lunes, 17 de mayo de 2010

Vuelta a la infancia

Una ilusión. Viajar a la infancia.
Es fácil de hacer...¿cómo? Conviérte en un niño durante un día, rodéate de muchos para volver a sentir como ellos y métete en sus cabezas para entender cómo ven el mundo que les rodea.
Como siempre la experiencia ha sido agotadora, pero una vez que todo acaba y ves como tus hijos caen rendidos en la cama tras dos días jugando, riendo, saltando, compartiendo, te das cuenta que el esfuerzo realizado por ellos ha merecido la pena. Porque el esfuerzo también ha sido positivo para tí.
Es duro no dormir, sobre todo cuando tu cuerpo reclama descanso, pero el intercambio entre tiendas de campaña es siempre inevitable, las risas a medianoche, las salidas a ver las estrellas.

Hice la acampada por el cumpleaños de mi hijo. Ha cumplido 9 y sus compañeros de juegos han venido a compartir esos momentos. Han reido, han contado chistes a la luz de la candela, han jugado al futbol, han montado juntos las tiendas y han ayudado también a recoger. Compartieron comidas, comieron moras, se bañaron en la piscina a pesar de que algunos padres temblábamos de frío solo de imaginarnos dentro del agua fresquita, pero ellos y ellas (que también han sido muchas niñas) han disfrutado muchísimo.
Esos cachetes sonrosados, del sol, del juego, de las moras, de las risas me llenan el alma de felicidad. No se puede medir ni el esfuerzo ni la satisfacción, pero en la balanza de mis experiencias ésta es una de las más satisfactorias. Pasará todavía un año antes de que me plantee volver a hacer algo así, pero el volver a sentirme niña, rodeada de niños compensa, compensa, compensa...

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