sábado, 19 de agosto de 2017

El fin de Matrix

A veces en la vida toca tomar decisiones que en el fondo de tu alma no quieres tomar. Pasan cosas que están fuera de tu control y, de repente, eres consciente de que ya no puedes seguir adelante, que no te quedan fuerzas para pelear por ese objetivo y que es más sano para ti desistir antes que insistir.

A veces en la vida miras a tu alrededor y te das cuenta de que eras tú quien respiraba por todo y para todos. Y que se te acaba el aire y sientes que la situación acabará por asfixiarte.

A veces en la vida reflexionas y sientes que ese camino que veías tan claro frente a ti era apenas un espejismo con el que fantaseabas y que nunca existió. Al frente, sin percibirlo, estaba apenas un muro con el que irremediablemente acabas chocando.

A veces en la vida hay que ser valientes y apresurarse a tirarse sin mirar a lo que esté por venir, porque si la realidad que creías finalmente era mentira, quizás lo que no consigues ver es la verdad.

En este Matrix que construyo con mi mente cada día hay personajes que deambulan sin sentido, entre mentiras y miedos, entre bambalinas reales que montan vidas que dan pena. Y desde mi ordenador personal, por muy potente que este sea, no he conseguido dirigir ni un solo paso del personaje que decidí encaminar en una dirección. Las fuerzas ocultas de la prepotencia y superioridad manejan mejor que yo la programación y tienen herramientas poderosas que nunca podré igualar.

Así que lo más sensato es recular en el intento, despertar de ese sueño y asentarse en este presente sin intervenir. Asi, quizás, vuelva a sentir que no me falta el aire y comience a hacerlo solo para mí.

No caben los arrepentimientos sobre las bocanadas que fueron insufladas con ganas. Porque cada una de ella permitió realidades inimaginables, momentos etéreos o plenos que quedaron marcados a fuego.

Pasada la cincuentena es momento de girar la cabeza y decir adiós. Sin lágrimas, sin pesares, solo con ganas de ser dueña de mi destino. Es un buen momento. A mis sueños les digo un “hasta luego” como le dices a quien fue tu compañero breve en un viaje en bus, sabiendo que la posibilidad de volver a encontraros es prácticamente imposible.

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