domingo, 9 de noviembre de 2025

La carta de mi padre

Cuando era universitaria era una persona un poco perdida. Me sentía insegura, me valoraba poco y no era consciente, ni de lejos, de mis capacidades.
Recuerdo que en aquellos años en los que empezaba a sentir lo que significaba ser adulta mis hermanos mayores, esos grandes motores que siempre han sido Luis Ventura y Carmen, apoyaban con sus propios medios que pasase tiempo con mi padre en el despacho, de manera que pudiera aprender a amar una profesión, el derecho, que estudiaba a duras penas. 
En aquellos momentos me sentía mal conmigo misma y era muy propensa a escribir largas cartas, sobre todo a mí misma, un ejercicio que continué después en este blog. También le escribía a los novios que tuve en aquellos momentos ya que era una ilusa en lo que a las relaciones amorosas se refiere y pensaba, ingenuamente, que esos hombres iban a comprender esa parte emocional que bullía dentro de mí. 
Se ve que en aquellos días en los que pensaba en abandonar la carrera, porque no me gustaba nada, tuve que enviar otra carta a modo de salvavidas y hoy quiero hablar de la respuesta que sí tuve.
Y es que hoy, 9 de noviembre, se cumplen 35 años de una carta que me escribió el que sin duda fue el gran hombre de mi vida, el modelo que hizo que el listón siempre estuviera muy alto, ya que nunca nadie del sexo masculino estuvo a la altura de mi padre. También tal día 9 de noviembre fue elegido por su alma para abandonar este mundo terrenal y, simultáneamente, la llegada de este día su recuerdo acude a mí irremediablemente.
Han pasado 18 años de aquel día en que se fue y lo recuerdo siempre como el padre amoroso, honesto, reservado y cargado de experiencias vitales que me enseñó tanto. 
Mi padre transcendió a la muerte con aquella carta que me cambió la vida. 
Unos tres años después de morir, en un momento de crisis total en mi vida, a nivel personal, laboral y vital apareció la carta mágicamente . Fechada el 9 de noviembre de 1990 el hecho de que el día coincidiera con el mismo en el que falleció en el 2007 me resultó, cuanto menos, curioso.
Pero lo que revelaban sus palabras fue lo verdaderamente impresionante: mi padre sabía quién era yo cuando yo ni siquiera me veía, conocía mi potencial, mi capacidad escondida en el fondo de una mujer que no sabía nada de sí misma. Aquel 2010, cuando leí aquella carta acababa de iniciarme en Reiki y acababa de empezar a desenmarañar mi interior. Así que aquella tarde, a medida que las palabras de mi padre desmadejaban mis pensamientos mi alma lloró como pocas veces y empecé a conocerme. Aquel 9 de noviembre mi padre le habló a la Irene del futuro y el mensaje llegó en el momento justo.
Esa carta me habló cosas nuevas en sucesivos redescubrimientos, a veces de una manera muy curiosa. Estaba escrita a máquina y en algún momento las letras no decían nada, o, al menos, eso parecía. En cierta ocasión me di cuenta que quizás los dedos de mi padre se desplazaron al escribir y esas letras inconexas quizás decían algo. Y, efectivamente, allí estaba el mensaje. Coloqué mis manos sobre un teclado y me desplacé solo una tecla, marqué la secuencia y el mensaje apareció. Fue una sensación increíble leer lo que allí ponía. Mi padre me hablaba de energía, de la que yo tenía en el interior y no conocía.
Es entonces cuando nació la nueva Irene, cuando se inició este blog y empezaron los cambios importantes en mi vida. 
Hoy estoy en Venecia, son las 3,30 de la madrugada y marcharé a Suiza en una hora. Me desperté porque el recuerdo de esta carta mágica llegó a mi cabeza y era inútil intentar seguir durmiendo sin dejar por escrito lo que este 9 de noviembre representa para mí. Mi padre, Buenaventura, fue un ser excepcional y hoy merecía ser recordado no solo porque se fue hace 18 años, sino porque hace 35 escribió una carta respondiendo a mi llamada de auxilio y esa carta fue un salvavidas para mí en distintas etapas de mi vida. Siempre se lo agradeceré. Te quiero, Papá. Un beso al cielo.

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