martes, 27 de septiembre de 2011

Y llegó la segunda parte

Ayer, comentando con una persona cómo pueden afectar las emociones al bienestar o malestar físico, me propuse seguir con mi reflexión personal sobre los bloqueos que a mi entender desarmonizan nuestra vida en general. En mi entrada del 1 de mayo "Cuando el silencio pesa" hice una reflexión sobre cómo el dolor mal digerido puede venir a desequilibrar a una persona y, por ende, la lleva a la enfermedad.
No sé si las casualidades realmente existen, pero resulta curioso que, tras la conversación de ayer, hoy un amigo del facebook me aportara toda la información que yo necesitaba para poder completar esa entrada inacabada, como si me empujase a transmitir a todas las personas que en algún momento me leen las claves para poder sanarse a sí mismas.
En aquella reflexión de mayo yo hacía un viaje virtual del dolor a través del cuerpo y trataba de mostrar el paralelismo entre las consecuencias de tragar el malestar bloqueando los chacras que conforman nuestra entrada natural de energía y la enfermedad. El bloqueo de dichos respiraderos de vida deriva en desequilibrios que orientan hacia posibles achaques o malestares y en el peor de los casos hasta enfermedades en distintos grados de gravedad.
No soy la primera que afirma que esto es así. En los últimos meses he leído mucho de muchos temas y he constatado que la propia comunidad médica está cambiando su visión sobre lo que es tratar a un enfermo de una manera holística. Es decir, nosotros no somos solo un mecanismo fisiológico que funciona siempre igual, ante todos los estímulos, que sana si es medicado y enferma si es atacado externamente por agentes patógenos, virus y demás. Somos mucho más. Somos energía pura y por tanto hay que saber trabajar con las energías para solucionar de raíz algunos problemas cuyos orígenes están dentro de cada uno de nosotros.
En otras palabras: nosotros somos, en gran parte de los casos, los propios productores de nuestra enfermedad. Unas emociones mal digeridas, unos estereotipos o arquetipos mal encajados, unos pensamientos negativos, una falta total de autoestima, los miedos irracionales, la represión de los sentimientos, los conflictos interiores etc, pueden derivar en enfermedades como la artritis, la impotencia, la frigidez, las hemorroides, la espondinitis, el insomnio, las otitis, las enfermedades oculares, los problemas en ovarios, próstatas y testículos...y así un largo etcétera.
Y cuando muchas de estas enfermedades se encadenan una tras otra y la persona tiene la sensación de estar continuamente enferma o que todo le pasa a ella es cuando tiene que pararse y hacer una reflexión sobre la vida que tiene, sobre la satisfacción o insatisfacción que su existencia le proporciona y debe comenzar a tomar las riendas para sanarse. Y esa sanación no va a pasar por medicarse y medicarse hasta que el bloqueo emocional encuentre otra salida, una vez por el estómago, otra por el lumbago, o por la garganta. El conflicto seguirá dentro en tanto la persona no solucione sus emociones y las enfermedades se seguirán sucediendo hasta un punto que puede llegar a ser sin retorno.

He leído en varios sitios que algunos tumores tienen su origen en este tipo de bloqueos. No puedo afirmar que eso sea totalmente cierto, pero lo que sí lo es es que no podemos dejar pasar día tras día sin tomar el control sobre nuestra felicidad. Y por qué eso nos va a pesar en el futuro no hay que esperar a mañana para comenzar a hacerlo.
A veces basta con pararse a pensar qué queremos, cuánto nos queremos, porqué de nuestros miedos, qué hace la rutina con nosotros para llevarnos a la insatisfacción, etc. Ese trabajo interior comenzará a liberar algunas tensiones y si es bien dirigido podrá ayudarnos a sanar.
Ahí es donde yo, y digo yo porque mi Yo lo ha experimentado positivamente, introduciría una ayuda externa. Y esa ayuda es la más bonita de las energías: el amor. El amor es el desatascador de nuestras emociones. En el momento en que nos amamos a nosotros mismos comenzamos a liberarnos de muchos bloqueos y nuestro cuerpo reacciona positivamente.
En mi caso, desde el primer momento comprobé que esa energía que puedo canalizar a través de mis manos y que es un regalo que todos tenemos a nuestro alcance, es energía de amor. Le podemos poner un nombre pero es solo energía, es solo amor, e indudablemente funciona. Con esa energía nuestros miedos reaparecen para ser superados, nuestros bloqueos comienzan a desvanecerse, la tristeza se acaba evaporando, las inseguridades se volatilizan y el equilibrio comienza a aparecer. Y de la misma manera comenzamos a dormir mejor, a sentir que nuestro cuerpo va recuperando el equilibrio y los achaques se van disolviendo. Sentimos que ya no nos duele tanto la espalda y que nuestro estómago funciona correctamente. Ya no sentimos frustraciones sexuales ni nos duelen los músculos. Mi garganta ya no molesta como antes y las otitis que me amargaban ya no aparecen. Mis reglas no me duelen y la sonrisa acude a mi cara con frecuencia.
Es decir, estamos sanándonos desde el interior y eso se refleja en el exterior.
Por eso si al leer esta entrada te sientes identificado con alguno de estos síntomas, no pases página y te marches sin reflexionar sobre ella. Quizás la solución a tus molestias está más cerca de lo que crees. No se pierde nada por probar porque ya hay mucha gente dispuesta a regalar esa energía de amor que muchos llamamos reiki que te puede ayudar a sanarte por dentro y por fuera. Y lo mejor de todo es que puedes llevar esa energía a tus propias manos y convertirte tú mismo en la herramienta que te sane.
Yo lo hice y ahora soy feliz todos los días. Un abrazo a todos y todas.