sábado, 30 de abril de 2011

La ceguera aceptada

A veces en la vida somos ciegos por propio convencimiento. No es que no tengamos la capacidad de ver, es que permanecemos conscientemente ciegos al mantener los ojos cerrados.
Mi blog se llama "Lo que ven mis ojos" porque en un momento dado de mi vida fui consciente de que me tocaba abrir los ojos de mi interior para acabar descubriendo quién era yo misma y qué me rodeaba. Mis ojos físicos son mi cruz, pero mi ojo interior ve mejor que nunca.
Y por ello, no dejo de sorprenderme de las personas que no quieren ver la realidad tal y como es. Prefieren inventarse una existencia que los mantiene infelices por el simple hecho de cerrar los ojos y no enfrentar la realidad.
Últimamente he conocido algunos casos que son escandalosamente tristes. Vidas inventadas por puro convencionalismos, totalmente vacías, pero que se mantienen porque es más cómodo creer que las cosas así funcionan mejor.

Y digo que es triste porque la vida pasa muy rápidamente y antes o después nos va a tocar abrir los ojos. Y también nos giraremos sobre nuestros propios pasos y trataremos de descubrir qué dejamos de vivir o de ver por mantener los ojos cerrados. Pero ya será tarde, porque no hay camino de regreso. Todo lo que dejamos de vivir o de ver quedó atrás, esas vivencias no vividas no volverán, y el camino hacia adelante cada vez es más corto.
Por eso soy feliz, por haber podido abrir mis ojos a tiempo, cuando todavía me queda tiempo para hacerme la dueña de mi vida. Ojalá pudiera conseguir que otras personas, a través de mis escritos, reflexionaran y abrieran los ojos para no dejar pasar sus vidas absurdamente con los ojos entrecerrados. Hay mucho para ver.

miércoles, 27 de abril de 2011

Hace ya diez años




Un día como hoy, hace ya diez años, tu llegada era inminente. Cosía el traje de flamenca de Paula porque la feria empezaba días después, igual que este año, y empecé a notar como todo se desencadenaba.



Tú, mi niño adorado, estaba a punto de venir y en aquel momento supe que el amor que sentía ya por ti sería inquebrantable.






Tu llegada al mundo vino acompañada de convulsiones personales..La vida no había sido muy fácil para mí durante los meses de tu gestación, pero tu presencia constante en mi interior, me hacía feliz, me llenaba el futuro de promesas de un amor infinito que se han hecho realidad con el paso de estos diez años.
Tu sonrisa plena, tu inquietud constante, tu genio, tu cariño y tus "te quiero mamá" han hecho de mí una mujer que se siente especial, querida, añorada, y con la seguridad de que en ti siempre encontraré un amor sincero.
Hoy es tu cumpleaños, mi amor, y con esta entrada quería decirte lo mucho que te quiero, lo orgullosa que estoy de ti, de como eres, de como hablas, de como sonríes, de como me abrazas y me quieres.

Ricardo, mi niño, muchas felicidades en tu primera década. Me haces una madre muy feliz y te quiero mucho. Y a ti, Paula, también te quiero mucho, que sé que eres fiel seguidora de mi blog. Os amo. Mamá.

viernes, 22 de abril de 2011

Una historia de amor divergente.


