El cielo encapotado engaña. Se funde con el pico de las montañas que vislumbro al otro lado de la bahía. Hace calor por estos lares. Es 1 de agosto y contemplo, desde lo alto la bahía de Santander. Un barco de vela rasga el horizonte. Los pájaros, insistentes repiten sus cantos y una ligera brisa refresca la tarde.
El paseo en barco hasta las islas ha sido muy agradable. Desde el mar la tierra parece distinta, imponente, desafiante y nosotros, desde el catamarán éramos como hojitas de papel, frágiles y fluctuantes.
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