lunes, 3 de mayo de 2010

El reencuentro

A veces pensamos que lo que parece muerto, lo está. Y puede que estemos equivocados. En algunas ocasiones queda un rescoldo a punto de perecer que puede revivir si se le pega un soplido. Y no es tan difícil hacerlo. Hay que respirar profundamente, hinchar los mofletes y soplar, pero no hacerlo violentamente que podemos apagarlo definitivamente, sino suavemente, con cariño y muy probablemente la llama acabe reviviendo.
Como siempre esto lo aplico a mi vida y siento que he aprendido a respirar profundamente, a volcarme hacia mi interior para encontrar la fuerza justa con la que soplar. Y soplo en todas las direcciones que puedo para revivir todo lo que pensaba que estaba muerto. Mucho estaba apagado hace tanto tiempo que no pensaba que mi soplido tendría efecto, pero al final he vuelto a sorprenderme. ¿Cómo es que no me di cuenta de que todo lo valioso estaba en mi interior? Y que apenas me quedaba meterme dentro, indagar, conocerme a mí misma para después sacarlo hacia afuera, insuflando de energía y vida a todo lo que sentí muerto.
Evidentemente hay mucho dolor todavía dentro. Y resentimiento. Me cuesta todavía pensar en situaciones y personas sin sentir un dolor intenso que me bloquea completamente y me hace comprender que en el mundo tiene que existir la otra cara para que complete el total. Lo negro, frente al blanco; lo malo frente a lo bueno; lo honesto frente a lo deshonesto: y que no se podría entender lo uno sin lo otro.
Es absurdo pensar en un mundo idílico en el que todo fuese perfecto. Ni en los sueños puede aparecer así porque todos somos dos en uno, o tres, o cuatro, dependiendo de los ojos que nos miran. Seré buena o mala, alta o baja, honesta o trápala, constante o veleta, según la persona que me mire. Solo yo sé como soy verdaderamente o al menos en esa búsqueda estoy. Y el esfuerzo de saberlo no está siendo fácil. Tengo que soplar mucho hacia mi interior para revivir esos rescoldos que están ahí y ¿has intentado soplar alguna vez hacia dentro?. Pero lo voy consiguiendo y eso me está llevando a reencontrar a la Irene que era antes de que me llenasen de dudas, de miedos, de complejos, de remordimientos, de angustias, de basura que era de otros y que yo asimilaba porque no era capaz de negarme a recibirlas.
El camino, aunque duro, merece la pena ser recorrido y espero que pronto pueda mirarme al espejo y reconocerme como verdaderamente soy, mucho mejor de lo que pensaba hace unos meses y más feliz.

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