viernes, 17 de enero de 2014

Las de cartas de amor que dejaron de escribirse

Como dije en la primera entrada de este blog, hace ya muchos años, la inspiración es como una ola que viene cuando menos te lo esperas y te retumba dentro de forma que si la dejas pasar, esos pensamientos que surgieron de repente, se quedan olvidados en el limbo, si es que este existe.
Hoy empecé a sentirme mal porque un alumno con síntomas claros de constipado y/o gripe empezó a toser delante de mi cara. Pensé...hoy caigo mala, seguro.
Efectivamente los síntomas empezaron también en mí, primero estornudos, frío intenso, malestar en el estómago. Y antes de tomar nada o ir al médico donde seguramente contraiga con seguridad alguna otra dolencia, decidí chutarme un ratito de esa bonita energía de la que hablé ya hace mucho y que es el Reiki.
No es que sea muy constante en la autoaplicación de esta energía que sana en todos los planos del ser humano, y por ello puedo lamentar el tener ahora bastantes kilos de más y un poco de desánimo general.
También es cierto que yo soy una persona de SOL, de verano y de calor, y estos días mustios del invierno aflojan mi estado de ánimo hasta puntos muy bajos.
Pero bueno...para variar me estoy yendo por las ramas, así que vuelvo a mi improvisada sesión de Reiki en la hora que tengo libre los viernes. Durante ese proceso me vinieron a la cabeza imágenes de otras épocas de mi vida.

En esa época, durante una década, hace ya casi 25 años, mis circunstancias vitales me llevaban a escribir continuamente cartas de amor para mantener una historia a la distancia. En esas cartas que escribí quedó gran parte de la Irene que era y que en algunos aspectos sigo siendo. Aquellos folios deben estar ya amarillentos en alguna caja de zapato de mis estanterías (si tuve la suerte de recuperarlas al acabar la relación) o son conservadas por los destinatarios de las mismas como mudos testigos de amores que murieron. Es posible que incluso fuesen enviadas a la basura cuando esas personas retomaron sus vidas sin mí. Pero en cualquier caso son reliquias de un fragmento de mi alma, joven, que se plasmó en papel.
Sin embargo hoy en día las cosas han cambiado.

Muchas cartas de amor dejaron de escribirse.

Cartas a las que marcar con besos adolescentes de labios pintarrajeados con carmín hurtado a las hermanas mayores. Cartas con tinta corrida en las letras, por haber sido impregnadas de perfumes o colonias, en un intento de trasladar al amado olores familiares. Cartas en las que llorar la lejanía, el silencio, la ausencia de respuestas...en las que desmenuzar los sentimientos como no se puede hacer por el teléfono ni en persona.

Las nuevas tecnologías han hecho morir a esas cartas de amor en las que se recogían momentos intensos de nuestras vidas, pedacitos de alma que se dejaban sintetizar en un intento maratoniano de plasmar algo inmaterial como los sentimientos, buscando palabras imposibles que sufrieran, sonrieran, respiraran, suspiraran, anhelaran como nosotros.

Echo de menos aquellos momentos, no solo en los que amaba profundamente, con ilusión, sino en los que destripaba mi alma para mi amado, desde lo más profundo, para tratar de fundir su alma a la mía y buscaba las palabras más bellas que se me ocurrieran para intentar expresar esos sentimientos.
Y creo que ahora, desde la segunda década del siglo XXI, por mucho que mis sentimientos volvieran a ser los de aquella adolescente o de mujer joven, seguiría la corriente de mis tiempos y escribiría emails de amor, Whatsapps de amor, sms de amor...pero no aquellas cartas.
Creo que hemos perdido mucho...


1 comentario:

  1. Has escrito palabras muy ciertas, pero cuando la inspiración vuelve no se puede dejarla irse, hay que aprovecharla al máximo ya sea para escribir cartas de amor o para expresar lo que siente nuestro interior.un abrazo cargado de luz y prosperidad ;)

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