sábado, 9 de abril de 2011

Huir de las responsabilidades

Te dices padre, pero no lo eres. No se puede huir de las responsabilidades porque las cosas entre nosotros hayan dejado de funcionar. Tus hijos no merecen tu olvido. Entiendo tu dolor por la separación, pero no se puede jugar con unas cartas que sienten y sufren tu lejanía.
Te dices padre, pero no cumples. No quieren tu dinero, ni lujos, apenas que compartas con ellos unos días del año. Te escudas en que evitas los kilómetros y los riesgos, pero en el fondo solo eres un cobarde que no se quiere enfrentar a la vida él solo.
Te dices padre, pero no actúas. El tiempo pasa y la distancia se agranda. No hay amor que corresponder, pero sí unos sentimientos inquebrantables de tus hijos hacia ti.
No huyas, no te escudes en que soy yo la que quiere tener tiempo libre y por eso te dejo a los niños. Eso es solo una excusa que pones para no ejercer de padre. A mí mis hijos nunca me pesan porque son la razón de mi vivir.

Te dices padre, pero solo de boquilla para afuera. El amor de padre nunca muere, siempre anhela, es indestructible e incombustible. ¿De qué madera estás hecho que no ardes en deseos de ver a tus hijos?
Te dices padre, pero solo anhelas verme a mí. ¿Para qué?. No formo parte de un lote de todo o nada. Yo ya no soy nadie para ti, pero ellos siguen siéndolo. No huyas. Dí que eres padre y ejerce como tal.

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