martes, 6 de julio de 2010

El día después

Ayer se cerró el ciclo del que hablaba hace unos días. Hoy es el día primero, el que marca el resto de mi vida, y solo me sale expresar, sentir, imaginar o soñar. Creo que no lo hice mal, y con ello doy valor a todos estos meses en los que he tratado de forjar una nueva persona en la misma cáscara de antes. Sé que he dado todo lo que tenía dentro para lograr un sueño y solo tengo que estar preparada para lo que venga. Quizás la vida siga por el mismo sendero que está marcado desde hace mucho, pero quizás ha llegado el momento de elegir cuando este sendero se bifurca y dependiendo del ramal que tomes tu destino será uno u otro.
Y llega el momento de las reflexiones, los replanteamientos nunca acometidos de la existencia vital. Y entra miedo ante las posibilidades.
Y es cuando admiro profundamente a aquellos personajes anónimos de la historia que hacían su petate y se lanzaban al descubrimiento del mundo sin apenas información. Los hombres y mujeres del siglo XVI lo dejaban todo y se aventuraban a un mar bravío y casi desconocido para tratar de conseguir una vida mejor. Sin embargo yo me siento como si llevase un ancla que está tan agarrada a la tierra que no me permite moverme hacia adelante. Por eso sueño, por eso escribo, porque mi mente sí es libre de imaginar sin que haya cadenas que me amarren. Solo espero encontrar la forma de alcanzar el hacha que me haga romper esas cadenas. En todos los aspectos. Necesito soñar más, creer que hay algo muy bueno esperándome ahí y solo tengo que estar abierta a la posibilidad del cambio. No quiero que todo esto sea solo un sueño. Necesito creer, sentir, volar y al mismo tiempo hacer que todos esos sentimientos se conviertan en realidad.

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