viernes, 5 de junio de 2015

Un Viernes Santo que llora (Recordando entradas cuya relectura me impresiona. Publicado en marzo de 2013).

En estos días de vacaciones cabría darle más tiempo al trabajo interior, aprovechar que no hay que madrugar para trabajar y dedicarse a meditar, a la introspección más dedicada.
Y sin embargo no estoy haciendo nada de ello. Se me acumulan los deberes en ese tema.
Varios libros me miran de soslayo desde encima de la cómoda y me recriminan que no los abra. Fueron regalos, o comprados con mucha ansia, y sin embargo, ahora los esquivo. Sé que los mensajes que contienen me van a remover por dentro y no estoy segura de estar preparada para ese vapuleo.
También tengo deberes para llevar a cabo la biodescodificación de una parte de mi vida. Muy necesario para mí para romper lazos dañinos que me vienen adosados desde la cuna, la tarea que me han encomendada me resultará muy liberadora, pero no saco las fuerzas suficientes para emprenderla.
Son días de lejanías impuestas que hacen replantearse, una vez más, qué camino tomar. Días de cercanías dolorosas que fustigan un alma que ya no sabe dónde ni cómo esconderse. Días de luchas perdidas entre la mente y la voluntad sin saber porqué.
Hoy es Viernes Santo. El cielo llora por la muerte de un ser excepcional que nos empeñamos en matar año tras año. Y no lo deseo. Quiero que esté siempre vivo, en mi corazón, en mi ser, en mi vida.
Esta Semana Santa he lucido orgullosa en mi solapa un niño Jesús que me regalaron hace unos días. Anacronismo, lo sé. Pero si me preguntaban decía que prefería recordar a ese Jesús vivo y niño, lleno de esperanzas de un cambio positivo que a un Jesús clavado en una cruz, alabando una muerte humana que anunciaba redención. Y el ser humano no se ha redimido.
Porque en estos días he visto tantas fotos de injusticias sociales, hipocresías aceptadas, que algo dentro de mí se rebela completamente.
Nos empeñamos en parecer seres estupendos en estas celebraciones religiosas. Tanta energía malgastada en  florituras materiales, sin reconocer el verdadero mensaje que todo esto lleva.
Nos olvidamos que todo esto llevaba implícito un único mensaje, el del amor incondicional, el que pregona la  recién estrenada Era Acuario, esa en la que nos hemos metido de lleno y que cientos de síntomas físicos está acarreando a quien no vibra a su son.
Mi cabeza, una vez más, no entiende nada de lo que escribo, quizás guiada por una fuerza que está más alojada en mi pecho que en mi mente. Quiero gritar a los cuatros vientos unas verdades que siento pero que también yo soy incapaz de cumplir.
Porque toda mi vida es un caos, de principio a fin, sin orden ni concierto, porque no brota, no soy capaz de materializar la simpleza de mi interior, de ese amor sin condiciones que sé que nace en mí y se nutre de la energía de mi corazón, pero no sé expresar. Está abotargado, no puede salir. Prefiere perderse en actividades inútiles para no enfrentar que para andar hay que empezar dando un paso.
Hoy es Viernes Santo, y lo único bueno es que en breve llega la Resurrección, la que todos hemos vivido cientos de veces y hemos olvidado.
Muchas veces me pregunto que qué pasaría si, de repente, todos recordásemos TODO. Sería una auténtica locura, pero la fuerza de la sabiduría reconocida nos haría replantearnos todo lo que esta existencia física conlleva. Sabríamos que hemos sido Ángeles y Demonios muchas veces, que hemos matado injustamente y hemos sido muertos de la misma manera, que hemos amado y odiado, sido mártires y verdugos, mujeres y hombres, justos e injustos. Sabríamos que esas lecciones nos han hecho tal y como somos en este espacio temporal que llamamos presente. Y empezaríamos a darnos cuenta de que nada es como es porque sí, sino que todo tiene un sentido más allá del sentido que nuestra mente le da. Que hemos aprendido muchas lecciones antes de ser como somos y que si no queremos asimilar las enseñanzas, repetiremos curso una y otra vez y nunca avanzaremos. Volveremos a sentir esos Dejavus que nos hacen sentir que "esto ya lo he vivido antes" pero volveremos a caer en la trampa.
¿Será que es tan difícil despertar?. Somos apenas hologramas que interactuamos en una realidad que nuestras mentes crean y que podemos cambiar si lo intentamos, si ponemos toda la intención y el pensamiento. Todo podría ser mejor.
La pena es que nuestras energías se dispersan, son utilizadas por algunos para manejarnos como marionetas. Nos programan desde sillones invisibles y como muñecos bailamos el son que nos tocan.
No sé si vapuleando a nuestras conciencias seremos capaces de mirar hacia arriba y atisbar esos hilos que nos mueven y tiremos con fuerza para arrancarlos de cuajo de una vez por todas.
Creo que el proceso es único, despertar, ser conscientes y comenzar a caminar sin hilos, de ningún tipo, sin creencias impuestas, sin materialidad absoluta, sin  la conciencia atrapada en un mundo que creemos que no podemos cambiar. Solo hay que empezar a pegar codazos al vecino y hacerle ver que podemos, que solo hay que empezar a pensar para pasar a la acción.
Hoy es Viernes Santo y he escrito guiada, una vez más, por algo que no sé concretar. Se ve que el director de mi obra de teatro está hoy sembrado y ha dedidido mover los hilitos que manejan mis dedos para que me salga esta parrafada.
Que disfrutéis del día de descanso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario