miércoles, 9 de noviembre de 2011

Y otro año más


Han pasado otros 365 días desde el día que te fuiste y sigues tan vivo en mi corazón como siempre. Es más, creo que en las experiencias que he vivido durante este año he sentido que estás más vivo que nunca porque te he recuperado con una fuerza que ni yo misma esperaba y, por supuesto, no conocía.
Y lo mejor de todo es que sé que el próximo año te sentiré aún más porque tu esencia va impregnando mi alma de unas certezas que tus pensamientos, a través de tus palabras impresas, van entrelazando en mi subconsciente para hacerme aún más completa.
En tus libros voy encontrando respuestas a preguntas que cada paso me va planteando. Y me asombra la forma tan profunda que tienes para responder a mis cuestiones, siempre certero, amoroso y trascendente.
Cada día voy conociendo tu mensaje de amor eterno a través de experiencias personales incontables para oídos profanos pero que yo he vivido como ciertas, interiores, asombrosas. Estabas ahí, diciéndome que fuera valiente, que aunque las apariencias me llevaran hacia cometer algo malo yo debía dejarme llevar solo por el amor. Y lo hice. Y sentí el desgarro del amor y del dolor a la par. Unos ojos que reconocí de otro momento, de otro lugar, pero con la misma profundidad.
Sentí que el amor era eterno, inconmensurable, sin distinción de sexo, de relación personal. Ahora amor de padre, o de hermano, o de hijo, o de esposo. Siempre el mismo amor en sus múltiples formas. Y me pedías que me dejase llevar solo por ese sentimiento.
Cuán sabio eras papá. Cuán sabio eres ahora que me diriges desde el otro lado hacia el camino único, el de la vibración más poderosa y hermosa que existe: la del amor.
Y me siento muy esperanzada porque sé que lo que yo estoy viviendo ahora será lo que vivan muchos más seres humanos en no mucho tiempo.
Este despertar colectivo llegará para todos y me consuela que este mundo será de verdad conquistado por el amor verdadero, el profundo, el de las almas puras que van tomando conciencia de su propia existencia, el que tú soñabas y por el que luchabas.
Sembraste muchas semillas en tu vida, papá. Eras Buenaventura porque en tu nombre llevabas la esencia de tu condición. Eras un regalo que recibimos unos cuantos privilegiados que te conocimos y te vivimos en directo. Y aunque entonces no éramos conscientes de lo valioso que eras, ahora, más que nunca, tu mensaje trasciende, fructifica y se expande.
Solo me queda pedirte que sigas dirigiendo mis pasos por el camino correcto, decirte que te quiero con todo mi corazón y que siempre tendrás un lugar privilegiado en mis pensamientos, en mis recuerdos y en mi orientación vital.

1 comentario:

  1. felicidades Irene por lo afortunada de tener un padre como el tuyo, y por tanta sensivilidad al sentirlo como tu lo manifiestas ( ya me gustaria )un beso y se sinpre asi,.

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