Supe de una historia de amor verdadero. Y el conocerla me ha hecho ver, una vez más, lo importante que es en la vida saber tomar decisiones no solo con la cabeza, sino también con el corazón.
En esta historia de amor, como tragedia shakesperiana, quedaron muchos cadáveres por el camino. El amado, la amada, el futuro, los sueños.
En esta historia los protagonistas estaban destinados a olvidarse durante toda la vida porque nunca confluyeron las circunstancias para que su amor fuese libre y abierto.
Al principio ella estaba comprometida en una relación que solo permitió a esta pareja ser amigos. Y a pesar de estas circunstancias él se enamoró. Durante algunos meses las dudas y el desconcierto rodearon a los amantes que se dejaban llevar por una pasión descontrolada, siempre marcada por la presencia de la relación oficial de la chica. Al final pudo más el convencionalismo que el amor y mis protagonistas se separaron. Él quedó roto, resentido. Pensó que ella era una egoísta que no valoraba lo que le dió, su entrega, su amor sin condiciones. Nunca la llamó, respetando la voluntad de la caprichosa mujer que no supo, hasta mucho después, del amor que él le regaló.
Algún tiempo después ella reflexionó y trato de recuperar a aquel amante y amigo. Una carta trataba de explicar, de corregir, de solicitar perdón. Pero aquellos folios quedaron amarilleando durante años en el fondo de un cajón porque el resentimiento era demasiado grande.
Ha pasado una vida y los amantes se han vuelto a encontrar. Muchas vivencias de ambos, familias montadas, amores y desamores en sus caminos. Y aún así el amor volvió a aparecer, con más fuerza que nunca, más puro y sincero.
Y esta vez se han dejado llevar por la inconsciencia, por el arrebato de la necesidad, por el abrazo, por la mirada. Esta vez el amor tampoco ha triunfado.
El camino de mis protagonistas es siempre divergente. Las disyuntivas los han vuelto a separar. Es el todo o la nada. El camino de él versus el camino de ella. No hay confluencia aunque sí hubiese sintonía. Una vez más la vida los separa, sabiendo que en este punto ya no hay retorno atrás.
Una historia de amor que nunca fue, que nunca pudo ser, que nunca será. Y sin embargo mis protagonistas se han quedado con el corazón roto para siempre, sin esperanzas, sin ilusiones.
La vida ha marcado un rumbo de desamor en el destino inicial de estos amantes. Cual Romeos y Julietas deben morir en sus existencias para que lo correcto vuelva a funcionar. Les deseo lo mejor a ambos. Mucha suerte. No sufráis.

jueves, 14 de abril de 2011

Mi laberinto

Hay momentos en la vida en los que eres consciente de que tu vida se ha convertido en un verdadero laberinto. Y este laberinto tiene setos altísimos que no te permiten ni siquiera imaginar qué es lo que hay al otro lado de la barrera, porque no puedes asomar la cara, ni escuchar el sonido que de allí proviene.
En estos días he sentido que mi vida se está convirtiendo en un laberinto. Vaya para donde vaya me encuentro una valla que no me deja avanzar. Recorro mis propios pasos para tomar otro camino y siempre llego a la misma conclusión: Debo volver a ser yo misma, debo volver a mi interior para desde allí tomar otro camino y esperar que esta vez sea el definitio.
El caminito hasta el objetivo es largo y penoso ya que supone tener que volver una y mil veces al punto de origen. Y nunca sabes si el camino que tomo esta vez es el correcto o me volveré a encontrar con otro seto infranqueable.

domingo, 10 de abril de 2011

Cuando la felicidad se escapa de tus manos


Cuando alguien te deja de amar sientes que todo se derrumba. Tus proyectos, tus ilusiones, tus perspectivas toman de repente un camino diferente y sientes que te has quedado sin rumbo.
Ya he comentado en muchas ocasiones que el amor es como un motor que revoluciona todos los sentidos. Y el amor es poderoso.
Cuando ese amor acaba el alma se ralentiza, sientes que falta la respiración, que un vacío inunda tu existencia y solo entran ganas de llorar.
En la vida hay muchas circunstancias que rompen el amor y con ello se daña a alguien. A veces se daña a muchas personas que, indirectamente, formaban parte de ese círculo de amor y que caen como piezas de dominó en una cadena de sentimientos.
Es triste, es lamentable, es absurdo. A veces tienes una puerta abierta para ser feliz y queda una puerta atrancada en otra existencia que no te llena. Y en vez de salir por la puerta del amor y la felicidad, te enflaqueces y pasas por la puerta atrancada, sabiendo que allí no tendrás ni una cosa ni la otra, pero sí serás responsable.
Cada uno debe tomar el camino que cree que le conviene. No siempre son caminos de felicidad. En el recorrido quedarán cadáveres, sentimientos que irán muriendo porque no se les dio la oportunidad de crecer.
El amor y el desamor, la responsabilidad y la ilusión, el pasado y el futuro, el querer o el olvidar, ideas que se contraponen en una vida y que hacen que todo sea a la vez simple y complicado.

