viernes, 29 de enero de 2016

Palabras que hieren de muerte

Hoy quería reflexionar sobre esas palabras que a veces se pronuncian, se oyen, se escriben o se leen que son como puñales afilados que se clavan en el alma.
¿Cuántas veces en la vida habremos experimentado ese dolor agudo y persistente por unas palabras mal elegidas que solo buscaban provocarnos tristeza y malestar?
Y no pasa. La mente, perversa e infinita, no es capaz de olvidar del todo. Recurrentemente vuelve a traer a la memoria ese momento inmóvil en el que las palabras fueron pronunciadas, escritas o gritadas. Y el dolor se repite tal y como se sintió esa primera vez.
¿Y la terapia? Quizás el olvido, el perdón, la distancia o las siempre sanadoras lágrimas.
Hay un dicho popular que dice que las palabras se las lleva el viento, como a las nubes. Pero al igual que éstas dejan huella en forma de charcos, riegan los campos y propician la vida, las palabras pueden dejar sonrisas, esperanzas e ilusiones.
Mas también como aquellas provocan inundaciones, ocultan el sol o potencian la tristeza, hay palabras que destrozan almas, rasgan la sonrisa en rictus severos y muelen el corazón.
Por eso hay que ser conscientes de que cuando nuestra mente idea palabras hirientes hemos de saber dominarlas para no dejar cicatrices imborrables en las personas a las que queremos. Porque la hoja arrugada, como también recoge el acerbo popular, jamás vuelve a su estado original por mucho que la planchemos y un corazón maltratado por el puñal de las palabras nunca latirá con la misma fuerza.

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