En los últimos meses en los que la vida, como siempre, trae cambios, he sentido como el pasado volvía a mí. No solo porque intencionadamente haya hecho un esfuerzo por recordar acontecimientos de mi vida en el ámbito personal, sino porque las circunstancias me han traído mucho del pasado.
Lo último es el posible reencuentro con mis compañeros de facultad. Decenas de caras se reparten por las cientos de fotos que conservo y apenas soy capaz de recordar los nombres de todos aquellos compañeros con los que compartí muchos años de vida estudiantil, muchas tardes de cervecitas, un viaje de fin de carrera a Madeira, y otras excursiones como las visitas a Gibraltar o Córdoba.
Se diluyeron con el tiempo y solo he conseguido rescatar de mi memoria a los que han seguido participando de mi vida todos estos años. Pero me ilusiona.
Siempre le digo a mis exalumnos que llegan a la Universidad que disfruten de esa época porque es una de las más divertidas y bonitas de la vida. Y claro, esta reflexión, una vez más, se contradice conmigo misma ya que considero que la adolescencia es una época maravillosa para vivir, y también la madurez.
Una vez más la realidad me demuestra que cada momento de la vida es único y por lo tanto hay que saber disfrutar de ese instante porque nunca volverá a repetirse. Es el paso de los años el que nos hace conscientes de esa realidad. El pasado no vuelve pero las personas conforman una memoria colectiva que puede volver a viajar a tiempos pretéritos.
Si finalmente la cena con mis compañeros de promoción de la Facultad de Derecho se lleva a cabo, esa capacidad de remontar a fines de los ochenta hará rebrotar recuerdos a todos los presentes. Recordaremos el día que le regalamos una mascota de caza a Jordano Barea. Los exámenes orales de derecho romano de López Rosa, o las tortas para entrar y examinarse con el anciano y ocurrente Navarrete de Penal. Otros muchos recordarán a otros profesores porque esa promoción tenía muchos grupos, tanto en público, como en privado y empresa, fruto de la prolífica generación del 67 que encontrábamos en Derecho una carrera con muchas salidas. Será el momento de analizar si aquellas expectativas de 1985 se cumplieron. Muchos acabaron siendo funcionarios, otros montaron su despacho y son abogados de prestigio. Algunos otros son procuradores, jueces y fiscales. Si nos encontramos seguro que juntamos muchos kilos de más y muchos pelos de menos, pero nos volveremos a ver como éramos, con 22 años, cuando acabamos la vida estudiantil y nos vimos enfrentados a un futuro incierto.
Era en la antigua Real Fábrica de Tabacos donde se encontraba nuestra facultad, un edificio impresionante que siempre parecía vacío a pesar de las cientos de personas que estudiábamos bajo su techo. Allí sí nos dejaban tirarnos en el cesped a tomar el sol en primavera y por las tardes era muy agradable pasar por la cafetería, frente a la papelería Minerva, para tomarnos un café con los compañeros.
La promoción del 85-90 de Derecho dejó grandes personas y procuraré disfrutar de ellas ese día como si de una vuelta real al pasado se tratase...
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