sábado, 9 de abril de 2011

Huir de las responsabilidades

Te dices padre, pero no lo eres. No se puede huir de las responsabilidades porque las cosas entre nosotros hayan dejado de funcionar. Tus hijos no merecen tu olvido. Entiendo tu dolor por la separación, pero no se puede jugar con unas cartas que sienten y sufren tu lejanía.
Te dices padre, pero no cumples. No quieren tu dinero, ni lujos, apenas que compartas con ellos unos días del año. Te escudas en que evitas los kilómetros y los riesgos, pero en el fondo solo eres un cobarde que no se quiere enfrentar a la vida él solo.
Te dices padre, pero no actúas. El tiempo pasa y la distancia se agranda. No hay amor que corresponder, pero sí unos sentimientos inquebrantables de tus hijos hacia ti.
No huyas, no te escudes en que soy yo la que quiere tener tiempo libre y por eso te dejo a los niños. Eso es solo una excusa que pones para no ejercer de padre. A mí mis hijos nunca me pesan porque son la razón de mi vivir.

Te dices padre, pero solo de boquilla para afuera. El amor de padre nunca muere, siempre anhela, es indestructible e incombustible. ¿De qué madera estás hecho que no ardes en deseos de ver a tus hijos?
Te dices padre, pero solo anhelas verme a mí. ¿Para qué?. No formo parte de un lote de todo o nada. Yo ya no soy nadie para ti, pero ellos siguen siéndolo. No huyas. Dí que eres padre y ejerce como tal.

jueves, 7 de abril de 2011

La entrega del amor


Durante los últimos 16 años de mi vida di todo en el amor a cambio de nada.
Esta reflexión tan cruda me ha marcado profundamente y sé que me va a condicionar mucho en mis futuras relaciones.
En todos esos años aposté una y mil veces por el AMOR en mayúsculas. Quería porque se esperaba de mí una entrega total a la relación por la que aposté cuando ya tenía bastante uso de razón y varios fracasos a mis espaldas.
Y una vez más me equivoqué. Porque el amor es algo que debe ser alimentado diariamente a la par que hay que aportar mucho de manera recíproca para que no muera.
El problema de todo esto me lo planteo de cara al futuro. No sé si podré creer otra vez en el amor en toda su extensión. El amor es entrega y no sé si ya me queda dentro esa capacidad de entregarme completamente si no siento que la entrega es mutua. Eso me hace débil, porque me aleja de la ilusión de amar sin condiciones. La vida marca demasiados límites.
Esos límites son cadenas que impiden moverse libremente y entonces llega la desesperanza. Mirar al futuro sin amor es muy triste porque es uno de los motores que hace que el corazón lata fuerte, con ganas.
No quiero mirar al pasado, ni a la relación que murió también por mi culpa. Quiero mirar al futuro e ilusionarme. Poder volver a sentir que mi corazón late desesperadamente por alguien y que soy correspondida de la misma manera, sin ataduras, sin presiones, sin cadenas que nos anclen en una vida rutinaria.
Hace unos dias aclamaba que estoy enamorada de la vida, y es cierto. Quiero vivir cada momento, cada instante de esta vida. Una vida que va restando de su contador cada minuto que pasa. Y por eso cada uno de los minutos es importante, porque no sabemos en cual de ellos acontecera algo que cambiará nuestro rumbo. Si no estamos al loro la oportunidad puede pasar para siempre.
Pero yo estaré ahí, pendiente de mi oportunidad, porque me la merezco, porque seguro que hay por este mundo alguien que merezca mi amor y pueda llegar a amarme de la misma forma. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde.

