jueves, 19 de noviembre de 2009

El otoño

¿Qué tiene el otoño que tanto afecta?
Siempre se dice que la primavera la sangre altera, pero para mí el otoño es la estación que me desbarata.
La perspectiva del frío, de las noches interminables, de las mañanas nubladas y tristes del invierno, hacen que el otoño me parezca la antesala de la desolación.
Es cierto que el campo es bello. El amarillo de los árboles cada vez más desnudos, y del suelo alfombrado de hojas inertes hacen que los campos adquieran un aire diferente, más bucólico, como si hubiésemos virado la foto a sepia.
Pero yo en esta época me siento más triste, más apagada, y no he sido consciente hasta que he empezado a releer los escritos que he subido a este blog desde septiembre. Todo pesimismo, desde las rachas y las ilusiones hasta el hundimiento de la última semana.
Sin embargo todos los textos del verano implicaban un optimismo exacerbado.
Y pienso yo...no será tanto..ni lo uno ni lo otro. No puedo estar exultante unos meses, y tan mohína en otros.
Buscar el equilibrio debe convertirse en el objetivo para mí. Reiniciarme como un ordenador sin dejar que la caída en picado que llevo siga su camino. Todo se somatiza y el estres, la angustia y los cambios, me afectan físicamente.
El año pasado por estas fechas inicié un descenso a los infiernos y en enero me renové cual Ave Fenix. Viví unos de los periodos más felices de mi vida interiormente, segura de mí misma pero las circunstancias laborales se encargaron de bajarme a la tierra de nuevo. Los vaivenes de mi vida, de esta persona que trata de buscar su sitio...
Busco culpables a esta circunstancias y hoy le tocó al otoño.
Toca mirar alrededor de otra manera, buscar lo bello, pasar de lo malo, usar los ojos interiores para acercarse a la naturaleza, a los amigos, a quien te quiere. Lo demás puede irse al infierno, pero no conseguirá que yo también vaya.

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