viernes, 18 de agosto de 2017

Llegaron y son bienvenidos

He amado aunque no me permitieran amar. He soñado aún cuando los sueños no se podían soñar. He luchado aunque la lucha estuviese perdida. He vivido, porque en eso consistía la vida.

Y pasaron 50 años ya desde que vi la luz en el cuerpo de aquella niña rubia que no conseguía mamar porque se asfixiaba.

Tal y como siento hoy que me asfixio en una vida que dejó muchas cosas atrás por hacer,  y que limitó muchos sueños que querría haber hecho realidad.

Y mirando al frente necesariamente sé que el camino por recorrer es mucho más corto que el ya recorrido. Quizás mañana no amanezca, o sea el mes que viene o el próximo año en el que acaben mis amaneceres. Ley de vida le llaman…

Pero lo que está claro es que a partir de hoy se abre otra etapa en mi vida en la que continuaré rechazando todo aquello que es negativo para mí, en la que me rodearé solo de personas que sumen y me regalen más sonrisas que ceños fruncidos. Porque la salud está en la felicidad, en esos momentos que aunque breves o robados a la rutina, llenan el corazón de felicidad.

Sigo siendo yo, aquel bebé que era alimentado a cucharadas, pero que se ha aferrado a esta vida respirando cada bocanada de aire como un regalo. Sigo siendo cada una de las Irenes que han pasado por aquí: la hija, la madre, la esposa, la hermana, la amante, la prima, la fotógrafa, la profesora, la amiga, la gorda, la simpática, la gritona, la odiosa, la sincera, la mentirosa, la cabrona, la noble, la simple y la complicada...todas en una, todas en mí.

Y cada marca que la vida dejó en mí, como huellas indelebles que forjaron a la Irene de 50 años, son reliquias que atesoro, como aprendizajes, como reconocimientos, como regalos para traerme aquí.

Siempre pensé que moriría joven y de forma violenta.

Estas sensaciones quizás son reminiscencias de esos recuerdos pasados que logré meditando hace algunos años. Quizás esta alma vieja que me acompaña en este cuerpo ya murió joven otras veces y quedó la impronta de que volvería a pasar. Pero ya sumo medio siglo siendo Irene, mujer sevillana nacida en el siglo XX, y ya no soy tan joven. Quizás todo

lo vivido ha permitido que mi “muerte” fuese únicamente simbólica y realmente la Irene sin conciencia de quién es, murió hace ya varios años.

Es algo que no voy a saber hasta que vuelva a ser pura consciencia y para ello prefiero esperar un tiempo más siendo la que soy ahora.

No soy filósofa, ni una gran ensayista; no soy escritora, ni analista de la vida, pero hoy me siento plena, escribiendo, reflexionando, analizando y filosofando. Porque aún puedo ser lo que quiera.

Y para ello seguiré amando, seguiré soñando, esperando y peleando. Porque este camino merece la pena. El mio en particular es pleno al tener a tantísima gente que me quiere.

Usaré esa frase que tan de moda está y que a mí particularmente no me fascina:

“¿Afortunada? No, lo siguiente…”

¿Feliz? La mayoría de las veces…

¿Esperanzada? Sí, siempre

¿Viva? Intensamente

Bienvenido, medio siglo…¡Vamos a por la segunda parte!

 

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