jueves, 21 de julio de 2011

Mi visita al Purgatorio

Cuando la vida te da la oportunidad de viajar tienes que estarle agradecido. Cada lugar que se visita aporta en nosotros un paquete de experiencias que enriquece nuestro disco duro y nos hace cambiar las perspectivas.
Eso me ocurre cada año cuando tengo la suerte de visitar otros lugares. Da igual que ya haya ido antes, pero el mismo hecho de ser algo esporádico, hace que las cosas aparezcan ante mis ojos de otra manera y sienta que el lugar es nuevo.
En estos días estoy compilando una información muy diversa de cada uno de los lugares que visito. La sierra tiene eso: es igual y al mismo tiempo diversa. El río siempre está ahí, pero cada recodo del mismo te ofrece una imagen diferente y hermosa, que te hace reflexionar y sentirte muy bien. Los bosques, salvajes o cuidados, dejan pasar la luz del sol de una forma peculiar. La espesura de las copas de los robles o pinos, te refrescan o te hielan, según esté el día y las mariposas revolotean a tu alrededor como si de hadas mágicas se tratasen, haciendo que quieras ser la niña del exorcista para poder seguir su vuelo circulante.
He gozado de las cascadas que los ríos forman en su cauce. Alguna, salvaje y escondida, han supuesto un reto interesante para mis poco acostumbradas piernas. Las subidas a las rocas en busca de su belleza, han sido auténticas torturas física que, en cierta medida, justifican el nombre que recibe: la Cascada del Purgatorio. El trayecto hasta la misma es tan largo y escarpado que da tiempo para reflexionar, purgar todos nuestros pecados y renovarse una vez que se llega al crepitar de sus cristalinas aguas.
El zambullirme a sus pies ha hecho que por primera vez haya sentido que la lengua se me dormía. El agua estaba tan fría que consiguió que toda la sangre de mi cuerpo abandonase sus lugares naturales y acudiese velozmente a proteger mi pecho del impacto térmico al que estaba siendo sometido. Pero esa fusión con la naturaleza me hizo sentir una más en ese entorno. Aceptaba sus reglas y la naturaleza me recompensaba con un despertar físico desconocido.
Te sientes tan frágil y vulnerable y al mismo tiempo tan importante que esa confluencia de sentimientos te cambia las perspectivas.
Todo ha sido como un bautizo a una vida nueva, siempre profunda, siempre atrayente, siempre positiva. En aquella cascada he dejado mucho de lo malo que traía. Esas visiones que nublaban mi entendimiento vital se han disuelto en las transparentes aguas saltarinas de la Cascada del Purgatorio y los pecados que quedasen pegados a mi piel han salido huyendo ante el impacto del gélido elemento.

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