En estos días en los que me estoy dedicando a visitar Cantabria, he descubierto rincones tan variopintos y hermosos que no sé muy bien cómo comenzar a escribir esta entrada. Son tantas las sensaciones que me producen estos lugares que ni esforzándome soy capaz de expresarlas en este rincón virtual que me sirve, también, de cuaderno de viaje.
Ayer visité la Cueva del Soplao. ¿Qué puedo decir de una maravilla que escapa a toda lógica racional? Me impresiona como la naturaleza es capaz de formar, con el paso del tiempo, formaciones tan asombrosas como las que se encuentran en esta increíble cueva. Sus formaciones excéntricas son tan fascinantes e increíbles que los geólogos que las estudian no consiguen dar una explicación racional sobre cómo se forman. Estalagtitas y estalagmitas al uso, de esas que se unen formando columnas milenarias están por todos lados. Eso es normal en casi todas las cuevas que están abiertas a las visitas. Pero en esta cueva hay otras que se retuercen, que parecen corales blancos colados a los techos rojizos por el hierro o blancos por las calizas...Y se encuentran formaciones que asemejan a grupos de fantasmas de dibujos animados saliendo de las entrañas de la tierra, o un portal de Belén con todas sus figuritas, una gallina con sus polluelos o una impresionante lámpara blanca como la nieve.
El baño, casi al atardecer, ha roto mis esquemas sobre el agua del Cantábrico. Mis niños, con sus nuevos neoprenos, entraron sin miedo en las aguas cristalinas de la playa. Yo, temerosa, algo avergonzada al mostrar mi blanca piel en mi primera exhibición de biquini postdieta, me acerqué a la orilla. El agua, cálida y suave, me besó los pies y me incitó a zambullirme en su seno. Será por el impacto térmico que sufrí la semana pasada en la cascada del Purgatorio o porque me estoy acostumbrando a estas temperaturas, pero el hecho es que me he sentido maravillosamente bien dentro del agua...Salir de ella ha resultado más duro, porque el sol de la tarde calienta poco y apenas se superarían los 22 grados. Así que he llegado a casa con la piel bien curtida por el mar y el frío.
Mañana será un día más para disfrutar por estas tierras que me parecen infinitas, con miles de paisajes, olores y sabores.
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