jueves, 4 de agosto de 2011

Mi particular Camino de Santiago

En estos últimos días estoy viajando mucho. Los kilómetros corren a mi alrededor y me maravillo de la belleza que me regala la Naturaleza por los lugares por los que voy pasando.
Mi periplo comenzó en mi Andalucía natal, que con su aridez del verano calentaba mi corazón en pos de una aventura. En la Mancha, don Quijote me saludó en El Aprisco, lugar en el que siempre parábamos de pequeños cuando íbamos todos hacia Pinilla, juntos en el Seat 1500 que tenía mi padre.
La sierra madrileña me acogió como siempre, con mucho cariño. Hemos sido los sevillanos del valle durante muchos años, y el cariño que doy a los que están allí me es recompensado con creces por los abrazos que recibo.
Mi viaje hacia el norte me llevó a Sierra, junto a Comillas, un lugar de ensueño. La casona es del siglo XIX y conserva todo el encanto de una casa antigua pero cuidada, con sus gran salón, su cocina kilométrica, sus múltiples dormitorios y sus baños con cristalera y visillos blancos, sus bañeras con patas o sus fotografías en blanco y negro de los antepasados.
Cantabria me enseñó sus entrañas en la Cueva del Soplao, sus hijos milenarios en el bosque de los árboles singulares, sus aguas en las múltiples playas que jalonan sus costas, sus impresionantes desfiladeros en el paseo a Potes, en las cercanías de los Picos de Europa, sus iglesias románicas, góticas...en lugares tan especiales. Cada día ha sido un aporte de nuevas vivencias y visiones espectaculares que enmudecían mis elogios hacia esa tierra tan variada y hermosa.
Su hermana, Asturias, le va a la zaga y también he disfrutado de su belleza. De Llanes a Ribadesella pasando por el singular Oviedo con su bella Catedral y su agradable centro histórico, en el que perderse y disfrutar (que de hecho me perdí)...
Y cuando he llegado a Galicia ésta me ha dado un guiño con un sol radiante para que me sorprendiera. Después ha sido fiel a su fama y las nubes han bajado al suelo para mostrarme la cara más húmeda de estas tierras. A 4 de agosto el sol no se ha asomado y he visto Santiago bajo una lluvia suave, casi imperceptible pero que finalmente nos ha calado hasta los huesos. En su Catedral he percibido la energía que los miles de peregrinos han ido dejando en este lugar con sus rezos y oraciones y que ha impregnado estas piedras. Me he emocionado abrazando al santo porque ese mismo gesto ha sido repetido por millones de personas y en esa estatua se recogen los deseos, anhelos y esperanzas de miles de ellos.
Apenas he andado 8 kilómetros del Camino de Santiago, y sin embargo he sentido que ha habido una transformación que me ha traído hoy hasta aquí. Realmente no había previsto venir a Galicia hasta unos días antes de salir de Sevilla, pero una llamada de mi interior me indicó que este era el camino físico que debía andar este año, en el que el camino interior está siendo maravilloso.
Aún no he acabado mi viaje, pero, en cualquier caso hoy he sentido que he cerrado un círculo que se inició hace unos meses...

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