sábado, 24 de julio de 2010

Olores

No solo lo percibes por la nariz. Cuando te llega muchas partes de tu cuerpo reaccionan incontroladamente y puede provocar muchas más sensaciones de las que, a priori, pensamos.
Cuando es agradable el placer que sentimos puede provocar reacciones de especial ternura. Ocurre cuando te regalan flores y absorves el aroma de las mismas para fundirlo con unos sentimientos profundos e incontrolados. También cuando viene de un bebé pequeño. La mezcla de colonias, cremas y leche te hace abrazar al niño con una especial ternura. Cuando tus hijos crecen y vuelves a tomar un bebé en tus brazos, los olores que desprenden te hacen sonreir porque te recuerdan la felicidad que vivías en los momentos de conocimiento de tus propios bebés.
También es agradable sentirlo cuando estás hambriento. Hasta la comida más sencilla huele maravillosamente cuando se tiene hambre. En este caso los olores hacen que las tripas crujan literalmente. Pero no solo eso. El olor te lleva a una salivación excesiva, aumenta tu frecuencia cardiaca y solo cuando el hambre es saciada vuelves a tomar consciencia de tu cuerpo. Te ha hablado una parte salvaje del mismo que no acostumbras a dejar salir porque no esperamos a tener hambre para comer.
El olor del amor también es maravilloso. Cuando te enamoras de verdad identificas el olor del amado con una serie de reacciones físicas que indudablemente excitan todos los poros de tu piel. Y cuando el amor se muere, la memoria olfativa no olvida. En algunas ocasiones he tenido que volver la cabeza en la calle para idenficar a la persona que olía igual que mi primer amor. Su olor quedó grabado en mi mente y nunca he conseguido olvidarlo. Sí al hombre pero no el olor que desprendía. Y los recuerdos que te vienen asociados no son de la persona, sino de las sensaciones de felicidad que sentías en aquellos días de descubrimiento.
Igualmente hay personas que desprenden olores desagradables. Pueden provenir de su boca o de su cuerpo en general, pero te pueden provocar un rechazo involuntario del que no sabes como salir. Ante estas personas no sabes como reaccionar, porque por motivos de trabajo igual tienes que tenerlas cerca y se convierte en una tortura que debes aguantar sin poder manifestarla.
También hay lugares que huelen bien y lugares que huelen mal. Y no obligatoriamente están relacionados con momentos de felicidad o infelicidad vividos en ellos. Lugares con olor a humedad, a bajante, a sucio. Olores a antiguo, a pasado, a plástico, a desinfectante... Las personas que viven en estos lugares no son conscientes porque esos olores forman parte de ellos y ya nos los perciben. Los tienen tan incorporados a sus pituitarias que tampoco se toman las medidas para purificarlos.
Hay olores que evocan. El incienso a Semana Santa. El azahar a primavera. La dama de noche al frescor de una noche de verano, el chocolate caliente a madrugadas de Feria.
Una vez más escribo lo que siento. Hoy he venido a acompañar a los niños al cine. Los espero en un Vip y los olores que desprende este lugar me han hecho sucumbir ante un maravilloso Brauny hipercalórico cuyo olor se había metido en mi nariz.

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