viernes, 21 de octubre de 2011

El deber frente al corazón

Hoy he vivido un episodio en el trabajo de los que te hacen reflexionar. He visto ojos de odio, de rabia, de miedo o de inseguridad. Unos ojos en un proyecto de hombre que no sabe controlar sus impulsos. Y aunque al final la agresión ha recaído sobre mí misma el dolor que siento, más que físico, es interior: de pena, de impotencia, de desconcierto.
Sé que no ha habido intención de herirme a mí directamente, yo simplemente me he metido para evitar que una persona más débil recibiese esa rabia contenida.
Y entonces me pregunto ¿qué puede llevar a un adolescente a acumular tanta rabia contra sus semejantes como para no poder controlar sus impulsos más primitivos de agresividad?
Y me contesto a mí misma con una reflexión que deriva de la experiencia. Este chico está falto de cariño, se siente frustrado y ha considerado que imponerse violentamente sobre alguien inferior le va a dar el reconocimiento superior que no se da a sí mismo.

Y es cuando empiezo a hablar de la autoestima, y sobre todo de su falta.
¡Cuántas personas no son buenas personas simplemente porque no han aprendido a amarse a sí mismos! Y esa falta de afecto propio los hace no amar a los demás, los lleva a despreciar a los que consideran inferiores y solo pisoteando, avasallando, haciendo de su verdad la única y verdadera, consiguen malvivir consigo mismos.
Y es aquí cuando entra en jaque el título de esta entrada. El deber me ha llevado a tomar las medidas que la ley me exige, removiendo los mecanismos sancionatorios contra esa persona. Pero el corazón me dice que él es solo una víctima más del sistema, de nosotros mismos, de la deshumanización que estamos viviendo.
Es víctima de la programación a la que hemos sometido a su disco duro. Como ordenadores que nacemos limpios y vírgenes, dispuestos a recibir toda la información posible, el hecho de recibir solo malas órdenes, malas indicaciones y sufrir múltiples ataques virales, hace de nosotros seres más o menos operativos.
Si nuestro disco duro solo ha recibido mandatos negativos no se puede esperar de nosotros que seamos seres puros, sin tacha y bondadosos. Es más que probable que esos estímulos lleguen a desconfigurar el sistema que nos compone e incluso produzcan un bloqueo global y la persona, simplemente, ni se reconoce ni se siente parte del conjunto de la sociedad. Y por ello no siente reparos en ir contra todos. Porque no tiene directrices que le orienten en otra dirección. Solo tiene una programación basada en la maldad, en la dejadez, en la soledad o en la humillación. No hay amor que limpie los virus del disco duro y el sistema, cada vez más corrupto, lleva al alejamiento total de la conciencia.
Y ¿qué puedo hacer?. Trato de plantar semillas de amor pase lo que pase. Algunas personas me dicen que cómo es que no siento rabia, aunque sí sienta el dolor físico, y yo solo puedo decir que con ese sentimiento no voy a traer nada bueno a mi propio disco duro y por ello prefiero perdonar y dar amor. Lo prefiero, sí lo prefiero, y me redundo mil veces. Y al tomar esa determinación comienzo a sentir una gran alegría en mi corazón y tomo conciencia de que es el camino correcto.

jueves, 20 de octubre de 2011

Un mundo, muchos mundos


Si me he llevado varias semanas sin escribir, ha sido porque he estado reflexionando mucho ante una serie de acontecimientos que han ido a dándose en mi vida. Hoy, de vuelta al trabajo se me ha venido una idea a la cabeza y he decidido que ya era hora de empezar otra vez a dejar que mi mente hilvanase de una manera más o menos decente todas esas ideas que inconexas se han ido sucediendo.
Y lo primero, como siempre, ha sido buscar un título para la entrada. Esta vez ha sido fácil, porque todo se ha desarrollado en cada uno de los mundos que se superponen en mi vida y como pompas de jabón he tenido una visión cosmogónica de toda mi vida.
Yo, en el centro, he visto como cada acontecimiento de mi vida me rodeaba insertado en grandes pompas donde se desarrollaban las distintas facetas de mi vida, como si de pantallas de plasma esféricas se tratase. En una de estas pompas me he visto en el trabajo, con mis alumnos y compañeros. Ahí la Irene que se muestra es una persona afable y comprensiva, a la vez que hermética y prudente. Supongo que en esa gran pompa traslúcida he vivido los momentos más oscuros de mi vida y por ello una máscara de prudencia disfraza mi interior.
Otra gran pompa la he visto repleta de las personas que componen mi familia. Mis hijos, mis hermanos. En esa vida yo soy exigente y cariñosa, emotiva y disciplinada.
Esa vida me remueve el corazón en varias direcciones, desde el amor más profundo hasta la tristeza menos llevadera. También siento grandes cotas de esperanza...
Las pompas que ocupan mis amigos son diversas y a veces están interconectadas como si del Atomium de Bruselas se tratase. Mis amigos son parte de submundos maravillosos que interactúan conmigo en muchos de mis mundos y todos dentro del global. Es en alguno de estos espacios donde se desarrolla plenamente la Irene más auténtica, la que se vuelve transparente, la que no tiene miedo a expresar lo que piensa o siente porque sé que voy a ser comprendida en todos y cada unos de mis pensamientos.
Mis amigos me escuchan, me respetan, comparten algunas de mis ideas, o si no lo hacen, desde su punto de vista, tratan de abrirme aún más los ojos.
Y desde la perspectiva que ocupo, con una visión global de mi existencia, me pregunto qué capacidad tengo yo de explotar algunas de esas pompas que componen mi esencia.
Porque nada ni nadie me puede quitar el derecho de ser yo misma, de imaginar, de recordar, de volver a ser quien fui y de proyectarme hacia un futuro que sé que es cambiante y al mismo tiempo es parte de un proyecto inmortal.
Y en el convencimiento de no estar equivocada está mi triunfo. He despertado y sé quien soy, quien fui y puedo intuir quien seré.

Es maravilloso abrir los ojos y comenzar a ver mi vida desde esa otra perspectiva. Sí, soy muchas Irenes, todas las que habitan en cada una de las pompas de jabón, pero a la vez soy una, la que observa, la que está omnipresente en todas y cada una de esas vidas y la que permanece invariable en todas las circunstancias.
Son mis egos y mi yo, realidades distintas pero que forman parte de mí misma.
De la misma manera ahora soy más CONSCIENTE que nunca de la diferencia que hay entre la Irene que siempre pensé que era y la que ahora SÉ QUE SOY. La Irene dominada por la mente charlatana, frente a la Irene que se frota los ojos al despertar de su conciencia, que se plantea cómo ha sido posible vivir tanto tiempo alejada de mí misma si la respuesta estaba dentro.
Ahora comprendo la entrada que escribí en mis primeros intentos de escritora de blog. Resumía en "Vivir otras vidas" unos anhelos que me ocupaban la mente, sin saber que todo esto ya estaba hecho.