viernes, 15 de julio de 2011

Una gran efeméride


Me he llevado todo el día pensando que mi padre habría cumplido 90 años este día que acaba de finalizar. Todos los 14 de julio que recuerdo se celebraba el cumpleaños de un señor, que era todo luz y amor. Normalmente el día 16 se celebraba junto al santo de las Cármenes y el de los Venturas, el cumpleaños de mi padre y de mi hermana y era una oportunidad de reunirnos.
Ya todo aquello acabó. La unidad se desintegró el día en que ese ser de luz desapareció de nuestras vidas. Cada uno empezó a vivir para sí y la familia dejó de ser lo importante para dar paso a los intereses particulares. El núcleo de los García se quebró para dar paso a muchos otros apéndices del mismo apellido pero con intereses enfrentados entre sí.
Es en estos días en los que reflexiono sobre lo que ha pasado en mi vida en los últimos años, cuando trato de comprender qué mecanismos han sido necesarios para que una familia que se reunía por Navidad y disfrutaba de risas y complicidad, haya llegado a este punto.
Trato de imaginar qué ha hecho que cambiemos tanto como para que el abismo haya sido insalvable entre algunos de nosotros. Creo que el egoísmo, la envidia, la maldad, han llevado a algunos a la ceguera emocional. Está claro que yo soy medio ciega de un ojo, pero los ojos interiores los tengo cien por cien activos. Otros, quizás, tienen los ojos físicos muy bien, pero está claro que el tercer ojo, el que ve más allá, lo tienen más que bloqueado. Un gran candado les impide ver su propia actuación vital.
Y si he lamentado todo esto ha sido porque algunos miembros de mi familia son desconocidos para mí. Los miro y no los reconozco como aquellos hermanos con los que jugaba cuando era pequeña. Es como si hubiesen muerto y tras el duelo me queda recordar a los seres que un día fueron, que nada tienen que ver con los seres en los que se convirtieron.
Otros, sin embargo, han seguido la estela de mi padre. Su trayectoria vital ha demostrado que la semilla que aquel maravilloso hombre plantó en nosotros fructificó de la mejor manera posible, dando paso a personas estupendas.
¿Y yo?. Quizás me he quedado a medio camino entre unos y otros. No he llegado a fructificar como estos últimos pero tampoco he llegado al grado de atrofiamiento de los primeros. El encontrar la luz en el momento adecuado me ha hecho reaccionar a tiempo y enmendar cualquier atisbo de egoísmo o incorrección. Y en ese camino estoy. Cada día más orgullosa de mí misma, porque sé que si mi padre me pudiese mirar hoy sonreiría por mi trayectoria vital. Porque esa trayectoria solo la sé yo porque forma parte de mi yo más interior y sé que ahí he ganado la batalla a todos mis miedos.
Hoy habría cumplido 90 años y ya no está físicamente aquí. Pero su presencia es constante en mi vida. Desde la pared de mi salón me observa en esta fotografía en la que aparece lleno de vida, dispuesto a enfrentar todos los retos que la vida le presentase ante sus ojos.
Y fue un triunfador como ser humano, como hombre, como padre, como marido, como hijo.
Y una vez más le dedico una entrada porque quiero compartir con todos mis amigos el orgullo de haber conocido a un ser de luz, con todas las letras, a un ángel de la guarda que me guía continuamente y hace de mí una persona mejor. Felicidades papá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario