martes, 7 de septiembre de 2010

La pintura de la vida

Muchas veces pintamos la vida con unos colores equivocados. Soñamos en blanco y negro, seguro, pero al imaginar diseñamos el futuro en unos colores determinados. Y comenzamos a elegir los lápices para colorear.
Ya hace un año escribí una reflexión sobre los colores en mi entrada ¿Qué ven mis ojos?
En aquella entrada yo reflexionaba sobre si todos vemos los colores de la misma manera y hoy quiero ir un poco más allá.
Al ir coloreando la vida cada día decidimos que algunos tonos son más adecuados para el diseño global y no miramos más. Ese color nos gusta y no nos planteamos siquiera si puede existir otro tono del mismo color más adecuado para nuestro diseño.
Y pintamos y pintamos. Con ese lápiz vamos coloreando casi todos los rincones y llega un momento en el que pensamos que es el color esencial para que nuestra vida adquiera el tono que pensamos que debía aparecer en nuestro sueño. Entre tanto hemos ido descartando lápices de otros colores que también eran importantes pero que como aparecían en un segundo plano pensamos que su ausencia no iba a notarse. Porque nuestro lápiz favorito podía llenar el espacio de esos otros colores.

A medio camino, si tenemos suerte algo pasa que nos permite pararnos un poco y empezar a ver qué cuadro llevamos pintado hasta ese momento. Y si tenemos más suerte todavía a lo mejor hasta nos damos cuenta que en nuestro cuadro predomina el tricolor o el bicolor o el monocolor. A lo peor nuestra vida es monocolor y no nos habíamos dado cuenta. Y si la suerte ya es suprema a lo mejor perdemos ese lápiz, o se rompe, o se va.
Y entonces no nos queda más remedio que volver sobre nuestro cuadro y empezar a usar otros lápices. Muchos estuvieron siempre ahí, no rodaron y permanecieron sobre nuestra mesa para que los cogíesemos cuando fuese necesario y simplemente al asomarnos los hemos vuelto a ver y empiezan a diseñar un cuadro diferente.
Como todo cuadro durante un tiempo la mezcla de colores puede emborronar la vida y puede aparecer el negro. Todo lo vemos así, turbio, oscuro.
Pero eso cambia. Hay tantos colores donde elegir que poco a poco iremos diseñando un cuadro nuevo. Meteremos colores más vivos, más variados. Es el momento de aprovechar para improvisar, para probar, para permitir lo prohibido.
Y en cada rincón pintaremos algo distinto, multicolor. Hoy un lápiz, mañana otro.
Y si alguna vez volvemos a tropezar con otro lápiz estupendo, que nos anime a volver al monocolor debemos volver a pararnos y mirar lo que hemos construído. Hasta podemos darle un gran trozo del lienzo pero nunca más volver al único tono.
Somos los pintores de nuestra propia vida y en la elección de los colores encontraremos la materia prima para hacer que nuestro cuadro, al final del camino, sea el más bonito que pudimos pintar, aunque no tenga nada que ver con aquellos sueños en blanco y negro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario