sábado, 15 de agosto de 2009

Portugal profundo



Miles de círculos concéntricos se dibujan sobre el agua. Los truenos, tras el monte, certifican la tormenta que martillea el río Zézere. El agua de la cascada susurra a la derecha, imponiéndose al trueno, como dama que susurra en este territorio desde siempre. El espejo no refleja ahora los árboles que besan la orilla. La lluvia inunda el entorno. Un olor a bosque húmedo martillea mis sentidos.
El gorrión se acerca, valiente, a la orilla del río que circula impertérrito. Las gotas desbaratan su contorno pero no lo hieren. Se enriquece de savia nueva llegada directamente desde el cielo.
Las piedras, saltarinas, vuelan de la mano inocente. La mirada fija la sigue hasta que se pierde en la profundidad del río. Siete: un nuevo record. La sonrisa se dibuja en la cara del zagal, que, incansable se inclina de nuevo en busca de la pieza perfecta que le haga el rey de los lanzadores de piedras saltarinas.
Las nubes veloces pasan rozando las cumbres empujadas por el cielo azul. El sol exige su sitio en un verano cálido en estos lares.

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