martes, 3 de diciembre de 2024

Arqueología del hogar

Hace unos días empecé a hacer un curso para lograr descubrir cual era mi propósito de vida en tres facetas esenciales para todas las personas:la salud, el dinero y el amor. Bajo la dirección de un chico joven pero con las ideas muy claras y una capacidad increíble de comunicación he empezado a entender mucho sobre la capacidad que tenemos las personas de transformar nuestra vida. 
El primer paso que me ha calado a pesar de que no viniera explícitamente en el programa es el del auto compromiso con uno mismo para dar los pasos necesarios para llegar a ser la mejor versión de cada uno.
Así que no sé por qué yo entendí que tenía que ser disciplinada conmigo misma ahora que la vida me ha parado a destiempo.
Por ello uno de mis compromisos ha sido cumplir lo que anoche anoté que hoy haría sí o sí para avanzar en cada una de esas tres facetas importantes. Y comprendí que lo primero que tenía que hacer era poner orden en mi interior, indagando con cualquier herramienta que la vida me pusiese delante. Así que también me he apuntado a un retiro de yoga para hurgar lo más profundamente que pueda en mi subconsciente.
Paralelamente he reaccionado a mi pasotismo en cuanto a lo que al orden se refiere. Mi casa está atestada de chismes, hay desorden en cada estantería, armario, cajón.
Una mezcla de cables, papeles, baterías, móviles, recuerdos, cadenitas, destornilladores, bolígrafos, mecheros, llaveros con o sin llaves, se retuercen en cada espacio en una especie de orgía en el que el polvo ennegrece cada rincón. 
Y me propuse que cada día tiraría una bolsa entera de cosas que ya no sirven.
Y como una arqueóloga de mi propia vida voy encontrando cartas de amigos, de amores, escritos que entrarían en un blog si en 1986, 1989 o cualquier otro año antes de 2009 yo hubiera dispuesto de esta herramienta, en los que una Irene que ya no existe aparentemente, narra sus emociones, sus vivencias, sus desamores y esperanzas. 
He encontrado las matrículas de la universidad, cartas desde Pinilla de amigos que aún lo son; fotografías en blanco y negro de cuando hice el curso de fotografía y hasta el carnet que me dieron aquel año; tarjetas con teléfonos de personas que aún son importantes en mi vida que dejan huella de cuantos años han pasado; billetes de avión escritos a mano, las entradas de los conciertos que Mecano y Spadau Ballet dieron en el solar del Prado de San Sebastián en los años 80; muchísimas carpetas de apuntes tomados a mano de Derecho romano, político, civil; fotos con muchos alumnos que ahora ya son adultos con hijos; mucho material de profesora; huellas de mi vida como ayudante de guía de 1987 con los nombres de las personas que aún recuerdo, mapas de museos que han cambiado mucho en 30 años, entradas...
Han sido capas y capas de recuerdos y ha sido difícil decidir qué tiraba y qué guardaba para la siguiente criba. Porque está claro que si no dejo atrás el pasado no seré capaz de avanzar.
En estos días que veía en redes la destrucción real de las casas del entorno de Valencia me planteaba a mí misma que cuánto de lo que llevo guardando toda la vida se habría salvado en una riada en mi casa, y fui consciente de que nada de lo que guardo con tanto celo vale realmente nada porque todo es material. Lo importante son las personas, las amistades que pasados los años siguen estando ahí y te han demostrado que estaban en los momentos más duros de mi vida. Otros se quedaron atrás, en unos lodos que los enterraron en vida y ya no quedan ganas de desenterrar. Hoy han aparecido en cartas, tarjetas de felicitación, pero hace mucho que ya no están y los duelos están superados. 
Aún me queda mucho por tirar, bolsas que irán vaciando mi casa de esa energía estancada, que darán lugar a un espacio que pueda llegar a amar cada vez que vuelva de estar por esa Europa que ahora se va convirtiendo cada vez más en un poquito de mi hogar, en cada hotel limpio y ordenado que me acoge. 
Si soy capaz de estar 15 días con una maleta y tengo suficiente¿qué necesidad tengo de vivir después en un lugar atestados de recuerdos que algún día alguien tirará por mí?
Entiendo que debían estar para que ahora que la vida me dijo que no es infinita pueda volver atrás, pero solo por un tiempo, para reencontrarme con la Irene de 15, de 20,30 o 40 años, la Irene que aún siendo bella siempre se vio fea y gorda y solo era una mujer que nunca se acabó de encontrar a sí misma. 
Es ahora, con 57 años que lo veo todo más claro y he empezado a vivir la vida que quería vivir. Hay decisiones dolorosas que hubiera querido no tener que tomar pero ya estoy cansada de no ser nunca la elegida y ahora he decidido elegirme a mí.
Doy gracias a la vida por haberme dado la oportunidad de darme cuenta cuando aún estoy a tiempo de cambiar.

1 comentario:

  1. Poderosa reflexión. Sin duda alguna, somos seres humanos interconectados, viviendo la misma realidad. No es hasta que conectamos con nuestro centro que reconocemos lo que verdaderamente es importante. Es ahí, donde el universo y Dios nos coloca con mentes maestras que nos impulsan a profundizar y a despojarnos de la vieja historia para lograr el verdadero cambio que deseamos en nuestras vidas.. Definitivamente nunca es tarde! Todo tiene su momento oportuno. Adelante siempre. Gracias por compartir su escrito. Lo amé ♥️

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