lunes, 3 de diciembre de 2012

Cuando el frío enfría hasta el corazón.

Empezó el frío en este invierno de 2012. Mucho se ha hablado de lo que va a pasar en este solsticio de invierno, y desde muchos puntos de vista, y supongo que al final todos los cambios que sintamos realmente solo se producirán en nuestro interior, y siempre que seamos nosotros los que estemos dispuestos a cambiar. Hoy me siento algo desolada, será que el sol no brilla con suficiente fuerza en mi interior o porque no consigo que las nubes se aparten de mis ojos y me permitan ver con más claridad qué me está pasando. Venía caminando por una calle de Sevilla que se llama Enladrillada, pero que yo durante muchos años llamé Desenladrillada porque casi todas sus casas se caían y la calzada era de pena. Hoy, paseando hasta el trabajo me volví a fijar en sus casas, en sus aceras y me di cuenta de que por fin esa calle se llamaba de manera acorde a su nombre. Y recordé a esa Irene adolescente que pasaba cada día para ir al instituto y se veía obligada a sortear una y mil veces, vallas de señalización que rodeaban una casa que estaba a punto de caerse. Allí habían vivido personas desde principios del siglo pasado (el XX, que a mi pesar es siglo pasado y me hace sentir vieja...), y aquellas casas se iban desmoronando una tras otra. Un nuevo edificio aparecía. La bonita casa unifamiliar de anchos muros acababa convirtiéndose en un entramado de pequeños pisos donde albergar a nuevas familias que retornaban a un centro, antiguamente denostado y abandonado. Y esta rememoración de los recuerdos de una calle viene a colación a mi estado interior. Muchas casas se han ido derrumbando en mi interior en estos años, y otras muchas he ido montando, sobre unos cimientos que no son para nada los originales, pero que se siguen asentando en el alma de Irene. Un alma que atesora viviencias de las que todavía no es consciente pero que me forjan tal y como soy. Es época de tomar decisiones, pero no con las manos atadas. Y es así como me siento. Nada circula tal y como lo deseo y aún así debería ser lo suficientemente valiente para dar pasos de ciego, que hagan avanzar, pese a todo y pese a todos.

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