sábado, 23 de octubre de 2010

De la memoria al presente.


En estos últimos días he vuelto a sentir que algo va a cambiar. Episodios del pasado vuelven a mí de muchas maneras y trato de darles sentido de la forma más racional posible.
Pero una vez más no puedo dejar que sea la razón la que vaya dando las respuestas a los muchos interrogantes que se me van planteando.
Lo primero ha sido el volver a un pasado que ni siquiera viví pero que, en cierta medida, me conforma como soy. Lo segundo un reencuentro que ha permitido que resetee ciertos complejos que conservaba desde hace muchos años y que personas del pasado, sin ni siquiera ser conscientes de ello, me han ayudado a desterrar.
El primer acontecimiento que me ha hecho reflexionar mucho estos días ha sido la lectura de las memorias escritas por mi abuela a sus 83 años, en el año 1968. En aquellos días yo estaría balbucenado mis primeras palabras o trataba de mantenerme despierta algunas horas del día, en unos momentos en que las revoluciones bullían por Europa.
Mi abuela Hermenegilda narraba su primera infancia acaecida a finales del siglo XIX. Relataba las dificultades por las que pasó en un entorno medieval (un barrio de un diminuto pueblo a las faldas del sistema central, que pertenecía a Segovia). La sencillez de su relato me trasladaba a otro tiempo y lugar sin dejar de ser consciente que aquella mujer, luchadora, parió a mi padre y forjó al magnífico ser humano en el que se convirtió. Aquella mujer a la que dicen que me parezco física e interiormente, narraba los miedos que pasó durante la Guerra Civil cuando, abandonando todo en el pueblo de la sierra madrileña donde nació mi padre, tuvo que cruzar las montañas, de noche, para salvar la vida de toda su familia. Sin entrar en política ella veneraba a quienes le salvaron la vida y siempre hay que entender las ideas de todos sus descendientes con respecto a aquella cruel y dolorosa guerra y sus consecuencias.
También llegaron a mis manos las memorias de dos de mis tíos (las de mi padre las leí hace mucho y su filosofía vital me ha marcado siempre) mucho más realistas y descriptivas de la sociedad de las primeras décadas del siglo XX. Hombres jóvenes y luchadores contaban los temores que le suponían cuidar a las cabras al raso, durmiendo sobre el suelo de la montaña para tratar de ayudar a su numerosa familia que trataba de prosperar en un entorno duro y pobre. En todos los casos mi abuela y mis tíos, como siempre predicó mi padre, se apoyaban en su fe para aceptar los designios más o menos duros que la vida les traía.
He descubierto el Madrid de los cincuenta, con sus transformaciones urbanísticas, de mano de los que, con su propio esfuerzo, lo forjaron. También como el tesón y la voluntad hizo que unos niños pobres, hijos de agricultores y cabreros, se convirtieran en hombres honestos, brillantes, luchadores y generosos.
El descubrimiento y análisis de esas vidas me hacen meditar sobre la mía. Me pregunto qué he aportado yo a este mundo para hacerlo mejor. Mi sociedad no es la que ellos vivieron pero por mi sangre corre la misma sangre de aquella mujer o de aquellos hombres que marcaron a todos los que convivieron con ellos. Siento que debo hacer algo que me trascienda como una responsabilidad ante mis antepasados. Gracias a ellos soy la que soy, con mis pobrezas y mis riquezas, con mis debilidades y mis grandezas...
Pero no todo acaba ahí.
El segundo acontecimento ha sido el reencuentro con mis compañeros de facultad. Tal y como me pasó hace cuatro años con las compañeras del colegio he sido consciente de mí misma como nunca.
Atrás quedó aquella Irene insegura que se paseaba por la Facultad de Derecho de la Fábrica de Tabaco, perdida entre clases que no le gustaban y una obligación autoimpuesta de no dejar que nada le rindiese. Al igual que en aquella otra reunión alguien se encargó de hacerme ver como yo era, como me veían ellos y ellas, y esa imagen distaba años luz de la que yo pensé que proyectaba. Creo que en aquella carpa donde celebramos la reunión dejé muchas de las inseguridades que me atenazaban y recuperé una felicidad interior que no recordaba. Tengo que agradecerle a todos los compañeros la amabilidad con la que me trataron. Con muchos no había hablado en mi vida, pero al mirar a sus ojos he podido reconocerlos en otros hombres y mujeres que compartieron conmigo momentos de mi vida que me marcaron como ser humano. Esa regresión a mi pasado me ha hecho revivir, resoñar, reilusionarme y reencontrarme con personas estupendas que también contribuyeron a ser de mí quien soy.
Y sé que de ambos acontecimientos voy a sacar algo positivo. De hecho mi mente no deja de bullir y se me ocurren muchas ideas nuevas. Es momento de cambio y las cosas pasan porque tienen que pasar

1 comentario:

  1. Cuando me llegó la noticia de que nuestra promoción quería celebrar su 20 aniversario la primera impresión fue decir que no asistiría.
    No estoy acostumbrada a estos eventos pero tenía el presentimiento de que me lo íba a pasar muy bien y que como estoy en esa etapa de madurez y de estar en paz conmigo misma, sabía que algo bueno me encontraría.
    Y así fue, no sólo he vuelto a ver momentos de mi juventud,amigas de experiencias y unos años que me marcaron sino que tambien he tenido la suerte de reencontrarme con compañeras/os con los que me he sentido muy bien y con los que seguramente voy a empezar una amistad nueva, pues como los buenos vinos hemos mejorado con los años y aquellos momentos de dudas e inseguridades se han quedado atrás.
    Gracias por todo ello a quienes organizaron el encuentro,a mis amigas de siempre y a todos/as con los que compartí la velada, al lado de nuestra antigua facultad y en una noche de primavera anticipada.
    Gracias Irene por tus impresiones y por tu alegría, por tus fotos y por tu risa.Y gracias porque siempre has visto que en el fondo de mis ojos verdes había algo más que el color: un corazón.

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