dar a una adolescente, pero si no le va bien, al menos habré conseguido que se quiera más a sí misma y le de valor a su persona.
En cualquier caso es su experiencia y debe vivirla ella misma, pero ciertamente no sé que da más envidia, el ser adolescente o sentir lo que se siente cuando se vive el primer amor.

viernes, 4 de junio de 2010

Calor

Es como una bofetada que te irrita la piel y te escuece el alma. Piensas que es imposible que hace unos meses lo deseases de todo corazón cuando tiritabas buscando una camilla donde encontrarlo. Y ahora, sin quererlo, reniegas de él y buscas a su enemigo natural que, por momentos, se ha convertido en tu más codiciado tesoro. El calor de estos días trastoca la vida. Me gusta el calor pero cuando llega tan altivo, tan prepotente, dejándose sentir cual gallito de corral huyo de él. Anhelo ese frío que me entumecía los pies hace unos meses y sacrifico mi cuenta corriente llamándolo. Las frigorías como monedas de oro se van desparramando sobre mi torre y vuelve el color a mis mejillas: El color rosado, que ya venía estando roja de la calle.
Cuán traicioneros podemos ser en nuestras vidas. Somos fieles a algo durante unos meses, mientras nos conviene y de repente, las cosas cambian, y nuestro más fiel amigo se convierte en nuestro enemigo, haciendo que nos aliemos con el supuesto diablo que ahora se ha convertido en la fuente de nuestro placer. El calor y el frío...cuántos pensamientos, conversaciones, discusiones, anhelos, desesperos nos provocan estos dos enemigos irreconciliables...

miércoles, 2 de junio de 2010

Carta de desamor

Es duro escribir una carta de desamor. Sí, de desamor. Y os preguntaréis ¿Todavía la gente escribe ese tipo de cartas?
Hoy lo hice, con el folio y con el boli, a la antigua usanza y es muy difícil. Mucho más sostener el vehículo cuando el camino que debes trazar solo muestra los baches por los que has pasado para llegar, irremediablemente a esa cuneta de la que ya no sabes o no quieres salir.
Escribir una carta de desamor es doloroso para el que lo hace. Me imagino que para el que la lee debe ser aún peor, pero en este caso es muy posible que el destinatario ni siquiera se tome la molestia de leer esas letras (porque no se entienden o no se quieren entender).
¿Y qué lleva en los tiempos que corren a una persona a escribir una carta de desamor?
Esa misma pregunta me hago a mí misma hoy ¿porqué lo he hecho?. Supongo que es el único instrumento que he encontrado para establecer comunicación con una persona con la que hace años luz que no contacto aunque viva en mi misma casa. Es como un timbrazo que se le mete en el oído al que no te quiere escuchar, un grito en el desierto. Te escribo una carta porque no te tengo, porque aunque te ame no puedo encontrar sitio en mi vida para esta soledad compartida y como no sé cómo decírtelo sin que te tomes mis sentimientos a pitorreo te escribo una carta. Y si no la entiendes o no la quieres leer es tu problema. Yo ya he vaciado mi corazón y puedo enfrentar la vida desde esta nueva perspectiva.
Hoy escribí una carta de desamor. No la mandé por correo. La deposité sobre la almohada como esa rosa que se posa cuando los sentimientos se inician. Es una carta de desamor... o de desilusión...