miércoles, 6 de abril de 2011

La ignorancia de la juventud (no de todos)

Hoy he sentido más que nunca que las nuevas generaciones de jóvenes son muy distintos a mí. Ya sabía que las nuevas tecnologías los estaban alejando de la realidad de una manera muy sutil y que el abismo entre la realidad y la virtualidad cada vez era mayor.
Imparto clases de historia y hoy, cuando estaba explicando la Transición española, he repasado los presidentes que ha tenido España desde la muerte de Franco. He comprendido que no supieran reconocer las fotos de Adolfo Suárez ni lo que representó ese hombre en la historia de España. He comprendido que no supieran que los jóvenes de los años setenta fueran tan reinvidicativos y que lucharan por la libertad, quizás porque ellos han nacido en un país libre y no se valora lo que ya se tiene. Pero me ha sorprendido, y mucho, que no supieran quien era Felipe González, que apenas supieran nada de Aznar y que no supieran explicar qué fue el 11 de marzo. Es cuando he sido consciente de que viven en otra dimensión, en una donde no importa nada más allá que el Tuenti, los ipods, los ordenadores y, en el mejor de los casos, las reuniones sociales ¡¡¡en vivo!!! con los amigos, donde, desgraciadamente, debe, obligatoriamente, correr el alcohol para que se sientan a gusto.
Y lo curioso de todo es que yo, a mis 43 años, no me considero mayor. Me considero joven pero a años luz de la juventud "oficial". Creo que los que tuvimos 18 en los ochenta éramos diferentes porque salíamos de una sociedad oprimida que empezaba a vislumbrar aires de libertad y la vida se presentaba llena de ilusiones y esperanzas. Soñábamos con un futuro mejor en el que nadie sería encarcelado o amonestado por expresar su opinión, por besarse en la calle, por reunirse. Conocimos la sexualidad con naturalidad, sin moralismos que nos condicionaran la vida eterna y eso nos hizo personas más sanas y menos reprimidas.

Hoy, con cuatro décadas a mis espaldas me siento orgullosa de la juventud que viví (y vivo). Aquellos años hicieron de mí una persona con inquietudes y con valores. Y desde mi púlpito profesional intento transmitir parte de esos valores a esta nueva juventud que veo desmotivada, sin ilusiones, sin rumbo determinado.
Está claro que no puedo generalizar porque todavía encuentro a algunos jóvenes excepcionales (lo cual es una pena precisamente por su excepcionalidad) que sí tienen inquietudes, que luchan por sí mismos y por forjarse un futuro del que puedan sentirse orgullosos. Son jóvenes que sienten que deben moverse para hacer que el mundo sea mejor y ellos me hacen concebir esperanzas.
Queda ahí mi reflexión. Una reflexión motivada porque mis alumnos no han sabido reconocer al presidente que gobernó España durante 16 años y quizás me he sentido muy vieja, ya que dicho presidente estuvo durante gran parte de mi vida haciendo y deshaciendo España. Supongo que para que estos jóvenes lo conozcan estoy yo y mi materia...pero..es tan difícil explicar objetivamente algo que se ha vivido tan de cerca...
A todos los jóvenes de los ochenta me queda decirles que somos nosotros, los chicos y chicas del baby boom de los sesenta, cuarentones en la actualidad, los que en estos momentos tenemos el futuro de España en nuestras manos, somos en gran parte responsables de la situación actual y debemos seguir sintiendo la savia de la juventud en nuestras venas porque, me temo, que muchos de los que vienen detrás de nosotros están demasiado embobados con las pantallitas de sus aparatos.

