En los últimos meses han pasado muchas cosas en mi vida: experiencias nuevas, nuevas amistades, sincronicidades increíbles, talleres que me hicieron crecer, repetición de escenas del pasado; unas buenas, otras malas. Y con todo ello ha surgido una nueva Irene. Quizás esta versión no es la mejor que haya sido en mi vida, pero al menos he sido consciente de que las experiencias vividas en mi pasado fueron grandes aprendizajes y la gestión de mis crisis vivenciales ha mejorado considerablemente.
Hoy siento que debo seguir cerrando etapas, aunque duelan, porque hay historias que no merecen la pena ser revividas. Poner el alma y el corazón al desnudo es un riesgo que a estas alturas de la vida cuesta correr.
Es mi historia sin fin. La novela que nunca terminó de ser escrita y que quedará eternamente entre mis borradores. Tenía un final listo para ser escrito.
Como Neo en Mátrix quería que mi protagonista despertarse tras estar dormido durante toda su existencia sin saberlo.
Fui desconectando cables, insuflando aliento a unos pulmones que ni se atrevían a respirar, configurando un futuro para mis protagonistas que fuese digno de la mejor novela de amor que se haya escrito.
Pero mi teclado se bloqueó. Cada vez las teclas estaban más duras, se petrificaban y sentía que esa historia no podía ser escrita porque los protagonistas se negaban a ser despertados. Su mátrix era lo suficientemente aceptable como no para arriesgarse siquiera a respirar la realidad, no fuera a ser que ese aire nuevo provocase la muerte.
Así que aparqué la novela. Dejé de imaginar diálogos, situaciones, momentos de amor y de abrazos. Dejé que los sueños siguiesen siendo sueños y que la mátrix fuese el hogar de mis protagonistas.
Mejor dejarla cocer otros tantos años y si el universo algún día me sorprende con un arranque de imaginación volver a ella. Pero para ello debería reilusionarme y hoy lo veo difícil.
Ahí queda mi historia, en pausa indefinida, carente de un final feliz, tal y como yo soñaba. ¿dónde quedó la creatividad que me embargaba al sentir mis dedos el teclado? Quizás es la hora de volver a estas reflexiones y abandonar el gran proyecto de la novela que siempre será una historia interminable.
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