martes, 5 de abril de 2011

Eliminar el futuro

Hoy una querida amiga me ha contado que un familiar suyo se ha suicidado. Un hombre joven ha tomado la decisión de bajarse del barco de la vida porque, imagino, las cosas no le irían bien. No he profundizado preguntando las razones que podrían haber llevado a alguien a tomar esa trágica decisión, pero he sentido la necesidad de hablar de este tema.
En alguna ocasión a lo largo de mi vida se me ha pasado por la cabeza ese mismo camino, cuando las cosas no iban como yo quería, cuando me sentía hundida y no conseguía encontrar ningún camino por dónde ir.
Me pasó cuando era una adolescente y me sentía diferente a los demás, oculta en una gran familia no tenía identidad propia y una Irene, insegura, pugnaba por salir a un mundo nuevo que se empezaba a esbozar ante mis ojos. Era un 22 de noviembre. Mi mente, triste, fantaseaba con la idea de salir de esa situación de la manera más cómoda y cobarde. Veía a mi familia triste por mi marcha, sin comprender porqué habría tomado esa decisión. Yo los veía desde mi hipotético lecho de muerte, y les decía mentalmente que deberían haberme prestado más atención.
El canto tardío de un pájaro en aquel otoño de hace muchos años, me sacó de aquellas absurdas ensoñaciones y sentí que debía darle una oportunidad a la vida.

Años después esa misma idea se presentaba ante mí como la única y posible salida ante una ruptura sentimental. En aquel momento me vi sin ganas de vivir, sin ilusiones. De repente todo lo que había imaginado para mi vida se derrumbaba y sentía que dejaba de tener sentido seguir.
Mi querida hermana, una vez más, estuvo allí para hacerme entender mi valía y deseché la idea para siempre.
Desde entonces me he hundido en algunas ocasiones, como el año pasado, pero nunca más he vuelto a recurrir a un pensamiento tan trágico y absurdo. La vida es maravillosa en sí misma, y merece la pena vivirla, con sus altibajos, con sus alegrías y sus penas, con sus adquisiciones y con sus pérdidas. Debemos ser fuertes y no dejarnos llevar por el impulso momentáneo de salir corriendo hacia el abismo, porque solo dando un paso atrás, si giramos un poco la cabeza, podemos ver la sonrisa de cualquiera que es feliz.
Solo hay que aprender a valorar todo, desde lo más insignificante, porque todo tiene su sentido y todo conforma la vida. Y no pensar en el futuro, porque el futuro no existe, sino en el presente. Disfrutar de las pequeñas alegrías que recibimos cada día, gozar de los besos de tus hijos como gotas de amor incondicional, regocijarnos con el piropo que nos lanza alguien que no nos ve desde hace mucho tiempo y aceptar que sí, que somos bellos. Dejar de un lado todo pensamiento triste y negativo que se nos pase por la cabeza, porque ese pensamiento no nos llevará a nada bueno.
Ahí queda mi reflexión de hoy. Llamémosle "Canto a la Vida" porque los que estamos en este barco, queremos seguir flotando en él y siempre miraremos hacia la parte donde brilla el sol.

sábado, 2 de abril de 2011

Amor de primavera


Hoy me encantaría decir que estoy enamorada. Sí, enamorada de la vida, de los rayos del sol que me calientan cada día y me hacen ver que la vida es bella y merece la pena ser vivida.
Me encanta decir que estoy enamorada de la risa de mis hijos, de los momentos en los que los veo felices y con ilusión. Y sí estoy enamorada de ellos porque son la razón de mi vivir.
Sería dichosa si sintiese que estoy enamorada del pasado y del futuro aunque dichos momentos no existen; el pasado porque murió y el futuro porque no nació. El pasado me hirió y no sé qué sentiré en el futuro, pero ambas realidades fueron y serán.
Estoy enamorada del presente, de unos ojos que me miran o me imaginan, de una ilusión que no existe pero que se sueña.
La primavera es época de amor y yo siento la necesidad de sentirlo. Me quiero a mí misma y a todo lo que me rodea. Trato de ver lo bello de cada cosa, por muy insignificante que pueda parecer.
Los momentos robados a la rutina se convierten en combustible para la felicidad.
El amor, tan bello, tan necesario, tan esquivo, tan doloroso, tan importante, tan añorado, tan sufrido. Es todo en la vida y yo lo quiero. W